PRIMERA LECTURA
Lectura de la profecía de Amós 8, 4‑7
Contra los que «compran por dinero al pobre»
Escuchad esto, los que exprimís al pobre, despojáis a los miserables, diciendo:
«¿Cuándo pasará la luna nueva, para vender el trigo, y el sábado, para ofrecer el grano?»
Disminuís la medida, aumentáis el precio, usáis balanzas con trampa,
compráis por dinero al pobre, al mísero por un par de sandalias, vendiendo hasta el salvado del trigo. Jura el Señor por la gloria de Jacob que no olvidará jamás vuestras acciones.
Palabra de Dios
REFLEXIÓN
“LA SOCIEDAD DEL BIENESTAR”
Lectura de la profecía de Amós 8, 4‑7
Contra los que «compran por dinero al pobre»
Escuchad esto, los que exprimís al pobre, despojáis a los miserables, diciendo:
«¿Cuándo pasará la luna nueva, para vender el trigo, y el sábado, para ofrecer el grano?»
Disminuís la medida, aumentáis el precio, usáis balanzas con trampa,
compráis por dinero al pobre, al mísero por un par de sandalias, vendiendo hasta el salvado del trigo. Jura el Señor por la gloria de Jacob que no olvidará jamás vuestras acciones.
Palabra de Dios
REFLEXIÓN
“LA SOCIEDAD DEL BIENESTAR”
El cuadro que dibuja el profeta Amos de la sociedad de su tiempo en Samaria en los días de Jeroboan es perfectamente asimilable al momento que vivimos de una sociedad de consumo que ha llegado a una esquizofrenia colectiva en donde el “tener”, el “consumir”, el “usar y el tirar”, se ha convertido en norma de vida que se aplica a todos los niveles.
Amos es un hombre que llega del campo, donde se las ven y se las desean para poder sobrevivir y se encuentra con una sociedad en la que los pobres no tienen cabida, pues no pueden responder a las demandas; una sociedad en las que las reglas de un juego justo han desaparecido: lo único que interesa es ganar dinero vaciando los bolsillos de los pobres y para ello se utilizan todos los atropellos posibles: trucar las balanzas, bajar los salarios, subir los impuestos, aumentar el precio de las cosas, cambiar la calidad… y este ritmo es tan frenético que ya se ha impuesto sobre las celebraciones de la vida y de la fraternidad del pueblo: están deseando que pase el sábado para vender…
Como podemos ver, es un cuadro perfecto de la sociedad de consumo o del “bienestar” de unos pocos que se monta en la ignorancia y en la ceguera de la masa.
Lógicamente, en un sistema así, los que pagan todos los platos rotos y los que no pueden vivir, son siempre los mismos: los que no tienen capacidad física o económica y para poder sobrevivir se tienen que vender como esclavos y vivir toda la vida juntando dinero para los negociantes.
Como he dicho antes, podríamos hacer una versión del cuadro casi al pie de la letra de los tiempos que vivimos.
Al final queda la sentencia del profeta que sigue teniendo para nosotros un eco especial: “El Señor lo ha jurado, por el honor de Jacob,: nunca olvidaré lo que han hecho”. ¿Es que el sistema que hemos montado está abocado a la ruina y a la muerte? ¡Pues yo creo que sí! Y lo que aparece seguro es que no tiene la aprobación de Dios por más que contemporicemos e intentemos buscarle todas sus bondades.
Salmo responsorial Sal 112, 1‑2. 4‑6. 7‑8 (R.: cf. la y 7b)
R. Alabad al Señor, que alza al pobre.
Alabad, siervos del Señor,
alabad el nombre del Señor.
Bendito sea el nombre del Señor,
ahora y por siempre. R.
R. Alabad al Señor, que alza al pobre.
El Señor se eleva sobre todos los pueblos,
su gloria sobre los cielos.
¿Quién como el Señor, Dios nuestro,
que se eleva en su trono y se abaja
para mirar al cielo y a la tierra? R.
R. Alabad al Señor, que alza al pobre.
Levanta del polvo al desvalido,
alza de la basura al pobre,
para sentarlo con los príncipes,
los príncipes de su pueblo. R.
R. Alabad al Señor, que alza al pobre.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a Timoteo 2, 1‑8
Que se hagan oraciones por todos los hombres a Dios, que quiere que todos se salven
Querido hermano:
Te ruego, lo primero de todo, que hagáis oraciones, plegarias, súplicas, acciones de gracias por todos los hombres, por los reyes y por todos los que ocupan cargos, para que podamos llevar una vida tranquila y apacible, con toda piedad y decoro.
Eso es bueno y grato ante los ojos de nuestro Salvador, Dios, que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad.
Pues Dios es uno, y uno solo es el mediador entre Dios y los hombres, el hombre Cristo Jesús, que se entregó en rescate por todos: éste es el testimonio en el tiempo apropiado: para él estoy puesto como anunciador y apóstol —digo la verdad, no miento—, maestro de los gentiles en fe y verdad.
Quiero que sean los hombres los que recen en cualquier lugar, alzando las manos limpias de ira y divisiones.
Palabra de Dios.
REFLEXIÓN
“LA AMISTAD Y LA FIDELIDAD A DIOS”
En momentos anteriores, la liturgia nos presentaba el pasaje del Éxodo 32,7-11 en el que Moisés aparecía intercediendo ante Dios por su pueblo, al que Dios se había escogido y, Dios, por la amistad que le unía a Moisés, depone el castigo que el pueblo merece y está pidiendo con su conducta, pero ante la petición de Moisés, se impone la misericordia por encima de la justicia.
Ahora es Pablo quien le recuerda a Timoteo que la iglesia debe ocupar el puesto de Moisés y hacer de intercesora frente al desvarío de los reyes, de los gobernantes, de los políticos, que están llevando a la deriva al pueblo y, la iglesia, antes de interceder por ella misma, para poder mantenerse en medio del vendaval, debe rogar por los que llevan las riendas, para que se conviertan y ejerzan el ministerio del servicio que el pueblo les ha encomendado y establezcan la justicia entre los hombres.
Para que esto pueda darse, se supone que la iglesia vive la misma condición de amistad y fidelidad que tenía Moisés en el cumplimiento de la norma del Señor. El problema se presenta justamente cuando es la misma iglesia la que necesita de la oración y de la súplica, para mantenerse en la fidelidad; cuando esto se da, entonces se ha perdido, incluso, el sentido de su existencia.
Aleluya 2 Co 8, 9
Jesucristo, siendo rico, se hizo pobre, para enriqueceros con su pobreza.
EVANGELIO
Lectura del santo evangelio según san Lucas 16, 1‑13
No podéis servir a Dios y al dinero
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
—«Un hombre rico tenía un administrador, y le llegó la denuncia de que derrochaba sus bienes.
Entonces lo llamó y le dijo:
"¿Qué es eso que me cuentan de ti? Entrégame el balance de tu gestión, porque quedas despedido."
El administrador se puso a echar sus cálculos:
"¿Qué voy a hacer ahora que mi amo me quita el empleo? Para cavar no tengo fuerzas; mendigar me da vergüenza. Ya sé lo que voy a hacer para que, cuando me echen de la administración, encuentre quien me reciba en su casa."
Fue llamando uno a uno a los deudores de su amo y dijo al primero: "¿Cuánto debes a mi amo?"
Éste respondió:
"Cien barriles de aceite."
É1 le dijo:
"Aquí está tu recibo; aprisa, siéntate y escribe cincuenta."
Luego dijo a otro:
"Y tú, ¿cuánto debes?"
É1 contestó:
"Cien fanegas de trigo."
Le dijo:
"Aquí está tu recibo, escribe ochenta."
Y el amo felicitó al administrador injusto, por la astucia con que había procedido. Ciertamente, los hijos de este mundo son más astutos con su gente que los hijos de la luz.
Y yo os digo: Ganaos amigos con el dinero injusto, para que, cuando os falte, os reciban en las moradas eternas.
El que es de fiar en lo menudo también en lo importante es de fiar; el que no es honrado en lo menudo tampoco en lo importante es honrado.
Si no fuisteis de fiar en el injusto dinero, ¿quién os confiará lo que vale de veras? Si no fuisteis de fiar en lo ajeno, ¿lo vuestro, quién os lo dará?
Ningún siervo puede servir a dos amos, porque, o bien aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero.»
Palabra del Señor.
O bien más breve:
Lectura del santo evangelio según san Lucas 16, 10‑13
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
— «El que es de fiar en lo menudo también en lo importante es de fiar; el que no es honrado en lo menudo tampoco en lo importante es honrado.
Si no fuisteis de fiar en el injusto dinero, ¿quién os confiará lo que vale de veras? Si no fuisteis de fiar en lo ajeno, ¿lo vuestro, quién os lo dará?
Ningún siervo puede servir a dos amos, porque, o bien aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero.»
Palabra del Señor.
REFLEXIÓN
“NO PODÉIS SERVIR A DIOS Y AL DINERO”
S. Lucas afronta, justamente, el problema que suele darse: los hijos de la luz no son lo suficientemente sagaces, para aprovecharse de los medios que se ofrecen en el mundo, para emplearlos en potenciar, cuidar y cultivar el bien, ser testigos de Dios que es Amor, Justicia, Verdad, Paz y Fraternidad; esto es lo que los distingue de los hijos de las tinieblas y todo lo que encuentran en el mundo, entre otras cosas el dinero, ha de ser instrumento que les ayude a esta tarea, esto lo deja claro Jesús y es de una contundencia total: “No podéis servir a Dios y al dinero”.
Pero la experiencia nos da otra cosa muy distinta, incluso nos afanamos en reinterpretar la expresión de Jesús y buscar otras aplicaciones, de forma que podamos justificar otras vivencias: seamos sinceros, ¿Quién no tiene experiencias referentes a este tema y que, precisamente, contradicen a Jesús?: líos de familia por temas de dinero, de herencias, inquietudes y rencores por temas de dinero que nos han hecho perder las amistades, enfrentamientos sociales que han llegado a convertirse en problemas graves, que han roto la unidad entre los pueblos y entre los vecinos por el dinero; sentimientos de una tristeza enorme, por habernos encontrado decepcionados porque el dinero estaba por encima de la amistad, el cariño que creíamos…
Y constatamos con tristeza que no suele ser, como Jesús dice, en la gran mayoría de los casos, sino que más bien se pierde de vista lo fundamental y nos dejamos atrapar por la codicia, la avaricia y la soberbia y esto va matando nuestro corazón que, al dejarse atrapar por el dinero, va perdiendo la sensibilidad, se vuelve calculador, desconfiado y se endurece ante el dolor de los demás.
El corazón que se deja invadir por la avaricia, la única fuerza que le motiva a vivir es la codicia y establece la dinámica del “TENER”, con lo que nunca se sentirá satisfecho, sin importarle la necesidad de los demás. Esta es la peor de las miserias; en el corazón del miserable no hay espacio para lo gratuito, para la solidaridad: todo se hace por interés, por eso no entenderá jamás el amor de Dios, que es la expresión máxima de gratuidad
Es curioso constatar que no se hable de este tema dentro de la iglesia y estemos tan preocupados de otras muchas cosas, cuando ésta es la clave de un montón de problemas: la gente se separa de Dios, no tanto por convencimientos ideológicos, sino porque se adhiere al dinero y lo pone como principio de la existencia, no cree en la fraternidad.
Cuando la persona pone como objetivo máximo y único el ganar y su vida gira en torno a la consecución del dinero, que se coloca como última y única meta, porque tiene que vivir mejor, porque tiene que conseguir lo necesario para pagar todo lo que se ha puesto como necesidades… el dinero termina quitando la libertad y ocupando todos los rincones de la persona: el amor, la amistad, la alegría, el disfrutar de la vida, el formarse, el celebrar la vida… todo queda supeditado a la consecución de dinero que exige la obediencia absoluta, que solo se le debe a Dios.
Y aunque nos duela y seamos reacios, y no queramos reconocerlo, no nos queda más remedio que aceptar que hemos montado una sociedad y hemos aceptado un sistema en el que Dios no cabe, hemos puesto otro dios supremo al que no queda más remedio que rendirle culto y someternos a él en obediencia suprema. En este sistema no hay posibilidad ni espacio para el Dios Padre que nos trajo Jesús y, lógicamente, tampoco es posible sentir a los demás como hermanos, sino como enemigos o contrincantes.
La llamada que nos hace hoy la Palabra de Dios es fuerte y comprometedora: ¿En qué dios creo? ¿A qué dios sirvo? ¿En qué dios tengo puesta mi confianza? ¿Qué hago por recuperar la libertad, la fraternidad, la alegría, la solidaridad, la paz que me regaló Dios Padre, que me ama por encima de cualquier otra cosa?