PRIMERA LECTURA
Lectura del libro de los Proverbios 9, 1‑6
Comed de mi pan y bebed el vino que he mezclado
La Sabiduría se ha construido su casa plantando siete columnas, ha preparado el banquete, mezclado el vino y puesto la mesa; ha despachado a sus criados para que lo anuncien en los puntos que dominan la ciudad: *Los inexpertos que vengan aquí, quiero hablar a los faltos de juicio: "Venid a comer de mi pan y a beber el vino que he mezclado; dejad la inexperiencia y viviréis, seguid el camino de la prudencia."+
Palabra de Dios.
Lectura del libro de los Proverbios 9, 1‑6
Comed de mi pan y bebed el vino que he mezclado
La Sabiduría se ha construido su casa plantando siete columnas, ha preparado el banquete, mezclado el vino y puesto la mesa; ha despachado a sus criados para que lo anuncien en los puntos que dominan la ciudad: *Los inexpertos que vengan aquí, quiero hablar a los faltos de juicio: "Venid a comer de mi pan y a beber el vino que he mezclado; dejad la inexperiencia y viviréis, seguid el camino de la prudencia."+
Palabra de Dios.
REFLEXIÓN
“OPTAR POR EL SENTIDO COMÚN”
Conocemos los libros sapienciales de la Sda. Escritura que recogen el saber del pueblo, la sabiduría que por siglos tiene su morada en la vida de diario, entre la gente del pueblo; es el sentido común, que la misma vida va cultivando.
Pero en el escenario de la vida hay como dos realidades o, también podríamos llamar “escuelas”, entre las que nos movemos siempre: la de la SABIDURÍA, que enseña y practica el sentido común, la cordura, la coherencia, la paz, la alegría, la amistad, la solidaridad, el respeto, la verdad, la honradez… y se alimenta del diálogo, de la escucha, del respeto, de la buena educación, de la sensatez…
La otra realidad que está en el escenario de la vida es la IGNORANCIA que enseña y practica la violencia, como expresión de la falta de razón; el sin sentido, el absurdo, la cerrazón, la enemistad, el odio, el resentimiento… y se sostiene a base de de la mentira, del engaño, de la extorsión, de la calumnia, del individualismo, del miedo y del egoísmo.
Ambas “escuelas” buscan sus seguidores, a través de sus servidores, a quienes por coherencia, no les queda más remedio que optar por la línea de la “escuela” a la que pertenecen y sirven, de ahí que Jesús dijera: “Por sus frutos los conoceréis” y no se trata de las palabras bonitas que puedan decir para convencer. Las obras serán las que digan quiénes somos y a quién servimos. Lo grave de esta situación es que no podemos disimular quedándonos en un término medio: si optamos por una “escuela”, automáticamente estamos ubicados en contra de la otra y no podemos decir que somos indiferentes; si me cierro a la verdad, me instalo en la mentira, y viceversa.
Lógicamente, aparece con toda claridad la SABIDURÍA identificada con Dios que invita al hombre a vivir la vida con sentido y a gozar del esplendor de la VERDAD.
También aparece con toda claridad que la IGNORANCIA es la expresión más grotesca de la posesión del mal.
Pero, esta realidad que describe el libro de los Proverbios, no es un cuento de hadas que se contó a los niños hace 2500 años, sino algo absolutamente real y actual en nuestros días, con la triste y lamentable experiencia de querer atropellar lo más simple y elemental, como es el Sentido Común, que es la manifestación más primaria de la verdad.
Para que nos hagamos una idea, podemos observar la hipocresía de aquellos que se enorgullecen de sostener y propiciar ciertos criterios de libertad, que cuando se ponen en práctica sus postulados, se echan las manos a la cabeza y ponen el grito en el cielo horrorizados ante semejante disparate.
Salmo responsorial Sal 33, 2‑3. 10‑1 1. 12‑13. 14‑15
R/. Gustad y ved qué bueno es el Señor.
Bendigo al Señor en todo momento,
su alabanza está siempre en mi boca;
mi alma se gloría en el Señor:
que los humildes lo escuchen y se alegren. R/.
R/. Gustad y ved qué bueno es el Señor.
Todos sus santos, temed al Señor,
porque nada les falta a los que le temen;
los ricos empobrecen y pasan hambre,
los que buscan al Señor no carecen de nada. R/.
R/. Gustad y ved qué bueno es el Señor.
Venid, hijos, escuchadme:
os instruiré en el temor del Señor;
)hay alguien que ame la vida
y desee días de prosperidad? R/.
R/. Gustad y ved qué bueno es el Señor.
Guarda tu lengua del mal,
tus labios de la falsedad;
apártate del mal, obra el bien,
busca la paz y corre tras ella. R/.
R/. Gustad y ved qué bueno es el Señor.
Bendigo al Señor en todo momento,
su alabanza está siempre en mi boca;
mi alma se gloría en el Señor:
que los humildes lo escuchen y se alegren. R/.
R/. Gustad y ved qué bueno es el Señor.
Todos sus santos, temed al Señor,
porque nada les falta a los que le temen;
los ricos empobrecen y pasan hambre,
los que buscan al Señor no carecen de nada. R/.
R/. Gustad y ved qué bueno es el Señor.
Venid, hijos, escuchadme:
os instruiré en el temor del Señor;
)hay alguien que ame la vida
y desee días de prosperidad? R/.
R/. Gustad y ved qué bueno es el Señor.
Guarda tu lengua del mal,
tus labios de la falsedad;
apártate del mal, obra el bien,
busca la paz y corre tras ella. R/.
R/. Gustad y ved qué bueno es el Señor.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios 5, 15‑20
Daos cuenta de lo que el Señor quiere
Hermanos:
Fijaos bien cómo andáis; no seáis insensatos, sino sensatos, aprovechando la ocasión, porque vienen días malos.
Por eso, no estéis aturdidos, daos cuenta de lo que el Señor quiere.
No os emborrachéis con vino, que lleva al libertinaje, sino dejaos llenar del Espíritu.
Recitad, alternando, salmos, himnos y cánticos inspirados; cantad y tocad con toda el alma para el Señor.
Dad siempre gracias a Dios Padre por todo, en nombre de nuestro Señor Jesucristo.
Palabra de Dios.
REFLEXIÓN
“REQUIEN POR EL SENTIDO COMÚN”
S. Pablo sigue insistiendo en esa línea de coherencia que viene manteniendo: es incomprensible que alguien que ha nacido a una realidad nueva, viva como un hombre necio; alguien que se ha instalado en la luz viva en las tinieblas y realice obras de las tinieblas.
Para S. Pablo, el tiempo es un regalo, una oportunidad única que se nos da y si la desperdiciamos, nunca más volverá, es de sabios el aprovecharla, ya que no es algo que se vaya repitiendo. El cristiano entiende esto y obra con sensatez, es decir, como una persona sabia.
S. Pablo invita a que abran los ojos y se den cuenta de la realidad que están viviendo y no desperdicien el tiempo llenándose de alcohol, de vicios que entorpecen el camino, antes bien, han de llenarse de todo aquello que haga disfrutar la grandeza de la vida; han de salirse de la ignorancia y disfrutar de la sabiduría.
Invita a celebrar en la comunidad todo esto que el Señor les está dando y posibilitando vivir.
Ciertamente, este discurso de Pablo suena hoy a algo extraterrestre: pedir que seamos sobrios en un mundo que tiene puesto el placer como horizonte supremo es casi una locura; decir que no nos enganchemos en el alcohol, en el sexo y en todo lo que arrastra, suena hoy a disparate de reprimidos.
Pero todo esto nos suena así, porque no queremos abrir los ojos y darnos cuenta donde estamos metidos y cómo nos va; hemos establecido una escala de valores que en el fondo y, a la hora de la verdad, nadie estamos de acuerdo con ella, pero todos tememos afirmar lo que Pablo proclama, porque inmediatamente nos tacharían de “fachas” y retrógrados”, es que hoy se le llama “progreso” a la muerte del “Sentido Común”, al pisotear los elementos más básicos de la verdad.
Aleluya Jn 6, 56
El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él
-Dice el Señor-.
EVANGELIO
Para S. Pablo, el tiempo es un regalo, una oportunidad única que se nos da y si la desperdiciamos, nunca más volverá, es de sabios el aprovecharla, ya que no es algo que se vaya repitiendo. El cristiano entiende esto y obra con sensatez, es decir, como una persona sabia.
S. Pablo invita a que abran los ojos y se den cuenta de la realidad que están viviendo y no desperdicien el tiempo llenándose de alcohol, de vicios que entorpecen el camino, antes bien, han de llenarse de todo aquello que haga disfrutar la grandeza de la vida; han de salirse de la ignorancia y disfrutar de la sabiduría.
Invita a celebrar en la comunidad todo esto que el Señor les está dando y posibilitando vivir.
Ciertamente, este discurso de Pablo suena hoy a algo extraterrestre: pedir que seamos sobrios en un mundo que tiene puesto el placer como horizonte supremo es casi una locura; decir que no nos enganchemos en el alcohol, en el sexo y en todo lo que arrastra, suena hoy a disparate de reprimidos.
Pero todo esto nos suena así, porque no queremos abrir los ojos y darnos cuenta donde estamos metidos y cómo nos va; hemos establecido una escala de valores que en el fondo y, a la hora de la verdad, nadie estamos de acuerdo con ella, pero todos tememos afirmar lo que Pablo proclama, porque inmediatamente nos tacharían de “fachas” y retrógrados”, es que hoy se le llama “progreso” a la muerte del “Sentido Común”, al pisotear los elementos más básicos de la verdad.
Aleluya Jn 6, 56
El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él
-Dice el Señor-.
EVANGELIO
Lectura del santo evangelio según san Juan 6, 51‑58
Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida
En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente:
-“Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo.”
Disputaban los judíos entre sí:
-“¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?”
Entonces Jesús les dijo:
-“Os aseguro que si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día.
Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida.
El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él.
El Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre; del mismo modo, el que me come vivirá por mí.
Éste es el pan que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron; el que come este pan vivirá para siempre.”
Palabra del Señor.
Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida
En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente:
-“Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo.”
Disputaban los judíos entre sí:
-“¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?”
Entonces Jesús les dijo:
-“Os aseguro que si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día.
Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida.
El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él.
El Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre; del mismo modo, el que me come vivirá por mí.
Éste es el pan que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron; el que come este pan vivirá para siempre.”
Palabra del Señor.
REFLEXIÓN
“JESÚS SIGUE ESCANDALIZANDO”
Cristo ha venido hablando y ha mostrado hasta la saciedad todos los signos que dan crédito a sus palabras, y la gente disfruta viendo como lo hace un espectáculo en el que permanece siempre fuera, pero lo malo está a la vuelta: todo se complicará el momento en que exige coherencia con esto que dice y están oyendo y viendo, la misma coherencia que le están viendo a Él.
Pero la gente está ciega, tiene la mente embotada y no ve más allá de lo, de aquello que puede palpar con los sentidos: del acontecimiento de haber comido tanta gente, lo único que ha entendido es que han podido llenar su estómago, pero no han ido más adelante, no han entendido que El es el gran regalo que Dios les está haciendo, la alternativa que Dios da al hombre para poder VIVIR
Juan termina el discurso sobre el “Pan de vida” con este fragmento, que es la conclusión de todo lo que ha venido diciendo hasta el momento.
Cristo es el “Pan de Vida”, la fuerza que el hombre tiene para vivir, según el plan de Dios, como hombres salvados; no hay otro alimento que de la fuerza para vivir esta nueva dimensión. Cristo identifica su carne con el pan que el hombre come para alimentar su vida interior.
No se puede pensar en un gesto más grande de entrega y de amor. Su cuerpo y su sangre se hacen alimento par la vida de los demás y son la condición indispensable para poder vivir. Sin Él, no tendremos fuerza para hacer frente a la lucha, para recorrer el camino.
Comer el cuerpo de Jesús es comer su carne resucitada, es participar de su resurrección: mi cuerpo material se une a realidades sobrenaturales, se pone en contacto con la eternidad, traspasa la misma muerte.
Podríamos decir que, en esta realidad, el hombre se encuentra con la plenitud máxima de la respuesta a las aspiraciones que puede tener en la vida.
Sin embargo, tristemente hemos de bajar de las nubes y pisar tierra, porque a la hora de la verdad, la gente no ve más que pan y peces que sacian el hambre del estómago y hoy, para una gran mayoría, no pasa de ser sino un acto social al que, incluso, se desprecia su participación: estoy pensando en esas bodas en las que el novio, cuando estoy saliendo al altar para la celebración me dice: “cura, rápido”, y no participan en la Eucaristía ni en nada, allí están pendientes del fotógrafo y de que el reportaje salga lindo para poder mostrarlo. O, cuando te dicen abiertamente que no creen en la iglesia, pero como hay una ley que los ampara por estar inscritos en un libro de registros de bautismo, eso les da derecho a exigir un rito para sus actos.
O, la familia del difunto que jamás fue a la iglesia y, para ese momento, busca el lugar más solemne para una despedida digna, pero donde ni quieren ni aceptan celebrar la resurrección.
Pero la gente está ciega, tiene la mente embotada y no ve más allá de lo, de aquello que puede palpar con los sentidos: del acontecimiento de haber comido tanta gente, lo único que ha entendido es que han podido llenar su estómago, pero no han ido más adelante, no han entendido que El es el gran regalo que Dios les está haciendo, la alternativa que Dios da al hombre para poder VIVIR
Juan termina el discurso sobre el “Pan de vida” con este fragmento, que es la conclusión de todo lo que ha venido diciendo hasta el momento.
Cristo es el “Pan de Vida”, la fuerza que el hombre tiene para vivir, según el plan de Dios, como hombres salvados; no hay otro alimento que de la fuerza para vivir esta nueva dimensión. Cristo identifica su carne con el pan que el hombre come para alimentar su vida interior.
No se puede pensar en un gesto más grande de entrega y de amor. Su cuerpo y su sangre se hacen alimento par la vida de los demás y son la condición indispensable para poder vivir. Sin Él, no tendremos fuerza para hacer frente a la lucha, para recorrer el camino.
Comer el cuerpo de Jesús es comer su carne resucitada, es participar de su resurrección: mi cuerpo material se une a realidades sobrenaturales, se pone en contacto con la eternidad, traspasa la misma muerte.
Podríamos decir que, en esta realidad, el hombre se encuentra con la plenitud máxima de la respuesta a las aspiraciones que puede tener en la vida.
Sin embargo, tristemente hemos de bajar de las nubes y pisar tierra, porque a la hora de la verdad, la gente no ve más que pan y peces que sacian el hambre del estómago y hoy, para una gran mayoría, no pasa de ser sino un acto social al que, incluso, se desprecia su participación: estoy pensando en esas bodas en las que el novio, cuando estoy saliendo al altar para la celebración me dice: “cura, rápido”, y no participan en la Eucaristía ni en nada, allí están pendientes del fotógrafo y de que el reportaje salga lindo para poder mostrarlo. O, cuando te dicen abiertamente que no creen en la iglesia, pero como hay una ley que los ampara por estar inscritos en un libro de registros de bautismo, eso les da derecho a exigir un rito para sus actos.
O, la familia del difunto que jamás fue a la iglesia y, para ese momento, busca el lugar más solemne para una despedida digna, pero donde ni quieren ni aceptan celebrar la resurrección.
Las preguntas que quedan en el aire son muchas: ¿Qué tiene que ver todo esto que hemos montado con lo que dejó Jesús? ¿Es lícito cometer este atropello?