jueves, 3 de abril de 2008

DOMINGO TERCERO DE PASCUA -A-


PRIMERA LECTURA
No era posible que la muerte lo retuviera bajo su dominio

Lectura de los Hechos de los Apóstoles 2, 14. 22‑28

El día de Pentecostés, se presentó Pedro con los once, levantó la voz y dirigió la palabra:
Escuchadme, israelitas: Os hablo de Jesús Nazareno, el hombre que Dios acreditó ante vosotros realizando por su medio los milagros, signos y prodigios que conocéis. Conforme al plan previsto y sancionado por Dios, os lo entregaron, y vosotros, por mano de paganos, lo matasteis en una cruz. Pero Dios lo resucitó rompiendo las ataduras de la muerte; no era posible que la muerte lo retuviera bajo su dominio, pues David dice:
Tengo siempre presente al Señor, con él a mi derecha no vacilaré.
Por eso se me alegra el corazón, exulta mi lengua y mi carne descansa esperanzada.
Porque no me entregarás a la muerte ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción.
Me has enseñado el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia.

Palabra de Dios.

REFLEXIÓN
A parte de toda la estructura del discurso de Pedro y de su composición literaria, hay algo que resalta a primera vista: Pedro, con los demás compañeros ha vivido una experiencia que le ha dejado marcado: al lado de Jesús él ha visto cómo ha pasado haciendo el bien, curando a los enfermos, acogiendo a todo el mundo, apoyando a los caídos… ha visto y ha estado al lado de Jesús cuando se las ha jugado por la gente que estaba acorralada y ha salido al frente de los que no podían defenderse. Todas esas cosas están fuera de cualquier contemplación o interpretación política y ellos, como respuesta, le han dado la cru; ni siquiera han sido capaces de enfrentarse cara a cara y lo han puesto en manos de paganos, pues no han sido capaces de enfrentarse a la verdad y han actuado no solo de forma criminal, sino como auténticos cobardes.
Esta experiencia vivida a dos niveles: el que ha experimentado con Jesús y el que ha visto en la gente, del que él mismo ha participado negándolo. Esto le ha golpeado tan fuerte que es lo primero que suelta; no se mete en contemplaciones teológicas ni filosóficas, ve como en un cara-cruz la actuación de Cristo y la del pueblo, que también ha sido la suya, lógicamente Dios se ha puesto del lado de Jesús, no podía ser menos, ellos merecen el desprecio de Dios y de los hombres.
Ante esta realidad que grita, no caben excusas ni justificaciones ni pretextos de ningún tipo, lo valiente, lo honrado, lo correcto es reconocer la verdad, que nos hemos equivocado y alegrarnos de que la verdad se imponga por encima de nuestras equivocaciones e intereses.
Pedro no se lanza a hacer demostraciones de ningún tipo, sino a exponer realidades patentes, eso que todos han estado viendo y experimentando y, a pesar de todo, fueron capaces de negarlo y optar por la muerte.
Quizás el grave problema que tenemos la iglesia y los cristianos en general, es la gran preocupación por demostrar la teoría que nos identifica, mientras que Jesús no dejó ningún sistema de ideas ni principios, sino la vida vivida en la entrega del amor y eso no tiene teorías de ningún tipo. Y es por eso que mientras buscamos argumentos y justificaciones, seguimos matando, atropellando y desconociendo a Jesús.

Salmo responsorial Sal 15, 1‑2a y 5. 7‑8. 9‑10. 11

V/. Señor, me enseñarás el sendero de la vida.
(o, Aleluya).

R/. Señor, me enseñarás el sendero de la vida.

V/. Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti; yo digo al Señor: «Tú eres mi bien.»
El Señor es el lote de mi heredad y mi copa, mi suerte está en tu mano.

R/. Señor, me enseñarás el sendero de la vida.

V/. Bendeciré al Señor que me aconseja; hasta de noche me instruye internamente.
Tengo siempre presente al Señor, con él a mi derecha no vacilaré.

R/. Señor, me enseñarás el sendero de la vida.

V/. Por eso se me alegra el corazón, se gozan mis entrañas,
y mi carne descansa serena:
porque no me entregarás a la muerte
ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción.

R/. Señor, me enseñarás el sendero de la vida.

V/. Me enseñarás el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia,
de alegría perpetua a tu derecha.

R/. Señor, me enseñarás el sendero de la vida.

SEGUNDA LECTURA
Habéis sido redimidos con la sangre de Cristo, el cordero sin defecto

Lectura de la primera carta del Apóstol San Pedro 1, 17‑21

Queridos hermanos:
Si llamáis Padre al que juzga a cada uno, según sus obras, sin parcialidad, tomad en serio vuestro proceder en esta vida.
Ya sabéis con qué os rescataron de ese proceder inútil recibido de vuestros padres: no con bienes efímeros, con oro o plata, sino a precio de la sangre de Cristo, el cordero sin defecto ni mancha, previsto antes de la creación del mundo y manifestado al final de los tiempos por nuestro bien.
Por Cristo vosotros creéis en Dios, que lo resucitó y le dio gloria, y así habéis puesto en Dios vuestra fe y vuestra esperanza.

Palabra de Dios

REFLEXIÓN
S. Pedro comienza su carta de exhortación a los cristianos recordando algo que debe estar en la mente de todos como punto de partida: estábamos bajo el dominio del rey de las tinieblas, éramos su patrimonio, le pertenecíamos.
Dios Padre ha querido rescatarnos y arrancarnos de su dominio, ha tenido que pagar un precio y mediante ese pago hemos pasado a ser propiedad suya, dominio suyo, y no pertenecemos al rey de las tiniebla sino a Dios Padre.
El precio que ha tenido que pagar por nosotros ha sido la sangre de su Hijo Jesucristo. Con su muerte ha rescatado al hombre y al mundo del dominio del mal. No puede entenderse que vivamos como si estuviéramos bajo el poder de enemigo, sometidos al mal y a la violencia.
No obstante la experiencia nos muestra que el ser humano prefiere vivir en la oscuridad de la muerte antes que en la paz de la luz y de la vida: los hombres prefieren un sistema de explotación en el que uno aplaste y atropelle a mil, en el que se viva la insolidaridad, el odio, el chantaje, la mentira, la corrupción… y si a alguien se le ocurre decir la verdad o gritar contra ese sistema de muerte, los mismos que lo sufren se revelan, de la misma forma que hicieron con Jesús; es una de las grandes contradicciones del ser humano.
Pedro ve que esta es una especie de fuerza innata en el ser humano e invita a la comunidad a estar alerta frente a esta presión interna que llevamos dentro, pues cuando esto no se controla y no se está muy alerta, con facilidad divide y destruye la comunidad



Aleluya Lc 24, 32

Si no se canta, puede omitirse

Aleluya, aleluya.
Señor Jesús, explícanos las Escrituras.
Enciende nuestro corazón mientras nos hablas. Aleluya.

EVANGELIO
Le reconocieron al partir el pan

Lectura del santo Evangelio según San Lucas 24, 13‑35

Dos discípulos de Jesús iban andando aquel mismo día, el primero de la semana, a una aldea llamada Emaús, distante unas dos leguas de Jerusalén; iban comentando todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo.
El les dijo:
— ¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino?
Ellos se detuvieron preocupados. Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le replicó:
— ¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no sabes lo que ha pasado allí estos días?
El les preguntó:
— ¿Qué?
Ellos le contestaron:
—Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras ante Dios y todo el pueblo; cómo lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él fuera el futuro liberador de Israel. Y ya ves, hace dos días que sucedió esto. Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado, pues fueron muy de mañana al sepulcro, no encontraron su cuerpo, e incluso vinieron diciendo que habían visto una aparición de ángeles, que les habían dicho que estaba vivo. Algunos de los nuestros fueron también al sepulcro y lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a él no le vieron.
Entonces Jesús les dijo:
—¡Qué necios y torpes sois para creer lo que anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su gloria?
Y comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas les explicó lo que se refería a él en toda la Escritura.
Ya cerca de la aldea donde iban, él hizo ademán de seguir adelante, pero ellos le apremiaron diciendo:
—Quédate con nosotros porque atardece y el día va de caída.
Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció.
Ellos comentaron:
—¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?
Y levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los once con sus compañeros, que estaban diciendo: Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón. Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.
Palabra del Señor


REFLEXIÓN
Constantemente nos encontramos a gente que está preocupada en explicar cómo fue eso de las apariciones de Jesús: ¿se presentó?, ¿no se presentó?, ¿comió?, ¿no comió?, ¿podía comer?, ¿si comía era material?, ¿si lo pudieron tocar?, ¿se podía ver?... y nos empeñamos en establecer un marco demostrativo lo mismo que hacemos con los elementos químicos o con los experimentos de física en el laboratorio, y es que nos cuesta ir un poco más allá.
Cristo no está encerrado en el esquema de un laboratorio de experimentación, de forma que, dándose los mismos elementos, en una persona se produce una reacción y en otra se produce otra bien distinta. El encuentro con Jesús en la fe es algo completamente incodificable e inexplicable, de la misma manera que es inexplicable el que una persona siga amando con locura a otra que la está explotando y haciéndole la vida imposible.
El texto de S. Lucas expresa con toda claridad lo que decimos: los dos discípulos anduvieron todo el camino con Jesús, les fue explicando las escrituras, estuvieron a su lado toda la tarde y fue en un momento cuando se les abrieron los ojos, se dieron cuenta y les desapareció.
Todo siguió exactamente igual: el camino, la aldea, la gente, la mesa, el pan, el trabajo… sin embargo ya nada se veía igual, todo había cambiado de luminosidad, la vida tenía otro sentido, las cosas tenían otro valor, la historia se leía desde otra perspectiva. ¿Qué ha pasado? Es algo que no se puede explicar. Y cada uno le dará la forma que se le ocurre, pero ninguna explicación es capaz de ajustarse a la realidad.
¿Qué es lo que puede ocurrir en la persona que en un momento ve con claridad algo que le hace orientar su vida en una dimensión y jugarse su existencia sin titubear?
¿Qué sentiría y experimentaría Teresa de Calcuta para ver con tanta claridad el rostro de Jesús en cada hambriento que se muere en las calles de Delhi?
¿Qué experimentaría Francisco de Asís que vive una vida placentera y tiene en sus manos todas las posibilidades para vivir a todo tren y lo abandona todo y se dedica a vivir en las más absoluta pobreza?
¿Qué sintieron tantos millones de hombres y mujeres que fueron capaces de dejarlo todo, incluso las cosas más intimas y entregaron sus vidas fascinados por la causa del reino? ¿Es posible que haya tantos locos en el mundo y que a todos les de por lo mismo?
Y los que se llaman cuerdos… ¿Es que son más felices y construyen un mundo en paz y en solidaridad? Porque lo que se ve con mucha tristeza es que resulta una cordura aquella forma que tenemos de ser, actuar y pensar orientadas para el mal y para la infelicidad.