SEGUNDO DOMINGO DE CUARESMA
PRIMERA LECTURA
Vocación de Abrahán, padre del pueblo de Dios
Lectura del Libro del Génesis 12, 1‑4a
En aquellos días, el Señor dijo a Abrahán:
—Sal de tu tierra y de la casa de tu padre hacia la tierra que te mostraré.
Haré de ti un gran pueblo, te bendeciré, haré famoso tu nombre y será una bendición.
Bendeciré a los que te bendigan, maldeciré a los que te maldigan.
Con tu nombre se bendecirán todas las familias del mundo.
Abrahán marchó, como le había dicho el Señor.
Palabra de Dios.
REFLEXIÓN.
En la Biblia, el cap. 11 está dedicado a la dispersión de Babel: los hombres han querido plantarse frente a Dios y echarle un pulso, han terminado sin poder entenderse entre ellos; el hombre no aprende que enfrentarse a Dios supone destruirse él mismo.
Como respuesta o contra punto aparece el cap. 12 con la invitación a Abrahán : “Sal de tu tierra y de la casa de tu padre hacia la tierra que te mostraré” y en la misma invitación le hace tres promesas a su respuesta positiva: “Haré de ti un gran pueblo, te bendeciré, haré famoso tu nombre y será una bendición”.
Las consecuencias de su obediencia y de fiarse de Dios será una bendición para toda la tierra. La negación, por el contrario, de Abrahán supondrá todo lo contrario para él y para todos los demás.
También hoy sigue Dios presentándonos la propuesta: sigue mis caminos de Justicia, de solidaridad y de Paz y será bendecida la tierra; en cambio, si desprecias mi propuesta la tierra se convertirá en otra Babel y las consecuencias las tendremos que pagar todos juntos.
Salmo responsorial Sal 32, 4‑5. 18‑19. 20 y 22
V/. Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti.
R/. Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti.
V/. La palabra del Señor es sincera
y todas sus acciones son leales;
él ama la justicia y el derecho,
y su misericordia llena la tierra.
R/. Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti.
V/. Los ojos del Señor están puestos en sus fieles,
en los que esperan en su misericordia,
para librar sus vidas de la muerte
y reanimarlos en tiempo de hambre.
R/. Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti.
V/. Nosotros aguardamos al Señor:
él es nuestro auxilio y escudo;
que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti.
R/. Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti.
SEGUNDA LECTURA
Dios nos llama y nos ilumina
Lectura de la segunda carta del Apóstol San Pablo a Timoteo 1, 8b‑10
Querido hermano:
Toma parte en los duros trabajos del Evangelio, según las fuerzas que Dios te dé.
El nos salvó y nos llamó a una vida santa no por nuestros méritos, sino porque antes de la creación, desde tiempo inmemorial, Dios dispuso darnos su gracia, por medio de Jesucristo; y ahora, esa gracia se ha manifestado por medio del Evangelio, al aparecer nuestro Salvador Jesucristo, que destruyó la muerte y sacó a la luz la vida inmortal.
Palabra de Dios.
REFLEXIÓN.
Como a Abrahán, hoy el Señor nos sigue haciendo su llamada a tomar parte en la construcción del reino, cada uno, con las fuerzas que tenga y en la situación en que se encuentre.
Construir el reino no es nada fácil, sobre todo cuando al mismo tiempo hay otro reino, el del mal que también lucha por imponerse y además tiene en sus manos todos los medios y el poder para hacerlo.
No nos debemos extrañar al ver que tiene más gancho el mal que el bien pues está enganchado en nuestras necesidades primarias mientras que el bien supone un acto de la voluntad libre que opta por el Bien.
El hombre quiso conocer el mal y de esa manera ser como Dios. En su inicio Dios le había regalado el bien, pero en su libertad el hombre escogió el Mal, ahora no le quedará más remedio que aguantarlo y luchar contra él para vencerlo. Son las secuelas que quedaron después de la caída. Ahora el aceptar a Dios tiene que ser un acto de voluntad, un ejercicio de libertad; Dios no se impone a la fuerza hay que aceptarlo con la misma libertad que en el principio se optó por el mal.
Versículo antes del Evangelio
Si no se canta, puede omitirse
En el esplendor de la nube se oyó la voz del Padre:
Este es mi Hijo, el amado; escuchadle.
EVANGELIO
Su rostro resplandeció como el sol
Lectura del santo Evangelio según San Mateo 17, 1‑9
En aquel tiempo, Jesús tomo consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan y se los llevó aparte a una montaña alta.
Se transfiguró delante de ellos y su rostro resplandecía como el sol y sus vestidos se volvieron blancos como la luz.
Y se les aparecieron Moisés y Elías conversando con él.
Pedro, entonces tomó la palabra y dijo a Jesús:
—Señor, ¡qué hermoso es estar aquí! Si quieres, haré tres chozas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.
Todavía estaba hablando cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra, y una voz desde la nube decía:
—Este es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escuchadle.
Al oírlo, los discípulos cayeron de bruces, llenos de espanto.
Jesús se acercó y tocándolos les dijo:
—Levantaos, no temáis.
Al alzar los ojos no vieron a nadie más que a Jesús, solo.
Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó:
—No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del Hombre resucite de entre los muertos.
Palabra del Señor
REFLEXIÓN
De nuevo volvemos a escuchar el mismo mensaje al presentar a Jesús: “Escuchadle”. Fue lo mismo que al inicio en el Jordán cuando Jesús es presentado como el “amado” el “predilecto”. Desde ahora en adelante Jesús es presentado por Dios como la propuesta para el hombre, para poder recuperar de nuevo su dignidad: se trata de “escuchar” y “Seguir”.
En el mundo en que vivimos se nos presentan un montón de propuestas, hay un montón de voces que piden la atención y, cómo no, el seguimiento, ofreciendo todos la misma cosa: la felicidad.
Las propuestas nos vienen de todas partes: desde el comercio, desde la política, desde la moda, desde los negocios, desde el poder… hasta desde la misma familia. Y todos nos proponen –según ellos- lo mejor, lo que nos puede hacer felices, lo que nos va a hacer sentirnos grandes, lo que más nos conviene…
Y todos tenemos la misma tentación de Pedro: creernos que ya hemos encontrado la felicidad y decir: “De aquí no me muevo”, pero pronto nos damos cuenta que eso no nos llena, no nos da la felicidad, no nos realiza como persona, no llena nuestras expectativas. Necesitamos que algo o alguien llegue y nos haga despertar y poner los pies en la tierra para hacernos ver que aquí estamos de paso y que no podemos plantar la choza definitivamente porque el momento en que lo hagamos podemos decir que hemos muerto.