miércoles, 1 de septiembre de 2010

DOMINGO XXIII DEL TIEMPO ORDINARIO -C-


PRIMERA LECTURA


Lectura del libro de la Sabiduría 9, 13‑18
¿Quien comprende lo que Dios quiere?

¿Qué hombre conoce el designio de Dios? ¿Quién comprende lo que Dios quiere?
Los pensamientos de los mortales son mezquinos, y nuestros razonamientos son falibles;
porque el cuerpo mortal es lastre del alma, y la tienda terrestre abruma la mente que medita.
Apenas conocemos las cosas terrenas y con trabajo encontramos lo que está a mano:
pues, ¿quién rastreará las cosas del cielo?
¿Quien conocerá tu designio,
si tú no le das sabiduría, enviando tu santo espíritu desde el cielo?
Sólo así fueron rectos los caminos de los terrestres, los hombres aprendieron lo que te agrada, y la sabiduría los salvó.
Palabra de Dios.


REFLEXIÓN

“LA VERDADERA GRANDEZA DEL HOMBRE”

El pasaje que nos presenta la liturgia de hoy es la última parte de la oración que hace Salomón, en la que pide a Dios sabiduría y sensatez para poder gobernar a su pueblo.
A parte de ser una composición verdaderamente artística y literaria y de una estilística maravillosa, tiene una profundidad enorme, pues al fin y al cabo está centrada en todo el meollo del mensaje del libro de la Sabiduría: la verdadera sabiduría está en la conexión y armonía que tengamos con Dios; la vida auténtica del hombre está en mantener una relación limpia, clara, transparente e íntima con Dios, de forma que en ella pueda verse sin obstáculos la presencia de Dios
Esta relación con Dios es la oración y esa forma de vivir, es la verdadera sabiduría que llena de sentido toda la vida.
No obstante, hay algo en esa relación: el hombre constata su debilidad y su incapacidad para mantenerse: “Si a duras penas conocemos las cosas terrenas y con trabajo encontramos lo que está a mano…” expresión que podríamos traducir nosotros: “si no somos capaces de orientar nuestra vida y ser felices, ¿cómo podemos tener el cinismo de querer indicarle a Dios y decirle lo que tiene que hacer?”
Es necesario aceptar que solo de la mano de Dios seremos capaces de llegar a algún sitio medio interesante, porque la misión a la que Dios nos invita, trasciende todas nuestras posibilidades y por muchos y grandes que sean nuestros valores no son suficientes para responderle a Dios: “¿Quien conocerá tu designio, si tú no le das sabiduría?” Sin embargo, frente a la incapacidad del hombre está la grandeza de Dios, que al dejarnos abrazar por Él, su grandeza nos hace grandes.


Salmo responsorial Sal 89, 3-4. 5‑6. 12‑13. 14 y 17 (R.: 1)

R. Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación.
Tú reduces el hombre a polvo, diciendo:
«Retornad, hijos de Adán.»
Mil años en tu presencia
son un ayer, que pasó;
una vela nocturna. R.
R. Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación.
Los siembras año por año,
como hierba que se renueva:
que florece y se renueva por la mañana,
y por la tarde la siegan y se seca. R.
R. Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación.
Enséñanos a calcular nuestros años,
para que adquiramos un corazón sensato.
Vuélvete, Señor, ¿hasta cuándo?
Ten compasión de tus siervos. R.
R. Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación.
Por la mañana sácianos de tu misericordia,
y toda nuestra vida será alegría y júbilo.
Baje a nosotros la bondad del Señor
y haga prósperas las obras de nuestras manos. R.
R. Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación.


SEGUNDA LECTURA

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a Filemón 9b‑10. 12‑17
Recíbelo, no como esclavo, sino como hermano querido

Querido hermano:
Yo, Pablo, anciano y prisionero por Cristo Jesús, te recomiendo a Onésimo, mi hijo, a quien he engendrado en la prisión; te lo envío como algo de mis entrañas.
Me hubiera gustado retenerlo junto a mí, para que me sirviera en tu lugar, en esta prisión que sufro por el Evangelio; pero no he querido retenerlo sin contar contigo; así me harás este favor, no a la fuerza, sino con libertad.
Quizá se apartó de ti para que lo recobres ahora para siempre; y no como esclavo, sino mucho mejor: como hermano querido.
Si yo lo quiero tanto, cuánto más lo has de querer tú, como hombre y como cristiano.
Si me consideras compañero tuyo, recíbelo a él como a mí mismo.
Palabra de Dios.


REFLEXIÓN

“EL AMOR HACE MILAGROS”

El pasaje es realmente entrañable y de una profundidad que solo el amor puede dar y es capaz de hacer una transformación de este tipo: Onésimo es esclavo de Filemón y se escapa de su amo robándole, con lo que se exponía a la muerte; se acerca a Pablo, que sabe que es amigo de Filemón y puede ayudarle salvándole la vida.
El amor y el buen criterio de Pablo, expresión de la presencia de la sabiduría de Dios en él, van a hacer que el problema se transforme en un acontecimiento vital y en un éxito: Onésimo recupera su libertad y su dignidad de ciudadano libre, aunque sigue haciendo lo mismo y Filemón va a aprender a mirar las cosas y la gente de forma completamente distinta: “Ahí te envío a Onésimo, es como si enviara mi propio corazón… para que lo recuperes, no ya como esclavo…, sino como un hermano muy querido…”
Desde ese momento, Onésimo se siente como un hombre libre, que actúa, no por sometimiento, sino por amor y Filemón ve a su lado, no a un esclavo a quien puede oprimir, sino a un hombre libre, a un hermano, a una persona como él, con toda su dignidad. El amor ha producido el gran milagro
El mirar las cosas así y cambiar la actitud frente a la vida, fue el gran aporte que Jesús dio a la humanidad y el motor que generó todo un cambio en ella.


Aleluya Sal 118, 135
Haz brillar tu rostro sobre tu siervo, enséñame tus leyes.


EVANGELIO


Lectura del santo evangelio según san Lucas 14, 25‑33
El que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío

En aquel tiempo, mucha gente acompañaba a Jesús; él se volvió y les dijo:
—«Si alguno se viene conmigo y no pospone a su padre y a su madre,
y a su mujer y a sus hijos, y a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso
a sí mismo, no puede ser discípulo mío.
Quien no lleve su cruz detrás de mí no puede ser discípulo mío.
Así, ¿quién de vosotros, si quiere construir una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, a ver si tiene para terminarla?
No sea que, si echa los cimientos y no puede acabarla, se pongan a burlarse de él los que miran, diciendo:
"Este hombre empezó a construir y no ha sido capaz de acabar."
¿O qué rey, si va a dar la batalla a otro rey, no se sienta primero a deliberar si con diez mil hombres podrá salir al paso del que le ataca con veinte mil?
Y si no, cuando el otro está todavía lejos, envía legados para pedir condiciones de paz.
Lo mismo vosotros: el que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío.»
Palabra del Señor.


REFLEXIÓN

“JESÚS ES EL HORIZONTE DEL HOMBRE”

La verdadera sabiduría, signo de la presencia de Dios en el hombre, conduce siempre a la libertad y a la felicidad; dejarnos en manos de Dios para alcanzar lo que por nosotros mismos no podríamos –según la primera lectura- y aprender a mirar y a valorar la vida de otra forma, como hace S. Pablo en la segunda lectura, conducen a la libertad del hombre y en concreto a Onésimo y a Filemón.
Jesús es la máxima expresión de esa liberación: que ni el padre, ni la madre, ni el esposo, ni la esposa, ni los hijos, ni los propios intereses particulares… ni nadie nos la pueden dar ni tampoco podemos permitir que nos la quiten amarrándonos, de tal forma que nos impidan responder a la misión que Dios ha establecido para nosotros y en la que nos vamos a realizar y ser felices.
Decir esto hoy, en un mundo como el que vivimos, en donde por todas partes se nos ofrecen ídolos que presumen tener la clave de la libertad que andamos buscando e intentan captar el centro de interés de nuestras vidas para hacerse nuestros guías; en definitiva vamos buscando cada uno nuestro “dios” para encontrarle sentido a lo que hacemos y por lo que luchamos: dinero, seguridad, títulos, fama, prestigio, poder, tranquilidad… afirmar que Jesús es el objetivo supremo de todo hombre y en donde podemos encontrar la libertad que buscamos y el sentido de lo que hacemos, suena a fanatismo.
Pero independientemente de lo que suene o parezca, la realidad se impone y ahí está. Jesús nos provoca y no acepta otros caminos para el hombre. Esto solo se entiende el momento en que nos atrevemos a seguir incondicionalmente a Jesús.
Sigo pensando que es cuestión de que alguien demuestre lo contrario, pues la realidad nos dice que Él es la manifestación de Dios y el proyecto supremo de toda persona, a esto no se puede renunciar.
Por eso, cuando alguien tiene que hacer un proyecto de vida, tiene que calcular y ver hasta qué punto su proyecto particular, está en consonancia o interfiere lo que Dios le pide o tiene pensado para él pues puede convirtiéndose en obstáculo, y nada puede oponerse al proyecto de Dios, que es en definitiva lo más importante para nosotros, pues no hacerlo nos llevaría a la esclavitud: “quien no renuncia a todo lo que tiene, no puede ser discípulo mío”