PRIMERA LECTURA
Lectura del libro del Génesis 14, 18‑20
Sacó pan y vino
En aquellos días, Melquisedec, rey de Salen, sacerdote del Dios altísimo, sacó pan y vino y bendijo a Abrán, diciendo:
—«Bendito sea Abrán por el Dios altísimo, creador de cielo y tierra; bendito sea el Dios altísimo, que te ha entregado tus enemigos.»
Y Abrán le dio un décimo de cada cosa.
Palabra de Dios.
REFLEXIÓN
“DESCUBRIR LA VERDAD”
Siguiendo la trayectoria de la vida de Abrahán, nos encontramos con este pasaje en el que aparece un personaje: Melquisedec que, aparentemente no tiene nada que ver con la trama de la vida de Abrahán, sin embargo, su figura ha trascendido en el tiempo hasta nuestros días, ¿a qué se debe esto?
Hay varios detalles que vale la pena tener en cuenta y que nos van a ubicar, para tener una comprensión más amplia y al mismo tiempo, nos van a ayudar a ver cómo Dios se va metiendo en la trama de la historia de las formas más inesperadas e insólitas, de tal forma que la convierte para el hombre en el lugar de encuentro con Él.
Lot ha caído prisionero en una de las batallas contra un rey y le roban el botín que él le había quitado a su vez al rey de Sodoma. Abrahán logra liberarlo y recuperar el botín, por lo que Lot quiere tener un gesto de agradecimiento a Abrahán.
Ahora, como tema de comparación, aparece Melquisedec, rey de Salem, sacerdote del Dios Altísimo, que no tiene que ver nada con Israel y se presenta ante Abrahán teniéndole un gesto de acogida y le presenta el pan, como signo de los frutos que la tierra da, con el esfuerzo del hombre y el vino, como signo de la alegría y de la apertura del corazón, gesto que recoge la actitud de este hombre, pero además le ofrece otros dones y le bendice.
Ya conocemos lo que significa la “bendición” en Israel: es una acción que lleva consigo dar la posibilidad de vivir en paz, de convertirse en una persona grande y próspera, el ser acogido, apoyado y aceptado. Quien ha sido bendecido, se encuentra en capacidad de bendecir a su vez a Dios y a su gente: familia, amigos, pueblo, hogar…
El encuentro de Abrahán con Melquisedec se convierte en signo de lo que será la bendición que al final de los tiempos Dios dará al Nuevo Pueblo Y Jesús es el signo visible de ella.
Melquisedec se convierte en el signo del cumplimiento de una promesa de Dios, que ha prometido no abandonar el pueblo y que en la cumbre de los tiempos realiza en Jesucristo, que es el cumplimiento de todas las promesas.
Abrahán fue capaz de descubrir en el gesto de Melquisedec la presencia de Dios; el problema hoy está en saber descubrir esa presencia, cuando hay gestos y situaciones que aparentan una cosa y luego son otra muy distinta. No obstante, sigue en pie la importancia de la fuerza del Espíritu Santo que es quien nos da discernimiento para descubrir dónde está la VERDAD y lo que no es, sino una tentación peligrosa y un engaño.
Salmo responsorial Sal 109, 1. 2. 3. 4 (R.: 4bc)
R. Tú eres sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec.
Oráculo del Señor a mi Señor:
«Siéntate a mi derecha,
y haré de tus enemigos estrado de tus pies.» R.
R. Tú eres sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec.
Desde Sión extenderá el Señor
el poder de tu cetro:
somete en la batalla a tus enemigos. R.
R. Tú eres sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec.
«Eres príncipe desde el día de tu nacimiento,
entre esplendores sagrados;
yo mismo te engendré,
como rocío, antes de la aurora.» R
R. Tú eres sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec.
El Señor lo ha jurado y no se arrepiente:
«Tú eres sacerdote eterno,
según el rito de Melquisedec.» R
R. Tú eres sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec.
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SEGUNDA LECTURA
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 11, 23‑26
Cada vez que coméis y bebéis, proclamáis la muerte del Señor
Hermanos:
Yo he recibido una tradición, que procede del Señor y que a mi vez os he transmitido:
Que el Señor Jesús, en la noche en que iban a entregarlo, tomó un pan y, pronunciando la acción de gracias, lo partió y dijo:
—«Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía.»
Lo mismo hizo con el cáliz, después de cenar, diciendo:
—«Este cáliz es la nueva alianza sellada con mi sangre; haced esto cada vez que lo bebáis, en memoria mía.»
Por eso, cada vez que coméis de este pan y bebéis del cáliz, proclamáis la muerte del Señor, hasta que vuelva.
Palabra de Dios.
REFLEXIÓN
“LA EUCARISTÍA SANTO Y SEÑA DEL CRISTIANO”
S. Pablo recuerda a la comunidad lo que él ha recibido y que es lo que lo une a toda la iglesia y le hace sentirse parte de ella: “Que el Señor Jesús, en la noche en que iban a entregarlo, tomó un pan y, pronunciando la acción de gracias, lo partió y dijo:
—«Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía.»
Precisamente, el mantener intacta esta tradición y mantenerse fiel a ella, será lo que le da autoridad y autenticidad.
Es muy importante que no se rompa esa cadena, porque el día que se pierda el sentido, entonces se habrá acabado todo: la comunidad no se reunirá a celebrar su liberación, sino una fiesta, o lo que sea, que no tiene que ver nada con Jesucristo, ni con la Pascua, ni la Alianza que Él ha hecho.
La fidelidad al sentido que le dio Jesús, es lo que va identificar a la comunidad, que renueva en cada Eucaristía la Alianza que Dios hace con su pueblo: —«Este cáliz es la nueva alianza sellada con mi sangre; haced esto cada vez que lo bebáis, en memoria mía.»
Cuando rompemos este sentido, la Eucaristía ya no es la “Cena del Señor”, la celebración de la Alianza, sino otra cosa.
Conservar la memoria de Jesús es: Escuchar su palabra, celebrar la cena, compartir el pan, unirse a Él en su oración y compartir con Él su entrega… Esto es lo que nos identifica como cristianos, por eso S. Pablo coge todo esto, que es el meollo de nuestra fe y lo pone como su carnet de identidad: a partir de ahí recuperará el sentido todo lo que existe.
Cuando hablamos de la puesta al día de la iglesia, efectivamente, deberíamos hacerlo, es decir: deberíamos renovar exactamente lo que hizo Jesús y no en lo que hemos convertido la Eucaristía, que no se parece en nada ni tiene referencia a nada de lo que hizo Jesús.
Aleluya Jn 6, 51
Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo —dice el Señor—;
el que coma de este pan vivirá para siempre.
EVANGELIO
Lectura del santo evangelio según san Lucas 9, 11b‑17
Comieron todos y se saciaron
En aquel tiempo, Jesús se puso a hablar al gentío del reino de Dios y curó a los que lo necesitaban.
Caía la tarde, y los Doce se le acercaron a decirle:
—«Despide a la gente; que vayan a las aldeas y cortijos de alrededor a buscar alojamiento y comida, porque aquí estamos en descampado.»
Él les contestó:
—«Dadles vosotros de comer.»
Ellos replicaron:
—«No tenemos más que cinco panes y dos peces; a no ser que vayamos a comprar de comer para todo este gentío.»
Porque eran unos cinco mil hombres.
Jesús dijo a sus discípulos:
—«Decidles que se echen en grupos de unos cincuenta.»
Lo hicieron así, y todos se echaron.
Él, tomando los cinco panes y los dos peces, alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición sobre ellos, los partió y se los dio a los discípulos para que se los sirvieran a la gente. Comieron todos y se saciaron, y cogieron las sobras: doce cestos.
Palabra del Señor.
REFLEXIÓN
“MANTENER VIVA LA MEMORIA DE JESÚS”
Cada evangelista narra el acontecimiento desde su punto de vista, podríamos decir que cada uno narra las cosas desde un ángulo distinto aunque todos se refieran a la misma realidad.
S. Lucas interpreta el signo como una de las formas que Dios tiene de cumplir las promesas que vino haciendo en el A.T. en donde promete el alimento para todos los necesitados (IIReg. 4,42-44) : en aquel momento Eliseo da de comer a cien personas con 20 panes de cebada, aquello sería un signo de lo que ocurriría en los tiempos de la promesa: ya no serán cien personas, sino cien grupos de cincuenta. Aquella acción de Eliseo sería un signo de la nueva realidad; aquel signo nos remite a la iglesia, en la que el pan repartido y compartido será el signo de la acogida, de la comunión y del servicio que la iglesia realiza: ante la situación que vive la gente, Jesús y los apóstoles salen al encuentro, para afrontar las necesidades del grupo; tranquilamente se podrían haber desatendido. En esta actitud se da el signo de reconocimiento de Jesús.
El hecho está narrado con un gran paralelismo con la escena de Emaus: cae la tarde y no tienen nada qué comer y quieren invitarlos a que se vayan a las aldeas cercanas. En Emaus, es también la tarde caída y Jesús hace ademán de seguir el camino, ellos le invitan a cenar. En ambos momentos, al partir el pan reconocen la presencia de Dios; la solidaridad es signo que nos identifica y nos hace reconocibles ante el mundo, es el AMOR que se manifiesta y se hace palpable: “En esto reconocerán que sois de los míos”
Hoy ha cambiado enormemente la sociedad y, la estructura en la que nos desenvolvemos es completamente diferente, desde la concepción y el empleo del tiempo hasta las formas de convivencia, sin embargo, la solidaridad, la necesidad de encontrarnos, de sentirnos amados, acogidos y escuchados sigue siendo tan fuerte y necesaria para vivir como siempre, la propuesta de Jesús sigue siendo también la misma, la forma será cuestión nuestra, para ir viendo cómo seguimos manteniendo viva la memoria de Jesús.