miércoles, 27 de enero de 2010

DOMINGO -IV- DEL T. ORDINARIO -C-


PRIMERA LECTURA


Lectura del libro de Jeremías 1, 4‑5. 17‑19
Te nombré profeta de los gentiles
En los días de Josías, recibí esta palabra del Señor: «Antes de formarte en el vientre, te escogí; antes de que salieras del seno materno, te consagré: te nombré profeta de los gentiles.
Tú cíñete los lomos, ponte en pie y diles lo que yo te mando.
No les tengas miedo, que si no, yo te meteré miedo de ellos.
Mira; yo te convierto hoy en plaza fuerte, en columna de hierro, en muralla de bronce, frente a todo el país: frente a los reyes y príncipes de Judá, frente a los sacerdotes y la gente del campo. Lucharán contra ti, pero no te podrán, porque yo estoy contigo para librarte.» Oráculo del Señor.
Palabra de Dios.


REFLEXIÓN


“SIN DIOS ES IMPOSIBLE”

Ubicamos el momento histórico en que Jeremías siente la llamada de Dios: el pueblo en una gran relajación moral y religiosa, se han perdido todos los valores y el pueblo se ha vuelto hostil a cualquier idea que pueda hablarles de Dios.
Es el momento en que está dándose la caída del reino de Judá. En esta situación Jeremías recibe la llamada de Dios para que vaya a su pueblo y le diga que él tiene la culpa de todo lo que está ocurriendo por dejarse guiar por la relajación moral y religiosa.
Esto le cuesta al profeta una serie de ataques impresionantes. Le va a tocar arrancar, destruir, limpiar, plantar… pero no va a ver crecer ni madurar su obra. Esto es tremendamente duro y se necesita ser arriesgado.
Dios sabe bien que es fuerte lo que le está pidiendo a Jeremías y le promete su ayuda pero le exige que tenga una obediencia total, una confianza absoluta y una disponibilidad total a Él; de no ser así sus enemigos se lo comerán –como se suele decir- “No les tengas miedo, no sea que yo te haga temblar ante ellos, ellos lucharán contra ti pero no te podrán”.
La misión para la que ha sido llamado comporta una gran cercanía e intimidad con Dios que será su único apoyo; el momento en el que se separe de Dios caerá, ya que no podrá sostenerse solo. La fuerza del profeta está en Dios: “Yo estoy contigo para liberarte”.

Salmo responsorial 70, 1‑2. 3-4a. 5‑6ab. 15ab y 17 (R.: cf. 15ab)

R. Mi boca contará tu salvación, Señor.
A ti, Señor, me acojo:
no quede yo derrotado para siempre;
tú que eres justo, líbrame y ponme a salvo,
inclina a mí tu oído, y sálvame. R.
R. Mi boca contará tu salvación, Señor.
Se tu mi roca de refugio,
el alcázar donde me salve,
porque mi peña y mi alcázar eres tú,
Dios mío, líbrame de la mano perversa. R.
R. Mi boca contará tu salvación, Señor.
Porque tú, Dios mío,
fuiste mi esperanza y mi confianza,
Señor, desde mi juventud.
En el vientre materno ya me apoyaba en ti,
en el seno tú me sostenías. R.
R. Mi boca contará tu salvación, Señor.
Mi boca contará tu auxilio,
y todo el día tu salvación.
Dios mío, me instruiste desde mi juventud,
y hasta hoy relato tus maravillas. R.
R. Mi boca contará tu salvación, Señor.


SEGUNDA LECTURA


Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 12, 31‑13, 13
Quedan la fe, la esperanza, el amor; la más grande es el amor
Hermanos: Ambicionad los carismas mejores. Y aún os voy a mostrar un camino excepcional.
Ya podría yo hablar las lenguas de los hombres y de los ángeles; si no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o unos platillos que aturden.
Ya podría tener el don de profecía y conocer todos los secretos y todo el saber, podría tener fe como para mover montañas; si no tengo amor, no soy nada.
Podría repartir en limosnas todo lo que tengo y aun dejarme quemar vivo; si no tengo amor, de nada me sirve.
El amor es paciente, afable; no tiene envidia; no presume ni se engríe; no es mal educado ni egoísta; no se irrita; no lleva cuentas del mal; no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad.
Disculpa sin limites, cree sin límites, espera sin límites, aguanta sin límites.
El amor no pasa nunca.
¿El don de profecía?, se acabará. ¿El don de lenguas?, enmudecerá. ¿El saber?, se acabará.
Porque limitado es nuestro saber y limitada es nuestra profecía; pero, cuando venga lo perfecto, lo limitado se acabará.
Cuando yo era niño, hablaba como un niño, sentía como un niño, razonaba como un niño. Cuando me hice un hombre acabé con las cosas de niño.
Ahora vemos confusamente en un espejo; entonces veremos cara a cara. Mi conocer es por ahora limitado; entonces podré conocer como Dios me conoce.
En una palabra: quedan la fe, la esperanza, el amor: estas tres. La más grande es el amor.
Palabra de Dios.


REFLEXIÓN


“DESCOMPLICAR LA VIDA”

Pablo ha dejado bien claro cuál es el principio fundamental que ayudará a que el “cuerpo” se mantenga vivo y sano: la UNIDAD y para ello, cada miembro ha de actuar pensando en el beneficio de los demás; la única forma de hacer esto y la única motivación por la que se puede actuar así, será el AMOR, pero un amor que no es algo que podemos encontrarnos o comprar en cualquier sitio, sino que es la respuesta que damos ante el trato que Cristo ha tenido con nosotros.
La comunidad de Corinto se distingue por ser viva u fuerte en la vivencia y el desarrollo de los carismas y cada uno quiere realizar una función cuanto más importante mejor; como actitud es muy buena, ante esta preocupación, Pablo deja bien sentado cuál es el carisma más importante que va a constituirse en motor de todos los demás: EL AMOR. (agape)
Pablo hace un canto al AMOR precioso que no es sino la puesta en practica del mandamiento que Cristo nos dejó despojado por completo de todas las estructuras y condiciones que se le suelen poner: el amor que es paciente, bondadoso, sin orgullo ni jactancias. Es amable, no es egoísta ni se irrita, ni lleva cuentas del mal, se alegra en la Verdad; lo excusa, lo cree, lo espera y lo aguanto todo… El amor descomplica lo enrevesado y lo simplifica todo, porque la verdad es siempre lo más simple y sencillo.
Este don está por encima de todos y sin él no es posible realizar ninguna función dentro del cuerpo de la iglesia.
El día que la iglesia entera (cuerpo de Cristo) se convenza que sin este don, principio y fundamento de ella (“En esto conocerán que sois de los míos” Jn. 13,35) no puede tener una palabra creíble y un amor que se sale de las estructuras y se acerca al hombre, tal como hizo Jesús.

Aleluya Lc 4, 18
El Señor me ha enviado para anunciar el Evangelio a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad.


EVANGELIO

Lectura del santo evangelio según san Lucas 4, 21‑30
Jesús, como Elías y Eliseo, no es enviado sólo a los judíos

En aquel tiempo, comenzó Jesús a decir en la sinagoga: -“Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír.”
Y todos le expresaban su aprobación y se admiraban de las palabras de gracia que salían de sus labios.
Y decían: -“¿No es éste el hijo de José?”
Y Jesús les dijo: -“Sin duda me recitaréis aquel refrán: "Médico, cúrate a ti mismo"; haz también aquí en tu tierra lo que hemos oído que has hecho en Cafarnaún.”
Y añadió: -“Os aseguro que ningún profeta es bien mirado en su tierra. Os garantizo que en Israel había muchas viudas en tiempos de Elías, cuando estuvo cerrado el cielo tres años y seis meses, y hubo una gran hambre en todo el país; sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, más que a una viuda de Sarepta, en el territorio de Sidón. Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo; sin embargo, ninguno de ellos fue curado, más que Naamán, el sirio.”
Al oír esto, todos en la sinagoga se pusieron furiosos y, levantándose, lo empujaron fuera del pueblo hasta un barranco del monte en donde se alzaba su pueblo, con intención de despeñarlo. Pero Jesús se abrió paso entre ellos y se alejaba.
Palabra del Señor.


REFLEXIÓN

DECLARACIÓN DEL AÑO JUBILAR”
Jesús entra en la sinagoga de su pueblo, como tenía por costumbre cada sábado. Todos lo conocen desde pequeño, allí están todos sus amigos y amigas, sus parientes; todos conocen a su familia y saben de dónde viene; cuando termina de leer el texto de Isaías, que le ha ofrecido el rabino, en donde se proclama el jubileo, Jesús se levanta sintiéndose el “goel” (el pregonero que anuncia) y hace una lectura actualizada del pasaje; todos se quedan extrañados: Jesús considera que están en una situación de hundimiento total, no tienen ya otra esperanza y no les queda más remedio que apelar a Dios, que es el sentido del jubileo: cuando ya no quedan más recursos, pues la ley se pone de parte de los explotadores, queda todavía el último: el pueblo eleva el recurso a Dios que es la última y suprema instancia; Jesús siente que ese recurso ha llegado a Dios, que lo ha escuchado y el signo evidente de que es así, es que Él se encuentra entre ellos y está dispuesto a llevarlo adelante, ya que él se siente lleno de ese espíritu de liberación.
Pero resulta que Jesús no responde a la imagen que ellos tienen de profeta: no ha sido consagrado por nadie, no ha sido elegido por nadie, no es sacerdote del templo, ni doctor en leyes… su autoridad se apoya solo en Dios.
El pueblo se ha acomodado a otra estructura y se ha olvidado ya de los antiguos profetas, aunque siga leyéndolos y proclamándolos, pero están fuera del corazón, éste ha sido ocupado por otras voces y por otras propuestas.
El grito de liberación que anuncia Jesús no es aceptado por sus vecinos, ellos prefieren otra cosa y no a alguien que les quiera comprometer a un cambio, más bien se quedan escépticos e incluso se le ponen en contra y lo expulsan del pueblo. Dice el narrador que Jesús se abrió paso entre ellos y se alejaba. Se quedaron sin profeta. Exactamente lo mismo que le pasó al profeta Jeremías, el pueblo no está dispuesto a hacer cambios en sus vidas.
La gente se queda más bien en lo accidental: “¿Pero no es éste el hijo de José? ¿Por quién se tiene?. Ellos esperan signos portentosos que indiquen la presencia del Mesías, pero a Jesús lo llevan viendo treinta años entre ellos y no le encuentran nada de especial. La verdad que les anuncia Jesús no coincide con las expectativas que ellos tienen.
La historia se sigue repitiendo: cuando la religión se acomoda al sistema y sus intereses se confunden, entonces ya no es Dios quien ilumina y el profeta denuncia el autoengaño en el que entramos, entonces molesta y se le expulsa porque resulta molesto, no nos deja acomodarnos y, el pueblo que expulsa a sus profetas, está condenado a morir en el silencio y en el gregarismo, convirtiéndose en una masa informe en manos de los oportunistas de turno, que con cuatro promesas y cuatro migajas lo conforma y lo estruja hasta quitarle la vida y destruirlo.
El gran problema que tal vez tenemos hoy en la iglesia es éste: hemos olvidado la dimensión profética de Jesús y de la iglesia y vivimos demasiado preocupados en adaptarnos al sistema que hay establecido. Incluso estamos viendo que ya no se puede seguir como teníamos costumbre y pedimos sacerdotes para que nada se mueva y todo continúe, pero no nos hacen gracia los profetas, no sentimos la necesidad de ellos, estamos muy cómodos. Una iglesia que no necesita de los profetas se queda sin ellos y se tiene que acomodar al amparo del orden establecido y no a las directrices de Dios