jueves, 27 de noviembre de 2008

DOMINGO -I- ADVIENTO -B-

Lectura del Profeta Isaías 63, 16b‑17; 64, 1. 3b‑8.
Tú, Señor, eres nuestro padre, tu nombre de siempre es *nuestro redentor y Señor, ¿por qué nos extravías de tus caminos y endureces nuestro corazón para que no te tema?
Vuélvete por amor a tus siervos y a las tribus de tu heredad.
¡Ojalá rasgases el cielo y bajases, derritiendo los montes con tu presencia!
Bajaste y los montes se derritieron con tu presencia. Jamás oído oyó ni ojo vio un Dios, fuera de ti, que hiciera tanto por el que espera en él.
Sales al encuentro del que practica la justicia y se acuerda de tus caminos.
Estabas airado y nosotros fracasamos: aparta nuestras culpas y seremos salvos.
Todos éramos impuros, nuestra justicia era un paño manchado; todos nos marchitábamos como follaje, nuestras culpas nos arrebataban como el viento.
Nadie invocaba tu nombre ni se esforzaba por aferrarse a ti; pues nos ocultabas tu rostro y nos entregabas al poder de nuestra culpa. Y, sin embargo, Señor, tú eres nuestro padre, nosotros la arcilla y tú el alfarero: somos todos obra de tu mano.
No te excedas en la ira, Señor, no recuerdes siempre nuestra culpa: mira que somos tu pueblo.

Palabra de Dios


REFLEXIÓN
¡OJALA BAJE EL SEÑOR!
Ha habido un tiempo en que el pueblo, alegremente se metió por un camino y avanzaba por un callejón sin salida despreciando, incluso, las advertencias que le hacían los profetas hasta que llegó al final y ahí se dio cuenta que ya no había salida, que el camino que había emprendido no tenía otro horizonte que el de la muerte y la destrucción.
Es en este momento cuando se encaja el texto que nos presenta la liturgia de hoy: el
Pueblo reacciona asumiendo su equivocación y su culpa, reconociendo su pecado: han
profanado el templo que es el signo máximo de de su identidad como pueblo, lo cual
indica que han renunciado a ser pueblo de Dios, lo que tienen no es más que el resultado
de su empecinamiento; ahora, hundido en lo más profundo del fango, sin fuerzas para
levantarse, ya no les queda otro asidero que volver a Dios a quien han despreciado para
decirle: “ Eres nuestro padre, ¿Por qué nos has dejado llegar a donde estamos? No te
excedas en la ira, Señor, no recuerdes siempre nuestra culpa: mira que somos tu
pueblo”. Cuando el pueblo ha reconocido su error, vuelve a desear lo que con tanta
alegría dejó: “¡Ojalá rasgases el cielo y bajases, derritiendo los montes con tu
presencia!”
La situación vuelve a cobrar una actualidad enorme: es impresionante ver cómo la
Gente obcecada por una moda a la que llaman progreso se precipita al vacío barriendo
de sus vidas todos los valores que le dieron sentido a la existencia de cientos de
generaciones y cierran los ojos a la evidencia del caos en el que se están metiendo a lo
que llaman “libertad” y “respeto a la persona”, entrando como borregos en un
pensamiento dirigido y único que es el que impone el régimen de turno echándose en
sus brazos y renunciando a todo lo que nos identificó ante el mundo; es exactamente lo
mismo que hizo el pueblo de Israel, esperamos que vuelva a repetirse la segunda parte:
darnos cuenta de la equivocación y volver a desear estar en el camino de Dios. Por el
momento –lo mismo que le ocurrió a Israel cuando advertían los profetas- no vemos la
equivocación, ni nos arrepentimos de los pasos dados, a pesar de haber visto cómo otros
pueblos se han precipitado, y los que nos vamos dando cuenta, volvemos la vista para
otro lado y nos callamos con lo que el silencio es el mayor signo de aprobación.
¿No será que nuestra generación está queriendo repetir los mismos errores que todavía
están pagando nuestras generaciones anteriores?
¡Ojalá rasgases el cielo, Señor, y bajases antes que nos demos de morros!




Salmo responsorial Sal 79, 2ac y 3b. 15‑16. 18‑19

V/. Señor, Dios nuestro, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve.
R/. Señor, Dios nuestro, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve.
V/. Pastor de Israel, escucha,
tú que te sientas sobre querubines, resplandece.
Despierta tu poder y ven a salvarnos.
R/. Señor, Dios nuestro, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve
V/. Dios de los ejércitos, vuélvete:
mira desde el cielo, fíjate,
ven a visitar tu viña,
la cepa que tu diestra plantó
y que tú hiciste vigorosa.
R/. Señor, Dios nuestro, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve.
V/. Que tu mano proteja a tu escogido,
al hombre que tú fortaleciste.
No nos alejaremos de ti; danos vida,
para que invoquemos tu nombre.
R/. Señor, Dios nuestro, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve.

Lectura de la primera carta del Apóstol San Pablo a los Corintios 1, 3‑9

Hermanos:
La gracia y la paz de parte de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo sean con vosotros.
En mi Acción de Gracias a Dios os tengo siempre presentes, por la gracia que Dios os ha dado en Cristo Jesús.
Pues por él habéis sido enriquecidos en todo: en el hablar y en el saber; porque en vosotros se ha probado el testimonio de Cristo.
De hecho, no carecéis de ningún don, vosotros que aguardáis la manifestación de nuestro Señor Jesucristo.
El os mantendrá firmes hasta el final, para que no tengan de qué acusaros en el tribunal de Jesucristo Señor Nuestro.
Dios os llamó a participar en la vida de su Hijo, Jesucristo Señor Nuestro. (Y El es fiel!
Palabra de Dios


REFLEXIÓN
¡¡PROHIBIDO DORMIRSE!!

S. Pablo se encuentra con una comunidad recién fundada, con toda la alegría, la euforia y el ímpetu propio del que empieza entusiasmado una cosa y con un corazón abierto a cualquier llamada del Espíritu; es la actitud abierta del joven con un horizonte de esperanza.
Pablo intenta encauzar toda esta fuerza abriéndola hacia un horizonte de esperanza para que sea creadora de vida y la previene contra la tentación que acecha: “dormirse”.
El Espíritu nos da todos esos dones pero no es para que nos los guardemos dentro de la comunidad o para autocomplacerse individualmente, sino para ponerlos en práctica en la construcción del Reino.
Una fuente no se abre para guardarse el agua, sino para repartirla y que llegue al máximo número de sedientos.
Esta advertencia de Pablo sobre la tentación que acecha a la comunidad de Corinto creo que ha sido la gran equivocación nuestra: nos guardamos durante mucho tiempo el “agua” del Espíritu, nos dedicamos demasiado tiempo y esfuerzo a cuidar y adornar nuestra fuente; nos confiamos en que no era posible que surgieran otras fuentes que calmaran la sed de otra manera y nos sentimos dueños del “agua”.
Al final estamos viendo cómo se han ido horadando pozos y cuando hemos querido acordar nos hemos quedado con nuestra fuente muy bien adornada, con una liturgia exquisita, pero vacía, y con una estructura perfecta, pero sin vida. Creíamos tener guardada el agua pero se nos escapó pues estamos viendo que el venero está reventando por otros sitios, lejos de la estructura y ahora nos cuesta saber y reconocer cuál es la verdadera agua, pues no entra dentro de nuestra estructura.
Ahora no sabemos cómo recuperar esa agua que no está ni nace en nuestra estructura y volvemos a encontrar el peligro de ver que está siendo reconducida por otras estructuras, (pensemos por ejemplo en la solidaridad que se expresa en ONGs. y no se quiere aceptar la misma propuesta desde la iglesia) con lo que la historia sigue siendo el espacio de manifestación de Dios, independientemente de cualquier estructura que lo quiera atrapar, cuando ésta se queda mirándose a si misma y dando más importancia a su imagen que al mensaje que le da sentido. De esa manera sigue repitiéndose la historia: Dios sigue manifestándose y es reconocido por unos, manipulado por otros y despreciado o perseguido por otros.
¿En qué situación nos encontramos nosotros?
¿Qué posición es la que mantiene nuestra comunidad?
¿Cuáles son nuestras preocupaciones?



Aleluya, aleluya.
Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación.
Aleluya.



Lectura del santo Evangelio según San Marcos 13, 33‑37.

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos:
CMirad, vigilad: pues no sabéis cuándo es el momento.
Es igual que un hombre que se fue de viaje, y dejó su casa y dio a cada uno de sus criados su tarea, encargando al portero que velara.
Velad entonces, pues no sabéis cuándo vendrá el dueño de la casa, si al atardecer, o a medianoche, o al canto del gallo, o al amanecer: no sea que venga inesperadamente y os encuentre dormidos.
Lo que os digo a vosotros, lo digo a todos: ¡velad!
Palabra del Señor

REFLEXIÓN

"NO PODEMOS BAJAR LA GUARDIA"


Comenzamos este tiempo de adviento con dos invitaciones que nos lanza la palabra de Dios:
1ª- Estar con una actitud de “vigilancia”: esto lo repite al principio y al final de la lectura
2ª- Tener una actitud de “Constancia”: no sabemos cuándo va a llegar, por tanto, no nos podemos dormir, porque cualquier momento es bueno para que llegue.
La “Vigilancia no es una actitud pasiva, sino activa: se trata de ir construyendo lo que espero y deseo; voy poniendo todos los medios y lo mejor que tengo para que pueda realizarse eso que deseo: una carrera, un puesto de trabajo, el porvenir de un hijo, una casa que construyo… no puedo dejar para mañana que eso se vaya haciendo, solo porque el mañana no sé si llegará, no soy dueño del tiempo ni del futuro.
Por otro lado nos dice que “no sabemos cuándo es el momento preciso” por eso vivimos siempre en la inseguridad, no podemos estancarnos y dejar para mañana lo que debemos hacer hoy, porque lo que dejo hoy ya no es posible recuperar y el futuro no sé cómo vendrá.
La postura de brazos cruzados esperando que nos den hechas las cosas, instalados en la seguridad, es lo más anticristiano y equivocado que existe. Somos obreros del proyecto de Dios y en cada momento debemos saber cuidar, cultivar lo que se nos encomienda. No somos nosotros los que decidimos si ya es suficiente.
El tema no es de hoy, sino de muchos siglos, pertenece a la tendencia humana a dejar las cosas, a descuidarse creyendo que siempre habrá posibilidad de hacer lo que vamos dejando y en este tendencia también cae no solo la persona individual, sino la iglesia como comunidad y estructura: “Lo que os digo a vosotros a todos lo digo: velad” –dice Jesús-
Han pasado 2.000 años y estamos dándonos cuenta de que algo ha fallado: ¿Cómo se entiende que después de 20 siglos de fe y seguimiento de jesús resulta ahora que en dos días se viene todo abajo? ¿Cómo se puede explicar que en pueblos donde se ha venido predicando el mensaje de Jesús durante toda la vida se responda con violencia, con robos, con corrupción y en ello estén implicadas personas que de siempre se han llamado y se han enorgullecido de ser cristianas?
Sin lugar a duda tenemos que admitir que algo ha fallado, nos dormimos en los laureles hablando, discutiendo, escribiendo, teorizando de Jesucristo sin que su persona nos haya tocado y nos haya transformado. Nos hemos convertidos en teóricos de la fe de tal forma que cuando encontramos a alguien que vive, nos quedamos todos con la boca abierta. Este es un signo evidente de que hemos perdido la actitud de vigilancia, vivimos en una iglesia dormida y cuando empieza el “terremoto” seguimos durmiendo, creyendo que eso es un espejismo de unos cuantos exaltados. Y pensamos que como mejor estamos es callados, que es nuestro deber
Lo peor que nos puede ocurrir es no sentir la necesidad de despertar y nos molesta cuando alguien “hace un poco de ruido”, pues nos sentimos muy a gusto y no aceptamos que nadie remueva nuestra situación.
Al comenzar este adviento, creo que la mejor oración que podemos hacer es pedirle a Dios que venga, que nos despierte, que nos saque de la inercia en la que hemos caído y nos devuelva la esperanza, la alegría y el entusiasmo par seguir trabajando mientras esperamos.