jueves, 4 de noviembre de 2010

DOMINGO XXXII DEL TIEMPO ORDINARIO -C-

PRIMERA LECTURA


Lectura del segundo libro de los Macabeos 7, 1‑2. 9‑14
El rey del universo nos resucitará para una vida eterna

En aquellos días, arrestaron a siete hermanos con su madre. El rey los hizo azotar con látigos y nervios para forzarlos a comer carne de cerdo, prohibida por la Ley.
Uno de ellos habló en nombre de los demás:
—«¿Qué pretendes sacar de nosotros? Estamos dispuestos a morir antes que quebrantar la ley de nuestros padres.»
El segundo, estando para morir, dijo:
—«Tú, malvado, nos arrancas la vida presente; pero, cuando hayamos muerto por su ley, el rey del universo nos resucitará para una vida eterna.»
Después se divertían con el tercero. Invitado a sacar la lengua, lo hizo en seguida, y alargó las manos con gran valor. Y habló dignamente:
—«De Dios las recibí, y por sus leyes las desprecio; espero recobrarlas del mismo Dios.»
El rey y su corte se asombraron del valor con que el joven despreciaba los tormentos.
Cuando murió éste, torturaron de modo semejante al cuarto. Y, cuando estaba para morir, dijo:
—«Vale la pena morir a manos de los hombres, cuando se espera que Dios mismo nos resucitará. Tú, en cambio, no resucitarás para la vida.»
Palabra de Dios.


REFLEXIÓN

“LA FIDELIDAD A DIOS MANTIENE AL PUEBLO”

Es impresionante la lectura del texto de Macabeos, sobre todo en un tiempo en el que no se está dispuesto a hacer lo más mínimo si es que no está pagado con dinero. En él aparece una idea muy clara: la ley (la voluntad de Dios) está por encima de todo y a ella, se es fiel hasta la misma muerte; el único motor que hace aguantar es la esperanza de la eternidad que aguarda a los que son fieles a ella.
Nos encontramos en el s. II a. C. cuando Antioco IV pretendió introducir el culto a los dioses griegos entre los judíos, hasta el punto que en el interior del templo de Jerusalén, llegó a levantar una imagen de Zeus el año 167, cosa que supuso una provocación y un fuerte escándalo en la población judía, esto causó un gran dolor para todos los creyentes que le hicieron una fuerte resistencia.
A esta época pertenece el relato de esta familia, que hoy nos presenta la liturgia y que se convierte en el prototipo de lo que hicieron muchas familias y personas creyentes, ante la barrida que se quiso hacer de la fe en Yahvé, que aunque rompieran y dividiesen al pueblo, sin embargo, estos relatos de resistencia sirvieron de modelo y acicate para fidelidad de otros.
El relato es fácil traspasarlo a nuestros tiempos, en donde encuentra su parecido en ambos extremos: en el de la fidelidad, y ahí nos encontramos con todos nuestros mártires, que han presentado resistencia en estos últimos tiempos y siguen haciéndolo; y de la misma manera nos encontramos el modelo de la infidelidad de todos aquellos que han ido traicionando su fe y su pueblo convirtiéndose en instrumentos de desolación, de opresión y de corrupción a todos los niveles.
Es curioso ver cómo la historia se repite y se puede observar como en todas partes, y en todas las culturas existen los parásitos que siempre viven chupando de la situación que se les presenta y en un momento son fieles adictos a un régimen y en el siguiente se convierten en sus peores enemigos. Esta fue también la lacra que tuvo que aguantar el pueblo de Israel.

Salmo responsorial Sal 16, 1. 5‑6. 8 y 15 (R.: l5b)

R. Al despertar me saciaré de tu semblante, Señor.
Señor, escucha mi apelación,
atiende a mis clamores,
presta oído a mi súplica,
que en mis labios no hay engaño. R
R. Al despertar me saciaré de tu semblante, Señor.
Mis pies estuvieron firmes en tus caminos,
y no vacilaron mis pasos.
Yo te invoco porque tú me respondes,
Dios mío; inclina el oído
y escucha mis palabras. R.
R. Al despertar me saciaré de tu semblante, Señor.
Guárdame como a las niñas de tus ojos,
a la sombra de tus alas escóndeme.
Yo con mi apelación vengo a tu presencia,
y al despertar me saciaré de tu semblante. R.
R. Al despertar me saciaré de tu semblante, Señor.

SEGUNDA LECTURA

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses 2, 16 -3,5
El Señor os dé fuerza para toda clase de palabras y de obras buenas

Hermanos:
Que Jesucristo, nuestro Señor, y Dios, nuestro Padre, que nos ha amado tanto y nos ha regalado un consuelo permanente y una gran esperanza, os consuele internamente y os dé fuerza para toda clase de palabras y de obras buenas.
Por lo demás, hermanos, rezad por nosotros, para que la palabra de Dios siga el avance glorioso que comenzó entre vosotros, y para que nos libre de los hombres perversos y malvados, porque la fe no es de todos.
El Señor, que es fiel, os dará fuerzas y os librará del Maligno.
Por el Señor, estamos seguros de que ya cumplís y seguiréis cumpliendo todo lo que os hemos enseñado.
Que el Señor dirija vuestro corazón, para que améis a Dios y tengáis la constancia de Cristo.
Palabra de Dios.

REFLEXIÓN

“MANTENER LA COHERENCIA EN COMUNIÓN”

En el capítulo 1º de la carta a los Tesalonicenses S. Pablo planteaba la derrota final del mal y, le pedía a la comunidad que se mantuvieran fieles, con la seguridad de que Dios no falla; ahora da gracias a Dios porque constata que en Tesalónicas hay una comunidad fuerte, que es signo de esa fidelidad y de la grandeza de Dios y se alegra aún más al pensar que él ha sido el instrumento que Dios ha escogido para que se dé este hecho y, por eso les pide que rueguen por él, para que no se canse en la lucha por la extensión del reino y el Señor lo libre de todos los peligros que le acosan.
Por otro lado, sigue insistiéndoles en la fidelidad a todo lo que han recibido, que es lo que los mantendrá unidos. Por esto, él pide para que el mismo espíritu y la misma esperanza que lo sostienen a él, sean lo que sostiene también a la comunidad..
En este ambiente de confianza, comunión y fraternidad, les pide que oren por él para que no se venga abajo frente a los que le acosan y atentan contra su vida.
Pablo es consciente que el camino es duro: se trata de dar testimonio con la palabra y de confirmarlo con las obras, por tanto, hemos de cuidar las formas de decirlo, y afianzarlo con el comportamiento; que este estilo de vida es dificilísimo sostenerlo manteniendo la coherencia y el enemigo está al acecho para asaltar por todas partes.

Aleluya Ap 1, 5a y 6b
Jesucristo es el primogénito de entre los muertos; a él la gloria y el poder por los siglos de los siglos.

EVANGELIO
Lectura del santo evangelio según san Lucas 20, 27‑38
No es Dios de muertos, sino de vivos

En aquel tiempo, se acercaron a Jesús unos saduceos, que niegan la resurrección, y le preguntaron:
—«Maestro, Moisés nos dejó escrito: Si a uno se le muere su hermano, dejando mujer, pero sin hijos, cásese con la viuda y dé descendencia a su hermano. Pues bien, había siete hermanos: el primero se casó y murió sin hijos. Y el segundo y el tercero se casaron con ella, y así los siete murieron sin dejar hijos. Por último murió la mujer. Cuando llegue la resurrección, ¿de cuál de ellos será la mujer? Porque los siete han estado casados con e11a.»
Jesús les contestó:
—«En esta vida, hombres y mujeres se casan; pero los que sean juzgados dignos de la vida futura y de la resurrección de entre los muertos no se casarán. Pues ya no pueden morir, son como ángeles; son hijos de Dios, porque participan en la resurrección.
Y que resucitan los muertos, el mismo Moisés lo indica en el episodio de la zarza, cuando llama al Señor "Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob". No es Dios de muertos, sino de vivos; porque para él todos están vivos.»
Palabra del Señor.

O bien más breve:

Lectura del santo evangelio según san Lucas 20, 27. 34‑38

En aquel tiempo, dijo Jesús a los saduceos, que niegan la resurrección:
—«En esta vida, hombres y mujeres se casan; pero los que sean juzgados dignos de la vida futura y de la resurrección de entre los muertos no se casarán. Pues ya no pueden morir, son como ángeles; son hijos de Dios, porque participan en la resurrección.
Y que resucitan los muertos, el mismo Moisés lo indica en el episodio de la zarza, cuando llama al Señor "Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob". No es Dios de muertos, sino de vivos; porque para él todos están vivos.»
Palabra del Señor


REFLEXIÓN

“¿EN QUÉ CONFIAMOS Y DE QUIÉN NOS FIAMOS?”

Se acercan a Jesús un grupo de saduceos, (los dueños del capital, que no creen en la resurrección, pues dicen que Dios bendice durante la vida con la riqueza a aquellos que le son fieles, por tanto, si ellos son ricos es porque Dios está contento con ellos).
Ellos, por ley, y por tanto, por la voluntad de Dios, son los auténticos descendientes de Sadoc y tienen derecho a su puesto de poder y a ser casta privilegiada y pudiente, es así como lo ha dispuesto Dios y, si lo ha hecho, ha de ser por algo, si tienen dinero y poder, es porque Dios se lo da, porque está contento y satisfecho con ellos; los demás son unos desgraciados despreciables, entre ellos Jesús, que va a morir sin ni siquiera tener descendencia.
Para los saduceos, lo único que los eterniza son los hijos, que heredarán sus bienes y su poder, éste es la única transcendencia que tiene la vida.
Frente a esta mentalidad materialista de los saduceos, Jesús apela al Dios que aparece en la zarza del Sinaí: es el Dios de los patriarcas, el Dios de la vida, que es el único y gran don que Él da a quien ama, y Jesús se proclama Hijo de ese Dios, que no desciende de la capacidad engendradora que tiene un hombre y, por tanto, no es por ahí por donde Dios bendice, sino por el don de la vida que da a los hombres y la respuesta filial que debemos tener es de agradecimiento, porque no solo nos da la vida, sino que nos ha regalado la resurrección que lleva consigo la vida eterna.
Vivir en Dios, es vivir en el Amor y, “vivir amando” es ser como ángeles, que viven ya en comunión con Dios y, lógicamente, ya en la tierra son expresión viva del futuro glorioso que les espera.
Este lenguaje les resulta extraño e irrisorio a los saduceos, pues para ellos solo tiene valor aquello que se puede pesar, medir y contar en beneficio propio, lo demás, es de ilusos y de locos.
Esta actitud saducea no está lejos de lo que hoy vivimos, a todos los niveles sociales; pero lo triste es que eso mismo se vive a nivel de creyentes cristianos y se quiere tapar la gran mayoría de las veces con ritos y gestos religiosos, dando por resultado una división absurda entre religiosidad y confesión de la fe en Jesucristo, cuando en lo que menos se cree y menos se confía es en Jesucristo y en su proyecto del Reino.