martes, 2 de diciembre de 2008

DOMINGO -II- DE ADVIENTO -B-







Lectura del Profeta Isaías Is 40, 1‑5. 9‑11.

Consolad, consolad a mi pueblo, dice vuestro Dios;
hablad al corazón de Jerusalén, gritadle: que se ha cumplido su servicio, y está pagado su crimen,
pues de la mano del Señor ha recibido doble paga por sus pecados.
Una voz grita: En el desierto preparadle un camino al Señor;
allanad en la estepa una calzada para nuestro Dios;
que los valles se levanten, que los montes y colinas se abajen,
que lo torcido se enderece y lo escabroso se iguale.
Se revelará la gloria del Señor, y la verán todos los hombres juntos —ha hablado la boca del Señor—.
Súbete a lo alto de un monte, heraldo de Sión,
alza con fuerza la voz, heraldo de Jerusalén, álzala, no temas,
di a las ciudades de Judá: aquí está vuestro Dios.
Mirad: Dios, el Señor, llega con fuerza, su brazo domina.
Mirad: le acompaña el salario, la recompensa le precede.
Como un pastor apacienta el rebaño, su mano los reúne.
Lleva en brazos los corderos, cuida de las madres.
Palabra de Dios



REFLEXIÓN


“EL GRAN ERROR: REPETIR LAS EQUIVOCACIONES”

El profeta se dirige al pueblo en el momento en que Ciro, rey de Persia, ha dado el
edicto en que declara al pueblo judío como pueblo libre y le permite volver a su tierra.
Es un momento importantísimo en el que el pueblo no puede perder de vista la acción que Dios ha venido realizando hasta poder llegar a donde se encuentran; las cosas no suceden porque sí. La intervención de Dios ha sido constante hasta hacerle ver a Ciro la necesidad de dar la libertad al pueblo.
Dios ha respondido al clamor del pueblo enviándole el consuelo de la libertad. El pueblo tiene el peligro de olvidarse ahora de todo el dolor y la humillación que ha venido sufriendo durante tanto tiempo y puede convertirse en alguien que repite lo que le han hecho en sus propios hermanos.
Ha sido Dios quien les ha consolado proporcionándoles la libertad y poniéndose a la cabeza como pastor que ha ido buscando a sus ovejas y las ha venido curando, acomodándose al ritmo de cada una de las ovejas, cuidando de ellas, sanándolas y cargándolas sobre sus hombros cuando ya no han podido caminar.
Únicamente pide que no se olviden y que eso mismo que Dios ha hecho con ellos ahora lo imiten y se conviertan en portavoces de ese consuelo para el pueblo. Lo que no podrán jamás hacer es convertirse en repetidores de la misma situación entre ellos.
Esto que el profeta advierte al pueblo, es justamente lo que suele ocurrir, no solo al pueblo de Israel, sino a todos los pueblos de la tierra, también al nuestro: nos hemos olvidado que también nosotros hemos sido emigrantes de nuestra tierra, que fuimos acogidos en otras naciones… Nos hemos olvidado del dolor tan grande que situaciones de intolerancia produjeron tanto dolor a nuestro pueblo… y volvemos sobre los mismos pasos a repetir las mismas actitudes que produjeron tanta tristeza.
El consuelo de la libertad y la restauración que Dios ha prometido a su pueblo debe llevar a una respuesta de cambio y conversión de aquella postura que les hizo caer en esa situación de postración y deterioro.





Salmo responsorial Sal 84, 9ab‑10. 11‑12. 13‑14

V/. Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación.
R/. Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación.
V/. Voy a escuchar lo que dice el Señor:
«Dios anuncia la paz a su pueblo y a sus amigos.»
La salvación está ya cerca de sus fieles
y la gloria habitará en nuestra tierra.
R/. Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación.
V/. La misericordia y la fidelidad se encuentran,
la justicia y la paz se besan;
la fidelidad brota de la tierra
y la justicia mira desde el cielo.
R/. Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación.
V/. El Señor nos dará la lluvia,
y nuestra tierra dará su fruto.
La justicia marchará ante é1,
la salvación seguirá sus pasos.
R/.. Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación.


Lectura de la segunda carta del Apóstol San Pedro 3, 8‑14.

Queridos hermanos:
No perdáis de vista una cosa: para el Señor un día es como mil años y mil años como un día.
El Señor no tarda en cumplir su promesa, como creen algunos.
Lo que ocurre es que tiene mucha paciencia con vosotros, porque no quiere que nadie perezca, sino que todos se conviertan.
El día del Señor llegará como un ladrón.
Entonces el cielo desaparecerá con gran estrépito; los elementos se desintegrarán abrasados y la tierra con todas sus obras se consumirá.
Si todo este mundo se va a desintegrar de este modo, ¡qué santa y piadosa ha de ser vuestra vida!
Esperad y apresurad la venida del Señor, cuando desaparecerán los cielos consumidos por el fuego y se derretirán los elementos.
Pero nosotros, confiados en la promesa del Señor, esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva, en que habite la justicia.
Por tanto, queridos hermanos, mientras esperáis estos acontecimientos, procurad que Dios os encuentre en paz con Él, inmaculada e irreprochable.
Palabra de Dios




REFLEXIÓN


“LA PACIENCIA DE DIOS”

La gente esperaba la venida del reino de forma inminente, la llegada de un Mesías que los sacara de la situación en que vivían, pero cada día van desapareciendo del horizonte las esperanzas y la gente se decepciona: “Ya nuestros padres esperaban lo mismo y murieron sin que se diera y todo sigue igual que al principio…” (3,4)
Pedro sale al paso de esta tentación que se está generalizando en el pueblo y que está haciendo que pierdan la actitud de esperanza haciéndoles ver que los planes y los intereses de Dios no son los nuestros: para Dios, mil años son un día nuestro; a Él, lo que fundamentalmente le interesa es que el hombre se dé cuenta de su error y cambie; no le importa el tiempo que dure, por eso, lo que para nosotros es motivo de decepción, para Dios no es sino la paciencia que tiene para con nosotros: cada día que pasa es una oportunidad nueva que Dios nos da, para Él no cuentan los días, sino las oportunidades que nos da y su dolor es ver cómo las desperdiciamos.
Por eso, los que piensan que están en lo cierto, que no tienen nada que cambiar y consideran que Dios está retrasando la ejecución de la justicia, y llegan a afirmar: si no lo hace es por dos motivos: 1º porque “pasa” del mundo, no le interesa, no puede hacer nada y… por tanto, no es Dios. 2º- porque no existe, y por eso deja que todo ocurra. A estos no se les ocurre pensar en la paciencia que Dios está derrochando con ellos mismos esperando que se den cuenta de su error y cambien.
Esta situación que denuncia Pedro, nos viene hoy a todos como anillo al dedo, pues seguimos haciendo lo mismo, incluso ponemos en duda su existencia porque Dios no hace lo que a nosotros se nos ocurre que debería hacer, pero si lo hiciera… ¿A dónde estaríamos cada uno de nosotros?




Aleluya Lc 3, 4. 6
Preparad el camino del Señor,
allanad sus senderos; y todos verán la salvación del Señor.
Aleluya.

Lectura del santo Evangelio según San Marcos 1, 1‑8

Comienza el Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios.
Está escrito en el Profeta Isaías: Yo envío mi mensajero delante de ti para que te prepare el camino.
Una voz grita en el desierto: Preparadle el camino al Señor, allanad sus senderos.
Juan bautizaba en el desierto: predicaba que se convirtieran y se bautizaran, para que se les perdonasen los pecados. Acudía la gente de Judea y de Jerusalén, confesaban sus pecados y él los bautizaba en el Jordán.
Juan iba vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre. Y proclamaba:
—Detrás de mí viene el que puede más que yo, y yo no merezco agacharme para desatarle las sandalias.
Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo.
Palabra del Señor



REFLEXIÓN


“SALIRSE DEL CARRIL DE DIOS ES IR A LA DERIVA”


S. Marcos se plantea frente a la venida de Cristo y comienza diciendo que es algo que ya ha sido anunciado por los profetas, es algo que lleva mucho tiempo preparándose: 1º ha sido a través de los profetas que lo han venido anunciando, 2º al final ha venido Juan indicando el camino e invitando a la gente a que tome conciencia y se una a la marcha, detrás vendrá el que va “a bautizar con Espíritu”.
No es algo que se le ocurre a alguien en un momento y que se quiere imponer medio a la fuerza, sino que es una necesidad vital que se viene sintiendo desde mucho tiempo atrás, algo de lo que ha hablado ya mucha gente y por lo que muchos han dado la vida; no es, por tanto una ilusión, sino una esperanza labrada durante siglos.
¿Pero cómo se descubren los signos de que se está cumpliendo? Juan fue capaz de descubrirlo y mostró el camino y la actitud para acogerlo.
También entre nosotros hace ya mucho tiempo que venimos sintiendo la necesidad de cambio y son muchos los que vienen hablando del desastre al que nos estamos abocando e indicando el camino de solución: El Papa Benedicto XVI hablaba hace 33 años de una forma impresionantemente clara de la situación en que nos veríamos abocados, cosa que se está cumpliendo al pie de la letra; Juan Pablo II ha pasado más de 20 años hablando de un tema al que nadie ha querido clavarle el diente: La NUEVA ERA, sin embargo nadie ha querido hacerle caso y todos siguen buscando soluciones:
Se intenta arremeter el cambio por la educación, pero vemos que las cosas cada vez empeoran y se nos va de las manos: teniendo muchísimas mejores condiciones, estando mejor informados que nuca, teniendo todos los medios necesarios…sin embargo, cada vez existe menos capacidad de síntesis de la cultura y de asumir lo que verdaderamente nos hace más humanos.
Vivimos en un mundo en el que se han roto las distancias, se ha globalizado todo y podemos tener en el acto la presencia de la gente y de las noticias, sin embargo, cada vez estamos más solos, más aislados y nos fiamos menos los unos de los otros.
Hace no mucho tiempo salir de casa e ir al Norte de España era algo así como una proeza, una aventura; hoy es lo más normal visitar cada año un rincón del mundo y si no podemos hacerlo físicamente, podemos tener un conocimiento virtual impresionante. Incluso cada vez hay mayores y mejores posibilidades de realizar todas nuestras capacidades, pero cada vez nos sentimos más insatisfechos de nosotros y de todo lo que nos rodea
Hemos adelantado lo increíble en respuestas a la enfermedad y al dolor, pero cada vez muere más gente, es menor la capacidad para acceder a la salud, nos sentimos más débiles e indefensos y hasta vivimos con la angustia de las constantes y nuevas enfermedades que nos persiguen y aunque se han alargado las posibilidades de vida, el futuro nos aterroriza, porque lo vemos como el aparcamiento de trastos viejos condenados a la soledad y al olvido o también a la muerte.
Todo esto nos hace pensar con toda certeza que nos hemos equivocado, que este no es el camino del que habla Juan: “Preparad el camino”. El problema consiste en cómo prepararlo. Nos estamos dando cuenta que cuando la preparación no está en la onda de Dios, el camino nos aparta de la felicidad y de la dignidad de la persona y nos destruye, apareciendo cada vez más gente insatisfecha y decepcionada.
Plantear la vida sin Dios, es plantear la vida sin esperanza. Esta es la gran alegría y la novedad cristiana: el hombre, al hacer el proyecto de su vida tiene siempre un punto de referencia Dios, y la clave está en JESUCRISTO.