miércoles, 17 de marzo de 2010

DOMINGO -V- DE CUARESMA -C-



PRIMERA LECTURA

Lectura del libro de Isaías 43, 16‑21
Mirad que realizo algo nuevo y apagaré la sed de mi pueblo

Así dice el Señor, que abrió camino en el mar y senda en las aguas impetuosas; que sacó a batalla carros y caballos, tropa con sus valientes; caían para no levantarse, se apagaron como mecha que se extingue.
«No recordéis lo de antaño, no penséis en lo antiguo; mirad que realizo algo nuevo; ya está brotando, ¿no lo notáis?
Abriré un camino por el desierto, ríos en el yermo.
Me glorificarán las bestias del campo, chacales y avestruces, porque ofreceré agua en el desierto, ríos en el yermo, para apagar la sed de mi pueblo, de mi escogido, el pueblo que yo formé, para que proclamara mi alabanza.»
Palabra de Dios.

REFLEXIÓN

“BROTES VERDES”

El pueblo se encuentra desterrado en Babilonia y en una situación de total desesperanza, donde no se ven atisbos de salida alguna para el pueblo que ha perdido por completo su dignidad y ya está sordo a cualquier llamada a la esperanza, ya no es capaz de ver y analizar la realidad que está viviendo; en esta situación aparece el profeta Isaías recordándoles el momento del éxodo en el que vivían una situación parecida y cómo Dios les salió al encuentro y les “abrió un camino en el mar, una senda en las aguas impetuosos”, es decir: hizo cosas imposibles para ellos.
Pues Dios sigue siendo el mismo, su voluntad de salvación no ha cambiado, Él está dispuesto a superar, incluso, lo que hizo en aquella ocasión, por eso invita al pueblo a mirar hacia delante, a superar el pesimismo y la apatía en la que están cayendo. Dios está dispuesto a trazar un camino en el desierto, senderos en la estepa, en donde hará brotar ríos de agua y de vida..
Hoy también, los “profetas de la esperanza” nos invitan a que abramos los ojos y veamos “brotes verdes”, pero donde ellos indican, no encontramos más que destrucción, ahí no se ve más que el campo arrasado y quemado.
¿O no será que somos daltónicos? ¿O tal vez estúpidos que estamos obsesionados, pues seguimos empecinados en decir que sin Dios no vamos a ningún sitio? El problema es que no sabemos quién es el que tiene el daltonismo.
De todas formas es cierto que hay un motivo para la esperanza, pero no por donde ellos dicen, sino porque en el camino se van despejando los obstáculos y la verdad resplandece cada vez con más fuerza; eso es ya un verdadero signo de esperanza, pues aparece una luz que nos va indicando cuál es el camino, a dónde está la mentira y el engaño.



Salmo responsorial Sal 125, 1‑2ab. 2cd‑3. 4‑5. 6 (R.: 3)

R. El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.
Cuando el Señor cambió la suerte de Sión,
nos parecía soñar:
la boca se nos llenaba de risas,
la lengua de cantares. R.
R. El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.
Hasta los gentiles decían:
«El Señor ha estado grande con ellos.»
El Señor ha estado grande con nosotros,
y estamos alegres. R.
R. El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.
Que el Señor cambie nuestra suerte,
como los torrentes del Negueb.
Los que sembraban con lágrimas
cosechan entre cantares. R.
R. El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.
Al ir, iba llorando,
llevando la semilla;
al volver, vuelve cantando,
trayendo sus gavillas. R.
R. El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.


SEGUNDA LECTURA

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses 3, 8‑14
Por Cristo lo perdí todo, muriendo su misma muerte

Hermanos:
Todo lo estimo pérdida comparado con la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor.
Por él lo perdí todo, y todo lo estimo basura con tal de ganar a Cristo y existir en él, no con una justicia mía, la de la Ley, sino con la que viene de la fe de Cristo, la justicia que viene de Dios y se apoya en la fe.
Para conocerlo a él, y la fuerza de su resurrección, y la comunión con sus padecimientos, muriendo su misma muerte, para llegar un día a la resurrección de entre los muertos.
No es que ya haya conseguido el premio, o que ya esté en la meta: yo sigo corriendo a ver si lo obtengo, pues Cristo Jesús lo obtuvo para mí.
Hermanos, yo no pienso haber conseguido el premio. Sólo busco una cosa: olvidándome de lo que queda atrás y lanzándome hacia lo que está por delante, corro hacia la meta, para ganar el premio, al que Dios desde arriba llama en Cristo Jesús.
Palabra de Dios.

REFLEXIÓN

“LA SEGURIDAD DE DIOS”

S. Pablo ha dejado la situación de seguridad de la ley y la estabilidad que le daba en su vida, pero reconoce que el haberse encontrado con Cristo, es lo que le ha hecho encontrarse consigo mismo y disfrutar de la verdad y la libertad, que es lo que va a hacer que él recupere el sentido de su vida.
Pablo entiende que vivir, es como correr en un estadio y se da cuenta que hasta ahora ha estado perdiendo el tiempo, entretenido en tonterías que no valían la pena y le han hecho perder un tiempo precioso, aunque para el sistema judío, fuera un tiempo de gloria; el orgullo que sentía antes, ahora se le ha vuelto vergüenza y lo siente como un ridículo y una pérdida de sentido y de tiempo, pues eso no llevaba a ningún sitio.
Confiesa que Cristo lo ha alcanzado en el camino, lo ha derribado y le ha hecho despertar del sueño en el que estaba instalado; le ha hecho salir de la oscuridad en la que se encontraba, ahora goza con lo que hace y con lo que vive.
Tampoco hoy ha cambiado Cristo y sigue saliendo al encuentro del hombre, de miles de formas; intenta “alcanzarnos” y hasta nos derriba, pero en lugar de reconocerlo, más bien lo maldecimos y pasamos a su lado presumiendo de nuestros esquemas, de nuestros tiempos, de nuestros avances y hasta echándole el pulso y queriendo demostrarle que podemos vivir sin él…
Mientras tanto nos sentimos grandes compitiendo con el vecino comparando el automóvil que nos hemos comprado, o la casa que nos hemos hecho, o los olivos que tenemos, o el sueldo que ganamos, o la posición social en la que estamos… y en eso ponemos nuestra grandeza, algo parecido a lo que hizo Pablo, solo que él se dio cuenta de la inconsistencia que esto tenía y dio un giro total a su vida. Al final, vemos que estamos solos y en esa carrera de la vida, hemos llegado solos, pues en el camino hemos ido atropellando a todo el que hemos encontrado y hemos dejado a gente herida en la cuneta, sin darnos cuenta que a la vuelta de la esquina, seremos nosotros los que caen en ella y recibiremos justamente lo que hemos ido sembrando.


Versículo antes del evangelio Jl 2, 12‑13

Ahora -oráculo del Señor- convertíos a mí de todo corazón, porque soy compasivo y misericordioso.

EVANGELIO

Lectura del santo evangelio según san Juan 8, 1‑11
El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra

En aquel tiempo, Jesús se retiró al monte de los Olivos. Al amanecer
se presentó de nuevo en el templo, y todo el pueblo acudía a él, y, sentándose, les enseñaba.
Los escribas y los fariseos le traen una mujer sorprendida en adulterio, y, colocándola en medio, le dijeron:
-“Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio.
La ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras; tú, ¿qué dices?”
Le preguntaban esto para comprometerlo y poder acusarlo.
Pero Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en el suelo.
Como insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo:
. “El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra.”
E inclinándose otra vez, siguió escribiendo. Ellos, al oírlo, se fueron escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos.
Y quedó solo Jesús, con la mujer, en medio, que seguía allí delante.
Jesús se incorporó y le preguntó: -“Mujer, ¿dónde están tus acusadores?; ¿ninguno te ha condenado?”
Ella contestó:
-“Ninguno, Señor.”
Jesús dijo:
-“Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más.”
Palabra del Señor.


REFLEXIÓN

LOS PLANOS DE LA VIDA”

Es interesante detenernos en algunos detalles del pasaje del evangelio de hoy: Jesús ha pasado toda la noche orando en el huerto de Getsemaní; por la mañana temprano se pasa por el templo y allí se encuentra con la gente, a quien empieza a hablar enseñándoles.
Al mismo tiempo que ocurre esto, se ha estado desarrollando una escena en otro lugar: los maestros de la ley y los fariseos no han pasado la noche en oración, sino espiando a una mujer (es muy probable que alguna vez ya habían estado con ella –eso lo digo yo-) por eso saben que la pueden coger con las manos en la masa y puede ser un motivo fenomenal para poner en aprietos a Jesús, pues si la condena, ¿dónde está la bondad que viene predicando y con la que está embaucando al pueblo?, y si no la condena, abiertamente lo pueden acusar de ser un farsante que está poniendo en duda la ley de Moisés.
Efectivamente, sorprenden a la mujer y la utilizan para atacar a Jesús en la enseñanza que está impartiendo en el templo, sobre la bondad de Dios Padre y que él que propone frente a la ley dura que ellos sostienen.
La escena es impresionante: le empujan a la mujer hasta donde él está y le hacen el corro, dejando a Jesús en medio con ella y todos alrededor, acusándolos a los dos.
Jesús se podría haber salido del corro y empezar a discutir con ellos dejando a la mujer sola, pero se mantuvo a su lado, se puso de su parte frente a la ley y a la sociedad que la condenaba.
Ellos ya tienen su juicio hecho de ambos y hasta la sentencia, pero Jesús les revuelve el argumento: “El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra.”. Y dice el evangelio que agacharon sus cabezas, se dieron la media vuelta “y se fueron escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos”.
Hubiera sido lindo que hubieran reconocido que todos estaban sucios, que todos eran pecadores y en ese momento se hubiera establecido la fraternidad, hubiera sido un momento de reconciliación maravilloso, porque todos necesitaban perdonarse, pero el orgullo se lo impidió. Prefirieron agachar la cabeza y quitarse de en medio, antes que reconocerse pecadores, manteniendo de esa manera la situación de encaramados en su pedestal.
Hoy seguimos montados en nuestros pedestales y desde ellos lanzamos juicios a todo el mundo, pero mientras no nos bajemos y nos miremos desde la misma arena, será imposible hacer la fraternidad, es la gran lección que debe aprender la iglesia para que nunca sea juez y pueda repetir las palabras de Jesús: “Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más.”