sábado, 22 de marzo de 2008

DOMINGO 1º DE PASCUA


PRIMERA LECTURA
Nosotros hemos comido y bebido con él, después de su resurrección

Lectura de los Hechos de los Apóstoles 10, 34a. 37‑43

En aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo:
—Hermanos: Vosotros conocéis lo que sucedió en el país de los judíos, cuando Juan predicaba el bautismo, aunque la cosa empezó en Galilea. Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo; porque Dios estaba con él.
Nosotros somos testigos de todo lo que hizo en Judea y en Jerusalén. Lo mataron colgándolo de un madero. Pero Dios lo resucitó al tercer día y nos lo hizo ver, no a todo el pueblo, sino a los testigos que él había designado: a nosotros, que hemos comido y bebido con él después de su resurrección.
Nos encargó predicar al pueblo, dando solemne testimonio de que Dios lo ha nombrado juez de vivos y muertos. El testimonio de los profetas es unánime: que los que creen en él reciben, por su nombre, el perdón de los pecados.

Palabra de Dios.


REFLEXIÓN

“VIVIMOS LO QUE CONFESAMOS”

Los apóstoles habían vivido 3 años con Jesús y fue necesario que perdieran todas las expectativas materiales y políticas que tenían para poder entenderlo: solo cuando la realidad los despertó del sueño y el ansia de poder que albergaban y se dieron cuenta que no había nada de aquello, que a Jesús lo habían asesinado y que a ellos les esperaba la misma suerte, entendieron que el mensaje que Él les había dado iba por otros derroteros.
Jesús había pasado haciendo el bien, curando a los oprimidos y ellos habían estado a su lado, pero lo habían interpretado en otra dimensión, ahora entendían que era porque “Dios estaba con Él”.
Ahora se presentan como testigos de Jesús, como personas que han estado viviendo a su lado, oyéndolo, comiendo y bebiendo con Él. Es de Él de quien quieren dar testimonio y no de otra cosa, de otros intereses, de otros ideales.
Han vivido mucho tiempo distraídos con otras ideas, soñando con otros intereses, moviéndose por otros motivos… Lógicamente, han estado lejos de Jesús, del ideal del reino que les había propuesto; ellos se habían fabricado otro reino, hablaban otro idioma distinto al de Jesús, tenían otros sueños, otras metas… caminaban junto a Él pero cada uno iba a un sitio distinto.
Con la muerte de Jesús se dieron cuenta que su camino, su meta era incompatible con la de ellos y se encontraron solos, desprotegidos, sin perspectivas, defraudados, acorralados y con las manos vacías.
Ahora entendieron aquello que les dijo: “O conmigo o en contra mía”, es que no hay más alternativa y no les quedó más remedio que definirse y el Espíritu del Señor los inundó con su fuerza y su claridad y rompieron todas las barreras y comenzaron a dar testimonio de aquello que habían oído, visto y vivido. Llevados por la fuerza del Espíritu Santo asumen y hacen suyo el proyecto de Jesús.
Los apóstoles parten de algo que es vital: su propia vida: “Nosotros hemos comido y bebido con Él”. La vida es la fuerza del mensaje, cuando falta la experiencia de vida el mensaje se empobrece y nos reducimos a repetir lo escrito por otros, a contar experiencias vividas por otros y llega el momento que ni nosotros mismos nos creemos lo que decimos.


Salmo responsorial Sal 117, 1‑ 2. 16ab‑17. 22‑23

V/. Este es el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo. (o, Aleluya)

R/. Este es el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo.

V/. Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia.
Diga la casa de Israel: eterna es su misericordia.

R/. Este es el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo.

V/. La diestra del Señor es poderosa, la diestra del Señor es excelsa.
No he de morir, viviré para contar las hazañas del Señor.

R/. Este es el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo.

V/. La piedra que desecharon los arquitectos, es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente.

R/. Este es el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo.

SEGUNDA LECTURA
Buscad los bienes de allá arriba, donde está Cristo

Lectura de la carta del Apóstol San Pablo a los Colosenses 3, 1‑4.

Hermanos :
Ya que habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde está Cristo, sentado a la derecha de Dios; aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra.
Porque habéis muerto; y vuestra vida está con Cristo escondida en Dios. Cuando aparezca Cristo, vida nuestra, entonces también vosotros apareceréis, juntamente con él, en gloria.
Palabra De Dios


REFLEXION

RELIGIOSAMENTE MUERTOS”

S. Pablo hay algo que no entiende, porque no se puede entender: un muerto no puede hacer actos de vivo, sino de muerto y alguien que está vivo no puede de ninguna manera actuar y estar como muerto.
Un muerto solo produce podredumbre, muerte, hediondez… Por el contrario, una persona viva produce alegría, ilusión, cariño, esperanza… y no puede ser de otra manera.
S. Pablo no hace sino, desarrollar un pensamiento lógico: “habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde está Cristo” Es que no puede ser de otra manera, si hemos muerto al pecado y hemos resucitado con Cristo, ¿cómo puede entenderse que sigamos metidos en el pecado, como si no hubiéramos resucitado? Por pura lógica, si seguimos dando frutos de muerte es que no hemos resucitado y si no hemos resucitado, tampoco hemos muerto al pecado, es decir: hemos anulado en nosotros la muerte y la resurrección de Jesús, estamos muertos.
Quizás no hemos pasado del planteamiento primero de los apóstoles: en tres años ellos no quisieron entender a Jesús, pero nosotros seguimos incluso después de haber venido el Espíritu Santo, nos hemos cerrado a Él, por eso, permanecemos religiosamente muertos, es decir: practicamos ritos pero de muertos porque están vacíos, no tienen vida ninguna, no se celebra la vida.


Secuencia

Ofrezcan los cristianos
ofrendas de alabanza
a gloria de la Víctima
propicia de la Pascua.

Cordero sin pecado
que a las ovejas salva,
a Dios y a los culpables
unió con nueva alianza.

Lucharon vida y muerte
en singular batalla
y, muerto el que es Vida,
triunfante se levanta.

¿Qué has visto de camino,
María, en la mañana?
—A mi Señor glorioso,
la tumba abandonada,

los ángeles testigos,
sudarios y mortaja.
¡Resucitó de veras
mi amor y mi esperanza!

Venid a Galilea,
allí el Señor aguarda;
allí veréis los suyos
la gloria de la Pascua.

Primicia de los muertos,
sabemos por tu gracia
que estás resucitado;
la muerte en ti no manda.

Rey vencedor, apiádate
de la miseria humana
y da a tus fieles parte
en tu victoria santa.
Amén. Aleluya.



Aleluya 1 Cor 5, 7b‑8ª ( Si no se canta, puede omitirse)

Aleluya Aleluya.
Ha sido inmolada nuestra víctima pascual: Cristo. Así pues, celebremos la Pascua. Aleluya.

EVANGELIO
El había de resucitar de entre los muertos

Lectura del santo Evangelio según San Juan 20, 1‑9.

El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro.
Echó a correr y fue donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo, a quien quería Jesús, y les dijo:
—Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto.
Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; y, asomándose, vio las vendas en el suelo: pero no entró.
Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: Vio las vendas en el suelo y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no por el suelo con las vendas, sino enrollado en un sitio aparte.
Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó.
Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos.
Palabra de Dios


En lugar de este Evangelio puede leerse el de la Vigilia Pascual. Cuando se celebra la misa por la tarde, también puede leerse en ella el Evangelio Lc 24, 13‑35, como en el III Domino de Pascua.


REFLEXIÓN

“LA RESURRECCIÓN, UNA APUESTA POR LA VIDA”

Dice el evangelio que “hasta entonces no habían entendido (los apóstoles) la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos”; habían estado ciegos con sus intereses, ellos estuvieron con un proyecto y, con la muerte de Jesús, se les vino todo abajo, no habían entendido que lo que Jesús les planteó fue un proyecto de vida; se trataba de vivir una existencia orientada a la eternidad, el paso por la vida no tiene más sentido que ser expresión visible de lo que viviremos en plenitud en el otro lado.
Pero los apóstoles no fueron capaces de levantar la cabeza y ver más allá de lo que se puede tocar, les costó encajarlo lo mismo que a nosotros nos sigue costando hoy: es curioso ver cómo en la cultura que vivimos huimos del dolor, del sacrificio, y se lucha con todos los medios y con todas las fuerzas para gozar; no se quiere dejar espacio al dolor, al sufrimiento, a la privación.
Desde pequeños se evita que el niño tenga contacto con el dolor, no se le deja ni siquiera ver a los enfermos… se hace de la muerte, del dolor un tabú, sin darnos cuenta que eso es un engaño, pues esa es una realidad que va unida a la vida.
Se quiere asociar la vida con el placer, con la comodidad, con el triunfo, y cuando se acerca el dolor, la dificultad o la muerte, esos enemigos de los que se ha estado huyendo constantemente, todo se nos viene abajo, es decir, no hemos incorporado la muerte a nuestra existencia, no hemos sido capaces de dar el paso más adelante: el dolor, la muerte son realidades inherentes a la vida; la misma vida no tiene sentido si la achatamos reduciéndola al presente, eso es como cortarle las alas y condenarla a la destrucción.
La realidad de Cristo resucitado es la ruptura total de tabúes, de fronteras, de “achatamientos” de reducciones. Es la única fuerza que da sentido a luchar en la existencia, a afrontar las dificultades, a no huir por nada ni de nada.
La Pascua es una explosión de alegría, no porque hayan desparecido los problemas, el hambre en el mundo, las guerras, la infelicidad, el atropello… No, La alegría de la Pascua es porque la resurrección de Cristo ha venido a decirnos que ni todo ese dolor junto puede romper nuestra esperanza, y que gracias a Él merece la pena vivir, luchar y hasta sufrir.