jueves, 12 de junio de 2008

DOMINGO UNDECIMO -T.O. - -A-

Lectura del libro del Éxodo 19,2‑6a

"Seréis para mí un reino de sacerdotes y una nación santa"
En aquellos días, los israelitas llegaron al desierto del Sinaí y acamparon allí, frente al monte. Moisés subió hacia Dios. El Señor lo llamó desde el monte, diciendo: "Así dirás a la casa de Jacob, y esto anunciarás a los israelitas: "Ya habéis visto lo que he hecho con los egipcios, y cómo a vosotros os he llevado sobre alas de águila y os he traído a mí. Ahora, pues, si de veras escucháis mi voz y guardáis mi alianza, vosotros seréis mi propiedad personal entre todos los pueblos, porque mía es toda la tierra; seréis para mí un reino de sacerdotes y una nación santa.

REFLEXIÓN
"LA CERTEZA DE LA PRESENCIA DE DIOS"

El pueblo ha tenido la experiencia de la travesía del desierto y de la salida de Egipto; ha podido experimentar cómo Dios ha estado a su lado sin dejarlos un momento; tienen motivos sobrados para confiar en Él… De todas formas Dios quiere que se les quede bien claro y grabado que está a su lado si es que ellos quieren contar con su ayuda y su presencia y por eso pide a Moisés que les recuerde todo lo que ha pasado: “Ya habéis visto lo que he hecho con los egipcios, y cómo a vosotros os he llevado sobre alas de águila y os he traído a mí.” No quiere que quede la menor duda de su actitud: Él va por delante y ofrece la salvación al pueblo, le da la oportunidad de poder dirigirse personalmente a Dios, sin intermediarios, lo quiere hacer un pueblo de sacerdotes, una nación santa. La oferta es sencillamente fascinante, la respuesta será cosa completamente personal del pueblo, lo mismo que las consecuencias.
Cuando esta situación la trasladamos a nuestros días y vamos sacando todos los flecos de su entramado podemos escuchar las mismas palabras que tienen una actualidad impresionante en momentos de nuestra vida:
-En el sacramento del matrimonio Dios se hace presente para hacer una alianza de amor ofreciéndonos la posibilidad de ser familia santa, sacerdotal, con acceso directo a Dios y a su obra, con la promesa de “llevarnos sobre alas de águila” y hacernos fuertes en las dificultades.
- En el bautismo y en la confirmación, Él nos escoge, nos consagra y nos da su fuerza para que podamos arremeter contra todas las dificultades…
-En la Eucaristía y el perdón se nos ofrece como alimento, como fuerza, como esperanza en la lucha sabiendo que ni las caídas harán que Dios retroceda.
¿Qué más podemos pedir? ¿Qué tendría que hacernos para que nos convenzamos y nos fiemos de Él?


Salmo responsorial: 99

Nosotros somos su pueblo y ovejas de su rebaño.

Aclama al Señor, tierra entera, /
Servid al Señor con alegría, /
entrad en su presencia con vítores, R.
Nosotros somos su pueblo y ovejas de su rebaño.

Sabed que el Señor es Dios: /
que él nos hizo y somos suyos, /
su pueblo y ovejas de su rebaño. R.
Nosotros somos su pueblo y ovejas de su rebaño.

El Señor es bueno, /
su misericordia es eterna, /
su fidelidad por todas las edades. R.
Nosotros somos su pueblo y ovejas de su rebaño.

Lectura de la carta del apóstol S Pablo a los Romanos 5,6‑11
"Si fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, ¡con cuánta más razón seremos salvados por su vida! "

Hermanos: Cuando nosotros todavía estábamos sin fuerza, en el tiempo señalado, Cristo murió por los impíos; en verdad, apenas habrá quien muera por un justo; por un hombre de bien tal vez se atrevería uno a morir; mas la prueba de que Dios nos ama es que Cristo, siendo nosotros todavía pecadores, murió por nosotros. ¡Con cuánta más razón, pues, justificados ahora por su sangre, seremos por él salvos del castigo! Si, cuando éramos enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, ¡con cuánta más razón, estando ya reconciliados, seremos salvos por su vida! Y no sólo eso, sino que también nos gloriamos en Dios, por nuestro Señor Jesucristo, por quien hemos obtenido ahora la reconciliación.

REFLEXIÓN
"NO HAY OTRO CAMINO"
S. Pablo vuelve a recoger el mismo tema que expresa el libro del Éxodo: es importante que no se olvide lo que Dios ha hecho con nosotros: ha actuado hasta de una forma completamente ilógica y contraria a nuestros esquemas, con lo que queda patente el amor tan grande que tiene por el hombre: cuando estábamos en situación de pecado y de oposición a Dios, cuando lo único que merecíamos era el desprecio y el castigo, pues no hicimos méritos para otra cosa, estando así, Dios apostó por nosotros y entregó a su Hijo Único a la muerte para rescatarnos. Mayor prueba de amor no se puede pensar.
Es importante que no olvidemos esto, lo mismo que era importante para los israelitas el que no olvidasen cómo los había sacado de Egipto, pero no obstante, la gente se olvida e incluso llama “salvador” a aquel que, incluso le trajo la muerte y, en cambio, desprecia a Dios.
La situación sigue repitiéndose con la misma actualidad: S. Pablo se lo recuerda a los romanos porque con mucha facilidad lo olvidan todo y se dejan en manos de otras fuerzas, de otros intereses que les traen la muerte y el hundimiento y se olvidan de Dios.
Hoy, todo el mundo busca la felicidad y anda indagando por un lado y por otro, queriendo encontrar en los rincones y recovecos de la vida lo que está en medio de la plaza y a plena luz del día: la Paz y la FELICIDAD es imposible encontrarla y construirla si no es a base de la práctica de la justicia, del amor y de la verdad, y esto no se puede hacer de espaldas y en oposición a Dios.

Lectura del santo evangelio según S. Mateo 9,36‑10,8
"Llamando a sus doce discípulos, los envió"
En aquel tiempo, al ver Jesús a las gentes, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y abandonadas, como ovejas que no tienen pastor. Entonces dijo a sus discípulos: "La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos; rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies." Y llamando a sus doce discípulos, les dio autoridad para expulsar espíritus inmundos y curar toda enfermedad y dolencia. Éstos son los nombres de los doce apóstoles: el primero, Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés; Santiago el Zebedeo, y su hermano Juan; Felipe y Bartolomé, Tomás y Mateo, el publicano; Santiago el Alfeo, y Tadeo; Simón el Celote, y Judas Iscariote, el que lo entregó. A estos doce los envió Jesús con estas instrucciones: "No vayáis a tierra de gentiles, ni entréis en las ciudades de Samaria, sino id a las ovejas descarriadas de Israel. Id y proclamad que el reino de los cielos está cerca. Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, echad demonios. Lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis."

REFLEXIÓN

"UNA FORMA DIFERENTE DE HACER Y DE SER"
Jesús mira la realidad de su pueblo y lo ve perdido, desorientado, explotado, hundido… un pueblo al que le han robado la dignidad y lo han convertido en una masa informe a la que cada uno le da la forma que le conviene y siente una pena enorme. No condena al pueblo, sino que invita a los apóstoles y a los discípulos a que abran los ojos y vean lo que está pasando y la necesidad imperiosa que existe.
Jesús envía a sus discípulos a llevar la esperanza al pueblo: “Id y proclamad que el reino de los cielos está cerca”, pero hay que hacerlo no con demagogia, con intereses, con proselitismo, sino con la verdad y la sencillez que resulta cuando es el amor lo que dirige las cosas y eso se traduce en hechos consoladores: “Curad enfermos” es decir: liberar a las personas de todo aquello que las tiene paralizadas, sometidas, angustiadas, hundidas. Hoy la gente vive llena de todo, pero enferma del alma. Con el sentido de la vida perdido, deprimida.
“Resucitar muertos”: El ambiente actual es de muerte y hay gente instalada en ella, que en su alma ha llegado a creer que la muerte es un bien y hasta un derecho que se tiene. Da una tristeza enorme ver cómo hay gente que se ríe de la esperanza,
“Limpiar leprosos”: La peor de las lepras humanas es aquella en la que la mentira entra en el corazón y es apoyada por la avaricia que te pone la codicia como motor y como horizonte el dinero; la persona la reducimos a monedas y a cheques bancarios. Cuando esto ocurre el corazón del hombre es invadido por la miseria que es la peor de las lepras y la más infecciosa y difícil de de limpiar. La misión de la iglesia será el ayudar a las gentes a vivir con más verdad, sencillez y honradez.
Todo esto solo tiene una forma de hacerse: Lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis.