sábado, 23 de febrero de 2008

DOMINGO TERCERO DE CUARESMA -A-

TERCER DOMINGO DE CUARESMA -A-

PRIMERA LECTURA

Danos agua para beber

Lectura del libro del Éxodo 17, 3‑7

En aquellos días, el pueblo, torturado por la sed, murmuró contra Moisés:
—¿Nos has hecho salir de Egipto para hacernos morir de sed a nosotros, a nuestros hijos y a nuestros ganados?
Clamó Moisés al Señor y dijo:
—¿Qué puedo hacer con este pueblo? Poco falta para que me apedreen.
Respondió el Señor a Moisés:
—Preséntate al pueblo llevando contigo algunos de los ancianos de Israel; lleva también en tu mano el cayado con que golpeaste el río y vete, que allí estaré yo ante ti, sobre la peña, en Horeb; golpearás la peña y saldrá de ella agua para que beba el pueblo.
Moisés lo hizo así a la vista de los ancianos de Israel.
Y puso por nombre a aquel lugar Massá y Meribá, por la reyerta de los hijos de Israel y porque habían tentado al Señor diciendo: ¿Está o no está el Señor en medio de nosotros?

Palabra de Dios.

REFLEXIÓN
El pueblo ha pasado 400 años en la esclavitud funcionando a golpe de látigo sin más responsabilidad que hacer lo que le ordenan. Aparentemente la situación es dura pero la actitud interior es de abandono y comodidad: hace lo que le mandan sin preocuparse de nada más.
Al meterse en el desierto y tomar conciencia de sí, al tener que enfrentarse no ya con el verdugo que le ordena y contra el que se puede disentir, sino consigo mismo a quien debo de dar cuentas, las cosas cambian: sienten el deseo de que otro cargue con la responsabilidad, sienten la fuerza de tener que responder de lo que hacen y les entra miedo, inseguridad. Empiezan a sentir si de verdad Dios estará de acuerdo con lo que está pasando y si será fiable el líder que los está conduciendo… Y empiezan a pensar que han caído en una trampa (tentación de abandono) y se lanzan a desanimar a Moisés murmurando y criticando sus actuaciones y dudando que él sea el libertador enviado por Dios… Al dudar de Moisés dudan también de que Dios esté con ellos y prefieren la vuelta otra vez a la esclavitud.
Es curioso que Moisés pusiera por nombre a aquel lugar “Massá (tentación) y Meribá (crítica, murmuración) que son las actitudes propias del miedo a la libertad.
La historia vuelve a repetirse a cada momento y la gente, en lugar de enfrentarse a la dificultad y salir adelante, vuelve la vista atrás, recoge las experiencias negativas y se llena de prejuicios con los que se enfrenta a la realidad.
Es increíble ver esto reflejado en nuestros días y constatar cómo la gente no ha sido capaz de superar una mentalidad de esclavitud y cuando mira la realidad presente sigue viendo y mirando lo que sucedió hace medio siglo atrás. Con esa actitud es imposible soñar y tener esperanza.


Salmo responsorial Sal 94, 1‑2. 6‑7. 8‑9

V/. Escucharemos tu voz, Señor.
R/. Escucharemos tu voz, Señor.

V/. Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
vitoreándolo al son de instrumentos.

R/. Escucharemos tu voz, Señor.

V/. Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.

R/. Escucharemos tu voz, Señor.

V/. Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto,
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.»

R/. Escucharemos tu voz, Señor.


SEGUNDA LECTURA

El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado

Lectura de la carta del Apóstol San Pablo a los Romanos 5, 1‑2. 5‑8

Hermanos:
Ya que hemos recibido la justificación por la fe, estamos en paz con Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo.
Por él hemos obtenido con la fe el acceso a esta gracia en que estamos; y nos gloriamos apoyados en la esperanza de la gloria de los Hijos de Dios.
La esperanza no defrauda, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado.
En efecto, cuando todavía estábamos sin fuerzas, en el tiempo señalado, Cristo murió por los impíos; —en verdad, apenas habrá quien muera por un justo; por un hombre de bien tal vez se atrevería uno a morir—; mas la prueba de que Dios nos ama es que Cristo, siendo nosotros todavía pecadores, murió por nosotros.
Palabra de Dios


REFLEXIÓN
El tema de la desconfianza sigue en pie: a los romanos les cuesta aceptar y creerse que Dios ha pasado la página y no solo la ha pasado, sino que la ha roto: la antigua condición ha sido superada: Él ha establecido la Paz, no hay que hacer otra cosa que aceptarla y vivir de acuerdo a ella y gozar de todas las posibilidades que nos ha dado.
A partir de Cristo es posible soñar de nuevo, tener esperanza, ya no es un absurdo mirar al horizonte y pensar en un proyecto: se recuperó la paz y se abrió definitivamente el horizonte. No hay señal más clara y evidente que es la muerte de Cristo, eso ha sido absolutamente real y cierto: ha muerto el inocente por los pecadores, Él ha pagado todo lo que debíamos a Dios, ha sido saldada nuestra culpa.
El problema sigue en pie cuando no llegamos a creerlo, porque a Dios lo metemos en nuestros esquemas en los que la gratuidad ha desaparecido y entonces solo nos quedamos tranquilos cuando creemos que hemos hecho lo suficiente para que Dios nos perdone o nos ayude a salir adelante, pero en ese caso la relación no es de amor y gratuidad, sino de interés: lo que Dios me da es porque yo me lo he ganado, lo merezco y cuando no lo tengo, es porque me ha castigado, es decir: seguimos en la misma tesitura del Antiguo Testamento.



Versículo antes del Evangelio Jn 4, 42 y 15 Si no se canta, puede omitirse

Señor, tú eres de verdad el Salvador del mundo;
dame agua viva; así no tendré más sed.


EVANGELIO
Un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna

El texto entre [ ] puede omitirse por razón de brevedad.

U Lectura del santo Evangelio según San Juan 4, 5‑42

En aquel tiempo, llegó Jesús a un pueblo de Samaría llamado Sicar, cerca del campo que dio Jacob a su hijo José: allí estaba el manantial de Jacob.
Jesús, cansado del camino, estaba allí sentado junto al manantial.
Era alrededor del mediodía.
Llega una mujer de Samaría a sacar agua, y Jesús le dice:
—Dame de beber.
(Sus discípulos se habían ido al pueblo a comprar comida).
La Samaritana le dice:
—¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana? (porque los judíos no se tratan con los samaritanos).
Jesús le contesto:
—Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber, le pedirías tú, y él te daría agua viva.
La mujer le dice:
—Señor, si no tienes cubo y el pozo es hondo, ¿de dónde sacas el agua viva?; ¿eres tú más que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo y de él bebieron él y sus hijos y sus ganados?
Jesús le contesta:
—El que bebe de esta agua vuelve a tener sed; pero el que beba del agua que yo le daré, nunca más tendrá sed: el agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna.
La mujer le dice:
—Señor, dame esa agua: así no tendré más sed, ni tendré que venir aquí a sacarla.
[ El le dice:
—Anda, llama a tu marido y vuelve.
La mujer le contesta:
—No tengo marido.
Jesús le dice:
—Tienes razón, que no tienes marido: has tenido ya cinco y el de ahora no es tu marido. En eso has dicho la verdad.
La mujer le dice: ]
—Señor, veo que tu eres un profeta. Nuestros padres dieron culto en este monte, y vosotros decís que el sitio donde se debe dar culto está en Jerusalén.
Jesús le dice:
—Créeme, mujer: se acerca la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén daréis culto al Padre. Vosotros dais culto a uno que no conocéis; nosotros adoramos a uno que conocemos, porque la salvación viene de los judíos.
Pero se acerca la hora, ya está aquí, en que los que quieran dar culto verdadero adoraran al Padre en espíritu y verdad, porque el Padre desea que le den culto así. Dios es espíritu, y los que le dan culto deben hacerlo en espíritu y verdad.
La mujer le dice:
—Sé que va a venir el Mesías, el Cristo; cuando venga él nos lo dirá todo.
Jesús le dice:
—Soy yo: el que habla contigo.
[ En esto llegaron sus discípulos y se extrañaban de que estuviera hablando con una mujer, aunque ninguno le dijo: «¿Qué le preguntas o de qué le hablas?.»
La mujer, entonces, dejó su cántaro, se fue al pueblo y dijo a la gente:
—Venid a ver un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho: ¿será éste el Mesías?
Salieron del pueblo y se pusieron en camino adonde estaba él.
Mientras tanto sus discípulos le insistían:
—Maestro, come.
El les dijo:
—Yo tengo por comida un alimento que vosotros no conocéis
Los discípulos comentaban entre ellos:
—¿Le habrá traído alguien de comer?:
Jesús les dijo:
—Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió y llevar a término su obra.
¿No decís vosotros que faltan todavía cuatro meses para la cosecha? Yo os digo esto: Levantad los ojos y contemplad los campos, que están ya dorados para la siega; el segador ya está recibiendo salario y almacenando fruto para la vida eterna: y así se alegran lo mismo sembrador y segador.
Con todo, tiene razón el proverbio «Uno siembra y otro siega.»
Yo os envié a segar lo que no habéis sudado. Otros sudaron y vosotros recogéis el fruto de sus sudores. ]
En aquel pueblo muchos samaritanos creyeron en él [por el testimonio que había dado la mujer: «Me ha dicho todo lo que he hecho.»]
Así, cuando llegaron a verlo los samaritanos, le rogaban que se quedara con ellos. Y se quedó dos días. Todavía creyeron muchos más por su predicación, y decían a la mujer:
—Ya no creemos por lo que tú dices, nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que él es de verdad el Salvador del mundo.


REFLEXIÓN
En la 1ª lectura hemos visto al pueblo que tiene sed, no solo de agua, sino de otras cosas y le asalta la tentación de desconfiar en que Dios esté presente, pues los deja con esa “sed” y esa insatisfacción. Dios tiene que intervenir de nuevo y lo hará usando como instrumento lo que para los egipcios fue mortal: el cayado de Moisés.
En la 2ª lectura S. Pablo les hace caer en la cuenta a los romanos que no es un cuento lo que ellos creen, no es una utopía inalcanzable; la sed que a ellos les asalta y les invita a dirigirse hacia otras fuentes que la calmen es una ilusión: Dios ha demostrado que está con ellos, pues Cristo ha muerto por nosotros y eso es la garantía de que Dios está presente.
En el evangelio es la demostración evidente: el encuentro de Jesús con la mujer samaritana es de una belleza inigualable:
Para un judío es incomprensible que un judío hable con una mujer a solas, peor aún si es que es samaritana y lo que ya no se puede ni imaginar es que esto lo haga un “maestro”. Jesús se salta todas las normas sociales y todos los prejuicios veterotestamentarios. Pasa por encima del racismo y el nacionalismo existente, por encima del desprecio que se tiene a la mujer y mira desde un ángulo distinto.
Allí se encuentra con una PERSONA que tiene sed y busca saciarla; lo mismo que todos los humanos hacemos. Él también tiene sed y necesita de la ayuda de alguien para sacar agua. Pide que le de agua sin mirar ninguno de esos prejuicios y sin la arrogancia del hombre sobre la mujer ni el desprecio del típico israelita hacia un samaritano, con la sencillez del hombre que necesita que le ayuden para poder saciar su sed y expresarle también su deseo de que ella encuentre saciada su sed de felicidad.
Jesús la va dirigiendo en el diálogo hasta que consigue que la mujer sienta la necesidad de llenar su vida no solo de agua sino de la Verdad de Dios y esta mujer pasa a ser de una mujer sin nombre que anda buscando saciar su sed con hombres a una apóstol que va a su aldea a anunciar a Jesucristo.
El encuentro con Jesucristo cambia radicalmente su vida, lo mismo que le ocurre a todos sus vecinos y a todos aquellos que se encuentran con Él y no se dejan guiar por los prejuicios.