miércoles, 7 de enero de 2009

BAUTISMO DEL SEÑOR Dom. I del T. Ordinario -B-



Primer domingo del Tiempo Ordinario



PRIMERA LECTURA

Lectura del Profeta Isaías 42, 1‑4. 6‑7
Mirad a mi siervo, a quien prefiero

Esto dice el Señor: Mirad a mi siervo, a quien sostengo; mi elegido, a quien prefiero.
Sobre él he puesto mi espíritu, para que traiga el derecho a las naciones.
No gritará, no clamará, no voceará por las calles.
La caña cascada no la quebrará, el pabilo vacilante no lo apagará.
Promoverá fielmente el derecho, no vacilará ni se quebrará
hasta implantar el derecho en la tierra y sus leyes, que esperan las islas.
Yo, el Señor, te he llamado con justicia, te he tomado de la mano, te he formado y te he hecho alianza de un pueblo, luz de las naciones.
Para que abras los ojos de los ciegos, saques a los cautivos de la prisión, y de la mazmorra a los que habitan en las tinieblas.
Palabra de Dios.

REFLEXIÓN

MIRAR DESDE OTRO PUNTO DE VISTA”
Isaías, en este primer canto del Siervo de Yahvé, se encuentra a finales del exilio y presenta al mensajero de Dios que viene a proclamar la esperanza, pero se confunde y no se sabe bien si es una persona enviada al pueblo o es el mismo pueblo que ha de transmitir el mensaje de esperanza al mundo; el que sea es un “ungido del Señor”, alguien que viene hablando al corazón. La misión de este “ungido” es restaurar la Alianza de Dios con el pueblo.
Este “ungido” va a presentar la Palabra de Dios con una actitud completamente de humildad: sin imponer, sin gritar, sin exigir, sin romper nada, sin apagar nada, va a ofrecer la salvación como un regalo.
Aunque va a hacer las cosas con la humildad más absoluta, no por eso va a dejar de ser firme: va a proclamar el derecho con firmeza, a establecer la justicia… es decir: va a establecer la Alianza de Dios para quien la quiera, va a regalar la salvación.
El Señor lo llenará de su Espíritu y va a regalar la luz a las naciones, va a abrir los ojos a los ciegos, a sacar de la cárcel a los cautivos, y va a dar la luz a todos los que viven en las tinieblas del error y la mentira.
Este es su proyecto y su misión la va a realizar sin forzar a nadie, sin violentar; es un regalo cargado de amor, como Dios suele hacer siempre las cosas, como cuando da la vida. No exige nada, simplemente desea que gocemos con lo que nos ha dado, pero no obstante, suele ocurrirnos como hacemos con aquellas cosas que no las tenemos catalogadas con el canon del dinero y no las hemos pagado: parece que no tienen valor y es triste ver cómo reaccionamos: parece que tuviéramos fobia a la Palabra de Dios y a sus propuestas y abiertamente no se la quiere escuchar y molesta hasta oír, aburre y suena a cantinela de curas y de monjas y se prefiere la ley que esclaviza y se valora lo que se impone por la fuerza o por el dinero y frente a la sencillez y la gratuidad respondemos con el desinterés y el desprecio.


Salmo responsorial Sal 28, 1a y 2. 3ac‑4. 3b y 9b‑10

V/. El Señor bendice a su pueblo con la paz.

V/. Hijos de Dios, aclamad al Señor,
aclamad la gloria del nombre del Señor,
postraos ante el Señor en el atrio sagrado.

R/. El Señor bendice a su pueblo con la paz.

V/. La voz del Señor sobre las aguas,
el Señor sobre las aguas torrenciales.
La voz del Señor es potente,
la voz del Señor es magnífica.

R/. El Señor bendice a su pueblo con la paz.

V/. El Dios de la gloria ha tronado.
El Señor descorteza las selvas.
En su templo un grito unánime: ¡Gloria!
El Señor se sienta por encima del aguacero,
el Señor se sienta como rey eterno.

R/. El Señor bendice a su pueblo con la paz.




SEGUNDA LECTURA


Lectura de los Hechos de los Apóstoles 10, 34‑38
Dios ungió a Jesús con la fuerza del Espíritu Santo

En aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo:
—Está claro que Dios no hace distinciones; acepta al que lo teme y practica la justicia, sea de la nación que sea. Envió su palabra a los israelitas anunciando la paz que traería Jesucristo, el Señor de todos.
Conocéis lo que sucedió en el país de los judíos, cuando Juan predicaba el bautismo, aunque la cosa empezó en Galilea. Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo; porque Dios estaba con él.
Palabra de Dios.




REFLEXIÓN

“EL SENTIDO DE VIVIR”

Pedro comienza su discurso en Cesarea en casa de Cornelio y presenta el mensaje de Jesús y su persona abiertos a todo el mundo. Cristo ha roto las barreras que la ley tenía puestas al pueblo elegido y se ha dado para todos.
Su salvación traspasa todas las fronteras de lengua, raza, cultura… El ejemplo claro de lo que está hablando será el bautismo del centurión romano: “Dios no hace distinciones; acepta al que lo teme y practica la justicia, sea de la nación que sea.”
El que Dios se haya encarnado, ha hecho posible que la naturaleza humana haya recuperado la dignidad que Dios le había dado. A cuantos aceptan la Palabra de Cristo y lo reconocen Hijo de Dios, le son perdonados los pecados y son hechos hijos de Dios.
Es la clave y el fundamento de todo el sentido de la vida del hombre. A partir de ahí, todo cobra su sentido, la vida entera tiene otra dimensión. Es la luz de la fe la que ilumina al hombre y le hace mirar el mundo de otra manera.
Sin embargo, como nos ha dicho el profeta Isaías, siempre es una propuesta que Dios nos hace, que no la impone, ni obliga: las cosas de Dios se han de coger como Él las da: en absoluta libertad, por eso, siempre encontraremos a quien se burla de Dios, de los que caminan bajo su luz y se sienten orgullosos de enfrentarse a Dios oponiendo el odio a la paz, la mentira a la verdad, el cinismo al respeto, la división a la unidad… lógicamente, aquellos que optan por las tinieblas, son hijos de las tinieblas y su paso por la tierra será siempre una estela de desolación; creo que la historia demuestra lo que estoy diciendo, pues está llena de personas que son de luz y de otras personas que son de tinieblas y desolación.

Aleluya Mc 9, 6
Aleluya, aleluya.
Los cielos se abrieron
y se oyó la voz del Padre:
Este es mi Hijo, el amado; escuchadle.
Aleluya.


EVANGELIO

Lectura del santo Evangelio según San Mateo 3, 13‑17
Apenas se bautizó Jesús, vio que el Espíritu de Dios bajaba sobre él

En aquel tiempo, fue Jesús desde Galilea al Jordán y se presentó a Juan para que lo bautizara.
Pero Juan intentaba disuadirlo diciéndole: —Soy yo el que necesito que tú me bautices, ¿y tú acudes a mí?
Jesús le contesto: —Déjalo ahora. Esta bien que cumplamos así todo lo que Dios quiere.
Entonces Juan se lo permitió. Apenas se bautizó Jesús, salió del agua; se abrió el cielo y vio que el Espíritu de Dios bajaba como una paloma y se posaba sobre él. Y vino una voz del cielo que decía: —Este es mi Hijo, el amado, mi predilecto.

REFLEXIÓN

“UN DIOS QUE ROMPE ESTRUCTURAS”

Hasta el tiempo de Jesús los hombres habían tenido una imagen distorsionada de Dios, imagen que, a pesar de haber sido revelada por Jesús ha continuado hasta nuestros días alimentada muchas veces por la misma religión que la ha mezclado de misterio, ocultismo y tabú y aderezada por un miedo a lo desconocido, a lo sagrado e intocable capaz de caer sobre el hombre y aplastarlo.
Y es que el hombre tiene tendencia a hacer las cosas a su imagen y semejanza y no acepta ser al contrario: él está hecho a imagen y semejanza de Dios y por eso siempre ha creído que Dios actúa como nosotros.
Lo que ocurre en el Jordán es bien significativo: mientras hay gente que se escandaliza porque Jesús se deja bautizar pues dice que entonces está haciendo a Juan más importante que a Él, o que Jesús con su bautismo se convierte en seguidor de Juan… es decir: el problemas no es el bien o el mal, sino el protagonismo.
Jesús tiene que decirle al mismo Juan: “¡Anda ya, déjate de todas esas tonterías y hagamos lo que tenemos que hacer!” y ante este ruptura de esquemas que hace Jesús se abre el cielo y no se oye a un Dios exigiendo su puesto ni reclamando sus derechos, condenando, ni denunciando a nadie, ni fustigando… como hacía Juan; simplemente se abre el cielo y se oye diciendo a Dios: “Ahí está mi hijo, el que rompe los esquemas, eso es lo que me gusta”
¡Qué lección más maravillosa! ¡Esta es la actitud que me complace: la humildad, la sencillez, la apertura, la cercanía! Y no va dando voces, condenando, rompiendo lo que está resentido, apagando lo que está a punto de extinguirse; no entra exigiendo derechos ni reclamando honores, ni tiene miedo de que lo consideren menor que Juan, ni siquiera que puedan pensar que es un pecador más. Su mejor palabra es su vida, su actitud y su persona. Esto le hará replantearse al mismo Juan toda su existencia, hasta el punto que dirá: “Mi bautismo es una tontería, el único que quita los pecados es Él, yo no soy más que una voz que grita en el desierto, un junco que se mueve con el viento”.
No, no puedo evitar el mirarme a mi y mirar también a la iglesia. ¡Cuánto tenemos que aprender! ¡Cuánto camino nos queda por recorrer!
Andamos buscando formulas, se lanzan teorías, se inventan estrategias… pero todo va dirigido a mantener el tinglado, pues estamos viendo cómo se va desvaneciendo todo. Da la sensación que hemos montado una imagen esculpida en sal y en el momento en el que se ha levantado la tempestad y las olas empiezan a tocarla estamos viendo que se va diluyendo y mezclándose con el agua de las tinieblas. Parece que lo único que nos interesó fue mantener una apariencia de poder y de seguridad, exactamente la misma cosa que le ocurrió al pueblo judío que creían que con el templo y la ley tenían un seguro de vida, pero se olvidaron de Dios. Nosotros tenemos muchos cristianos, pero muy pocos hombres convertidos que acepten a Dios, hay muchas familias según la ley pero muy pocos sacramentos de amor; no hay vocaciones al servicio porque no hay cristianos convertidos… y es que tenemos muchas leyes, pero poca fe en Jesucristo muerto por nuestro amor, y resucitado para nuestra salvación.