martes, 16 de septiembre de 2008

DOMINGO VEINTICINCO del T. O -A-



Lectura del profeta Isaías 55,6‑9
Mis planes no son vuestros planes

Buscad al Señor mientras se le encuentra, invocadlo mientras está cerca; que el malvado abandone su camino, y el criminal sus planes; que regrese al Señor, y él tendrá piedad, a nuestro Dios, que es rico en perdón. Mis planes no son vuestros planes, vuestros caminos no son mis caminos ‑ oráculo del Señor ‑. Como el cielo es más alto que la tierra, mis caminos son más altos que los vuestros, mis planes, que vuestros planes.
Palabra de Dios

REFLEXIÓN

“DIVERGENCIA EN EL SER Y EN EL PENSAR”

Israel acaba de salir del destierro, ha vuelto de Babilonia y allí se ha hecho una imagen de un Dios que no responde en absoluto a la verdad: ellos han fabricado una imagen de Dios hecho a su medida y de acuerdo a sus esquemas, pero esto no es válido pues ellos se han hecho una imagen de un Dios lejano, despreocupado de la vida del hombre, un Dios castigador que los ha llevado al destierro o ha permitido que se los lleven, un Dios que actúa de forma parecida a la de los hombres.
El profeta invita a dar un cambio, pues con esa manera que tienen de pensar y de actuar no van a poder sentir la presencia de Dios cercano y comprometido con sus vidas. No queda más remedio que dejar los caminos que se han cogido y las formas de pensar que se han tenido: “que el malvado abandone su camino, y el criminal sus planes” esto va a dar lugar a un cambio radical en la existencia de todos, pues van a sentir a su lado a un Dios que es perdón y misericordia y esto va a dar fuerzas y sentido para todo el cambio que tienen que hacer para construir este Pueblo Nuevo.
Efectivamente, están muy lejos de los caminos y de los planes de Dios: mientras ellos están desmoralizados y perdidos, sintiendo a Dios que los ha abandonado, Dios está cercano: metido en sus cosas del día a día, en su camino y también sus mentes y en sus corazones: en sus planes, pero están ciegos y no lo ven, son ellos los que andan distantes y por eso pide la vuelta al Señor si es que quieren hacer algo.
Hoy suenan como un eco de infinito la voz de miles de hombres y mujeres que desde la cercanía de Dios siguen gritando al mundo que se abandone el camino que se ha cogido contrario a los planes de vida y de fraternidad que Dios tiene para los hombres, pero esto tiene que hacerse a través de un cambio radical de pensamiento y de conducta basados en el amor y la justicia y no en la avaricia y el atropello.
En el refrán popular decimos: “La ocasión la pintan calva y hay que cogerla por los pelos”; siento que el Señor nos está invitando a no dejar las posibilidades que tenemos de ese cambio mientras se nos presentan, porque cuando pasan, ya no vuelve más esa posibilidad. Después, ya solo queda el llanto y el lamento por lo que pudo ser y no fue.

Salmo responsorial: 144

Cerca está el Señor de los que lo invocan.
Día tras día, te bendeciré /
y alabaré tu nombre por siempre jamás. /
Grande es el Señor, merece toda alabanza, /
es incalculable su grandeza.
Cerca está el Señor de los que lo invocan.
El Señor es clemente y misericordioso, /
lento a la cólera y rico en piedad; /
el Señor es bueno con todos, /
es cariñoso con todas sus criaturas.
Cerca está el Señor de los que lo invocan.
El Señor es justo en todos sus caminos, /
es bondadoso en todas sus acciones; /
cerca está el Señor de los que lo invocan, /
de los que lo invocan sinceramente.
Cerca está el Señor de los que lo invocan.

Lectura de la carta del apóstol S. Pablo a los Filipenses 1,20c‑24.27a
Para mí la vida es Cristo

Hermanos: Cristo será glorificado abiertamente en mi cuerpo, sea por mi vida o por mi muerte. Para mí la vida es Cristo, y una ganancia el morir. Pero, si el vivir esta vida mortal me supone trabajo fructífero, no sé qué escoger. Me encuentro en ese dilema: por un lado, deseo partir para estar con Cristo, que es con mucho lo mejor; pero, por otro, quedarme en esta vida veo que es más necesario para vosotros. Lo importante es que vosotros llevéis una vida digna del Evangelio de Cristo.
Palabra de Dios

REFLEXIÓN

“VIVIR LA VIDA CON SENTIDO”
Pablo está en la cárcel por el evangelio que está predicando, se da perfecta cuenta de lo peligroso que resulta, ya que la gente vive a espaldas de Jesucristo y su persona la rechazan porque los denuncia. Sabe que esto le puede costar la vida y lo tiene asumido, pero sabe que su vida no tiene otro sentido que ser signo para el mundo de la presencia de Jesucristo, del reino, que es el único horizonte que existe.
Para Pablo todo ha cobrado un nuevo sentido desde que conoció a Jesucristo, ahora sabe que muera o viva, su persona va a ser lugar de manifestación y de encuentro con Jesucristo. Para Pablo la vida y la muerte han recuperado una dimensión completamente nueva: se trata de hacer presente y visible aquello que va a ser destino supremo de su existencia ¿para qué perder el tiempo en cosas que no van a servir para nada y se van a tener que quedar como inútiles?
Por otro lado entiende que su vida no tiene otro sentido que emplearla por Cristo, por eso, si sigue viviendo lo considera bueno pues seguirá trabajando por la causa de Jesús y será un bien para todos, pero si lo matan, su muerte va a ser el mejor sello del trabajo realizado por Cristo, por tanto, lo maten o lo dejen vivir será siempre un bien



Lectura del santo evangelio según S. Mateo 20,1‑16
¿Vas a tener tú envidia porque soy bueno?

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: "El reino de los cielos se parece a un propietario que al amanecer salió a contratar jornaleros para su viña. Después de ajustarse con ellos en un denario por jornada, los mandó a la viña. Salió otra vez a media mañana, vio a otros que estaban en la plaza sin trabajo, y les dijo: "Id también vosotros a mi viña, y os pagaré lo debido." Ellos fueron. Salió de nuevo hacia mediodía y a media tarde e hizo lo mismo. Salió al caer la tarde y encontró a otros, parados, y les dijo: "¿Cómo es que estáis aquí el día entero sin trabajar?" Le respondieron: "Nadie nos ha contratado." Él les dijo: "Id también vosotros a mi viña." Cuando oscureció, el dueño de la viña dijo al capataz: "Llama a los jornaleros y págales el jornal, empezando por los últimos y acabando por los primeros." Vinieron los del atardecer y recibieron un denario cada uno. Cuando llegaron los primeros, pensaban que recibirían más, pero ellos también recibieron un denario cada uno. Entonces se pusieron a protestar contra el amo: "Estos últimos han trabajado sólo una hora, y los has tratado igual que a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el bochorno." Él replicó a uno de ellos: "Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No nos ajustamos en un denario? Toma lo tuyo y vete. Quiero darle a este último igual que a ti. ¿Es que no tengo libertad para hacer lo que quiera en mis asuntos? ¿O vas a tener tú envidia por que yo soy bueno?" Así, los últimos serán los primeros y los primeros los últimos."
Palabra deL Señor

REFLEXIÓN

“SENTIRSE DUEÑOS O ASALARIADOS”
A la hora de acercarme a este texto en el que Jesús desconcierta, pues nos deja completamente fuera de juego al romper nuestros esquemas de justicia distributiva ( dar a cada uno lo que legalmente le pertenece), al atacar nuestro sentido de la dignidad y del “respeto”… todo esto se nos viene abajo frente a la postura de Jesús: El dueño de la viña, que es Dios Padre, no tiene en cuenta el que se vayan a aprovechar de Él, el que no se realice lo legalmente correcto: se da a cada uno lo que le corresponde por su trabajo; va a dar lugar a que se establezcan diferencias y, sobre todo no va a realizar la justicia ya que unos se han estado fastidiando durante todo el día mientras que otros han estado a penas una hora y todos sienten el fastidio: “si lo sé me voy a última hora”… y llegan a creer que se les ha hecho una injusticia.
Esta postura denota una falta total de valoración de lo que significa trabajar y emplear la vida por el reino (la Viña)
La parábola deja al descubierto la diferencia tan abismal que existe entre nuestra manera de ver las cosas y la forma que tiene Dios, entre nuestros criterios de valoración y los de Dios entre nuestra forma de medir y la que tiene Dios: nosotros miramos lo “políticamente correcto”, lo que marca la ley, lo que nos puede justificar, pero Dios no mira lo que nos merecemos, lo que legalmente nos pertenece, porque a los pobres, a los desechados, a los que la vida les cerró las puertas, la ley no les reconoce nada, y con nuestros esquemas se quedarían en la calle, sin comer, sin derecho a vivir, por eso Dios no mira lo que se nos debe, sino lo que necesitamos independientemente de lo que hagamos.
Por otro lado, la gran desilusión de Dios está en ver cómo nosotros concebimos el trabajar por el reino: esos que decimos que creemos, que nos tenemos por buenos, como el hijo mayor de la parábola, que nunca había roto un plato y a la hora de la verdad se siente decepcionado de no haberlo hecho porque considera que haber estado junto al Padre, gozando de su presencia, de su cariño de su seguridad, de su trabajo por la casa… eso lo considera como un fastidio, como una carga, como un trabajo que merece recompensa … y no se siente como un don, como un bien del que se está gozando y que los de la última hora no han tenido la posibilidad, pero no lo consideran así y lo convierten en una protesta y en una reivindicación en lugar de una acción de gracias.
Algo así como si le protestáramos a Dios y le pidiéramos recompensa por la cerveza que nos dejamos de tomar durante el rato que fuimos a misa un domingo, por la fidelidad que le guardamos a la esposa o al marido y la dedicación que tuvimos a los hijos; por habernos preocupado de llevar nuestros hijos a la catequesis o haberlos llevado con nosotros a la Eucaristía y haber aguantado al cura los cinco o diez minutos que a la semana nos dio de sermón; o por habernos confesado de los fallos que cometimos y obtuvimos su perdón… nada de eso lo consideramos como un regalo, como el gran bien que recibimos y en cambio consideramos que el haber estado retirados de Dios, fuera de su influencia, apartados de la paz, de la alegría, de la fraternidad… eso ha sido vivir la vida a lo grande.
Se siente que trabajar por el reino es algo pesado, duro, fastidiado y no como una gran fortuna que se nos ha dado como el signo más grande de amor.
Si lo pensamos despacio debería ser al contrario: deberíamos ser nosotros los que pidiéramos a Dios que los trate mejor, que nosotros ya hemos recibido bastante y ellos se lo han perdido todo, nosotros hemos podido disfrutar del gozo y la satisfacción de que Dios ha contado con nosotros para su proyecto y hemos estado a su lado sirviendo con dignidad.
Trabajar como asalariados, como el que soporta una carga pesada, es vivir en la esclavitud, es no haber entendido a Jesús, es sentirse extraño en su proyecto, fuera de la casa, gente que solo funciona por interés.