viernes, 7 de marzo de 2008

DOMINGO QUINTO DE CUARESMA -A-

PRIMERA LECTURA
Os infundiré mi espíritu y viviréis

Lectura del Profeta Ezequiel 37, 12‑14.

Esto dice el Señor:
—Yo mismo abriré vuestros sepulcros, y os haré salir de vuestros sepulcros, pueblo mío, y os traeré a la tierra de Israel.
Y cuando abra vuestros sepulcros y os saque de vuestros sepulcros, pueblo mío, sabréis que soy el Señor: os infundiré mi espíritu y viviréis; os colocaré en vuestra tierra, y sabréis que yo el Señor lo digo y lo hago.
Oráculo del Señor.

Palabra de Dios.

REFLEXIÓN

De la misma manera que en otro momento se enfrenta a la ceguera de los fariseos que sostienen ver con claridad mientras que la ofuscación de la ley y los prejuicios les están impidiendo mirar los ojos de un ciego que han recuperado la visión, ahora el profeta reconoce también que su pueblo ha muerto, ha entrado en la oscuridad del sepulcro, en la frialdad de la muerte y ya no reacciona con nada: se ha perdido la esperanza y las fuerzas para levantarse, ha aceptado como algo absolutamente normal la explotación, el hundimiento, el estar pisoteado y engañado… “es la situación que ha tocado vivir”.
Pero Dios no es un Dios de muertos, de gente resignada a vivir hundida en la esclavitud, Dios no es el sedante que hace que todo permanezca dormido y apagado para evitar que pueda darse un conflicto; es exactamente todo lo contrario: Él va a abrir los sepulcros en los que se ha encerrado al pueblo, Él va a infundir el Espíritu de vida a esos cadáveres que han hecho de cada uno de los componentes de su pueblo.
Esta situación que denuncia el profeta se ha venido repitiendo a través de todos los siglos: los aliados del mal empiezan por matar la esperanza al pueblo, por hacerle que se convenza que no vale la pena luchar, pues no se va a conseguir nada, que lo tienen todo perdido y lo mejor es no complicarse la existencia, pues haga lo que haga va a tener el mismo resultado… Y poco a poco el pueblo se va instalando en una situación de conformismo catastrofista: “es la suerte que le ha tocado vivir” y por turno van llegando los “buitres” saciando sus apetitos en el pueblo que se convierte en eterna carnaza de hienas que por turno lo destrozan.
Esta es la situación de ayer, de hoy y… el profeta se resiste a afirmar que vaya a ser también de mañana, pues en ese mañana Dios va a meter su mano y ahí van a cambiar las cosas. Ante esa esperanza que anuncia el profeta yo siento unas ganas enormes de gritar ¡¡¡ Que sea pronto !!! ¡¡¡Que venga tu reino, pero que se implante ya !!!


Salmo responsorial Sal 129, 1‑2. 3‑4ab. 4c‑6. 7‑8

V/. Del Señor viene la misericordia, la redención copiosa.

R/. Del Señor viene la misericordia, la redención copiosa.

V/. Desde lo hondo a ti grito, Señor; Señor, escucha mi voz: estén tus oídos atentos a la voz de mi súplica.

R/. Del Señor viene la misericordia, la redención copiosa.

V/. Si llevas cuentas de los delitos, Señor, ¿quién podrá resistir?
Pero de ti procede el perdón, y así infundes respeto.

R/. Del Señor viene la misericordia, la redención copiosa.

V/. Mi alma espera en el Señor, espera en su palabra; mi alma aguarda al Señor, más que el centinela la aurora. Aguarde Israel al Señor, como el centinela la aurora.

R/. Del Señor viene la misericordia, la redención copiosa.

V/. Porque del Señor viene la misericordia, la redención copiosa; y él redimirá a Israel de todos sus delitos.

R/. Del Señor viene la misericordia, la redención copiosa.


SEGUNDA LECTURA

El Espíritu del que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros


Lectura de la carta del Apóstol San Pablo a los Romanos 8, 8‑11.

Hermanos :
Los que están en la carne no pueden agradar a Dios.
Pero vosotros no estáis en la carne, sino en el espíritu, ya que el Espíritu de Dios habita en vosotros.
El que no tiene el Espíritu de Cristo no es de Cristo.
Si Cristo está en vosotros, el cuerpo está muerto por el pecado, pero el espíritu vive por la justicia.
Si el Espíritu del que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros, el que resucitó de entre los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales, por el mismo Espíritu que habita en vosotros.
Palabra de Dios


REFLEXIÓN:
La liturgia de este domingo, ya próximo al acontecimiento a la pasión y muerte de Jesús, viene a plantearnos un tema que es central en la vida de todo ser humano: LA MUERTE.
Hay dos grandes verdades que son dos realidades ineludibles: VIDA-MUERTE, cada una es la otra cara de la otra y no existe una sin la otra. Preguntarse por la muerte lleva consigo unida la pregunta por la vida: ¿Por qué he de morir? En consecuencia habría que preguntarse ¿Y por qué he de vivir? Ambas realidades no dependen de nosotros, tampoco se nos pide opinión, no obstante, ambas realidades las podemos vivir de una manera o de otra.
S. Pablo recuerda a los cristianos de Roma que solo hay una forma de vivir con dignidad y, por tanto, de morir, es ateniéndose a la nueva dimensión que nos ha traído Cristo: con nuestro bautismo nos incorporamos a la muerte de Cristo, que es la victoria sobre el pecado; cada día que vivimos es un ir despojándonos de nosotros mismos, un ir muriendo a ese pecado que nos envuelve hasta morir definitivamente en el mismo cuerpo. Cuando esto se ha dado, no hemos hecho otra cosa que ir acercándonos a la meta, al triunfo y la muerte física se convierte en la única y verdadera respuesta a la vida: nacimos para triunfar muriendo.
El espíritu que nació en nosotros el día de nuestra muerte al pecado no fue un espíritu de muerte, sino de vida y resurrección, por tanto, mientras vivimos (morimos) vamos dando frutos del espíritu de resurrección que llevamos dentro, si es que no son frutos de resurrección los que vamos dando es que en nosotros no avanza y crece la vida, sino la muerte.


Versículo antes del Evangelio Jn 11, 25a. 26 Si no se canta, puede omitirse

Yo soy la resurrección y la vida, dice el Señor; el que crece en mí no morirá para siempre.

EVANGELIO

Yo soy la resurrección y la vida El texto entre [ ] puede omitirse por razón de brevedad.

Lectura del santo Evangelio según San Juan 11, 1‑45.

En aquel tiempo, [un cierto Lázaro, de Betania, la aldea de María y de Marta, su hermana, había caído enfermo. (María era la que ungió al Señor con perfume y le enjugó los pies con su cabellera: el enfermo era su hermano Lázaro). ]
Las hermanas le mandaron recado a Jesús, diciendo:
—Señor, tu amigo está enfermo.
Jesús, al oírlo, dijo:
—Esta enfermedad no acabará en la muerte, sino que servirá para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella.
Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro. Cuando se enteró de que estaba enfermo, se quedó todavía dos días en donde estaba.
Sólo entonces dice a sus discípulos:
—Vamos otra vez a Judea. [Los discípulos le replican:
—Maestro, hace poco intentaban apedrearte los judíos, ¿y vas a volver allí?
Jesús contestó:
—¿No tiene el día doce horas? Si uno camina de día, no tropieza, porque ve la luz de este mundo; pero si camina de noche, tropieza, porque le falta la luz.
Dicho esto añadió:
—Lázaro, nuestro amigo, está dormido: voy a despertarlo.
Entonces le dijeron sus discípulos:
—Señor, si duerme, se salvará.
(Jesús se refería a su muerte; en cambio, ellos creyeron que hablaba del sueño natural.)
Entonces Jesús les replicó claramente:
—Lázaro ha muerto, y me alegro por vosotros de que no hayamos estado allí, para que creáis. Y ahora vamos a su casa.
Entonces Tomás, apodado el Mellizo, dijo a los demás discípulos:
—Vamos también nosotros, y muramos con él. ]
Cuando Jesús llegó, Lázaro llevaba ya cuatro días enterrado. [Betania distaba poco de Jerusalén: unos tres kilómetros; y muchos judíos habían ido a ver a Marta y a María, para darles el pésame por su hermano. ] Cuando Marta se enteró de que llegaba Jesús, salió a su encuentro, mientras María se quedaba en casa. Y dijo Marta a Jesús:
—Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano. Pero aún ahora sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá.
Jesús le dijo:
—Tu hermano resucitará.
Marta respondió:
—Sé que resucitará en la resurrección del último día.
Jesús le dice:
—Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre.
¿Crees esto?
Ella le contestó:
—Sí, Señor: yo creo que tu eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo.
[Y dicho esto, fue a llamar a su hermana María, diciéndole en voz baja:
—El Maestro está ahí, y te llama.
Apenas lo oyó, se levantó y salió a donde estaba él: porque Jesús no había entrado todavía en la aldea, sino que estaba aún donde Marta lo había encontrado. Los judíos que estaban con ella en casa consolándola, al ver que María se levantaba y salía deprisa, la siguieron, pensando que iba al sepulcro a llorar allí. Cuando llegó María adonde estaba Jesús, al verlo se echó a sus pies diciéndole:
—Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano. ]
Jesús, [viéndola llorar a ella y viendo llorar a los judíos que la acompañaban, sollozó y] muy conmovido preguntó:
—¿Dónde lo habéis enterrado?
Le contestaron:
—Señor, ven a verlo.
Jesús se echó a llorar. Los judíos comentaban:
—¡Cómo lo quería!
Pero algunos dijeron:
—Y uno que le ha abierto los ojos a un ciego, ¿no podía haber impedido que muriera éste?
Jesús, sollozando de nuevo, llegó a la tumba. (Era una cavidad cubierta con una losa.)
Dijo Jesús:
—Quitad la losa.
Marta, la hermana del muerto, le dijo:
—Señor, ya huele mal, porque lleva cuatro días.
Jesús le dijo:
—¿No te he dicho que, si crees, verás la gloria de Dios?
Entonces quitaron la losa.
Jesús, levantando los ojos a lo alto, dijo:
—Padre, te doy gracias porque me has escuchado; yo sé que tu me escuchas siempre; pero lo digo por la gente que me rodea para que crean que tu me has enviado.
Y dicho esto, gritó con voz potente:
—Lázaro, ven afuera.
El muerto salió, los pies y las manos atados con vendas, y la cara envuelta en un sudario. Jesús les dijo:
—Desatadlo y dejadlo andar.
Y muchos judíos que habían venido a casa de María, al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en él.

Palabra de Dios


REFLEXIÓN
Hay un tema que es fundamental en la vida del ser humano: LA MUERTE. Y lo mismo que nos preguntamos por nuestro origen, también nos preocupa a todos nuestro final, a pesar de lo que digamos y lo que queramos argumentar para autoconvencernos.
¿Qué pasará después de esta vida? Es la pregunta que siempre está en el aire mientras el hombre vive en este mundo.
Se han escrito infinidad de cosas y se ha intentado dar otras tantas respuestas, sin embargo, el hecho sigue ahí presente, esperando una respuesta con una claridad que no quepa la menor duda, pero no hay otra realidad más que la que tenemos y que es tan evidente como la misma vida: una vez atravesado el umbral de la muerte, detrás de es puerta nadie sabe lo que hay y nadie ha vuelto para contarnos lo que encontró; tan solo ha habido en el mundo y en la historia una persona que fue capaz de decir que Él ha vuelto, que el sabe y que Él es el dueño de ese lado de la vida: JESUCRISTO.
Ante esta afirmación no quedan más que dos posturas: o te lo crees, confías en Jesús y te fías de Él y entonces organizas la vida de cara a esa realidad desconocida que va a ser en definitiva lo único que se puede convertir en meta de todo hombre, de tal forma que, la vida entonces se orienta hacia ese encuentro en el que todo va a encontrar su sentido, o por el contrario no te lo crees, no confías en Jesús ni te fías de lo que nos dijo y todo queda en tus manos aceptando que la vida no tiene sentido, ya que todo termina pudriéndose y hecho polvo de la tierra, como ocurre con cualquier animal, vegetal o mineral que existen en el planeta. Si esta segunda postura es la que se defiende ¿qué sentido tendrá el amor, la solidaridad, la justicia, el trabajo, las ilusiones, la esperanza…?
La filosofía moderna intenta convencer al hombre de que nada tiene sentido, que la religión es una ilusión, una forma de “consolar” al hombre ante la repugnancia que le produce el hecho de desaparecer y dejarlo todo inconcluso; por otro lado es el intento de justificar y tranquilizar la conciencia para que no acuse ante los atropellos que se cometen: si el hombre no tiene más valor que una piedra, un animal o un árbol, ¿para qué andarse con miramientos?
La pregunta de Jesús a Marta sigue teniendo un eco en cada uno de nosotros: “Yo soy la resurrección y la vida, ¿crees tú eso?” Si te lo crees y lo aceptas obtendrás la salvación y el triunfo, si no te lo crees ni lo aceptas, tú mismo serás el responsable de la dirección que tome tu vida y de su destino supremo.
Y estamos viendo cómo la gente se divide ante la propuesta de Jesús: hay quien cree, se fía y confía en Jesús y organiza su vida de acuerdo a como Él plantea: una vida vivida en solidaridad y sirviendo a la causa del reino que se convierte en una bendición para la tierra. Hay otros que no creen, no confían y consideran una estupidez el fiarse de Jesús y sus vidas no son exactamente una bendición allí donde llegan, sino todo lo contrario, ya que todo se acaba en lo presente y entonces, a lo que se va es a satisfacer lo inmediato.