martes, 11 de mayo de 2010

DOMINGO VII PASCUA -C-

"ASCENSIÓN DEL SEÑOR"


PRIMERA LECTURA

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 1, 1—11
Lo vieron levantarse

En mi primer libro, querido Teófilo, escribí de todo lo que Jesús fue haciendo y enseñando hasta el día en que dio instrucciones a los apóstoles, que había escogido, movido por el Espíritu Santo, y ascendió al cielo. Se les presentó después de su pasión, dándoles numerosas pruebas de que estaba vivo, y, apareciéndoseles durante cuarenta días, les habló del reino de Dios.
Una vez que comían juntos, les recomendó:
—«No os alejéis de Jerusalén; aguardad que se cumpla la promesa de mi Padre, de la que yo os he hablado. Juan bautizó con agua, dentro de pocos días vosotros seréis bautizados con Espíritu Santo.» Ellos lo rodearon preguntándole:
—«Señor, ¿es ahora cuando vas a restaurar el reino de Israel?»
Jesús contestó:
—«No os toca a vosotros conocer los tiempos y las fechas que el Padre ha establecido con su autoridad. Cuando el Espíritu Santo descienda sobre vosotros, recibiréis fuerza para ser mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta los confines del mundo.»
Dicho esto, lo vieron levantarse, hasta que una nube se lo quitó de la vista. Mientras miraban fijos al cielo, viéndolo irse, se les presentaron dos hombres vestidos de blanco, que les dijeron:
—«Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? El mismo Jesús que os ha dejado para subir al cielo volverá como le habéis visto marcharse.»
Palabra de Dios.

REFLEXIÓN

“NO SOMOS DUEÑOS DEL PROYECTO”
Con este prólogo al libro de los Hechos, S, Lucas lo pone en conexión con el evangelio, vendría a ser como la segunda parte del mismo evangelio en donde se hace una síntesis de todo el ministerio de Jesús, de lo que los apóstoles han sido testigos presenciales de todo lo que ha dicho, hecho y padecido y ahora resucitado; ha sido con ellos con quienes ha compartido y a quienes ha dado el encargo, por tanto, son ellos los únicos que están autorizados, por el mismo Cristo, a dar una explicación de todo lo que ha ocurrido y de establecer los fundamentos para su iglesia.
De todas formas, queda bien claro algo: el proyecto es de Jesús y no de los apóstoles, a quienes no toca ni conocer ni determinar lo que el Padre tiene ya fijado con su poder; a ellos les encomienda que sean testigos de lo que han vivido y, es para eso para lo que los ha elegido y para lo que les enviará; la fuerza del Espíritu Santo será con lo que podrán llevar el mensaje hasta el fin del mundo.
Está claro que el reino que Jesús quiere establecer, no coincide con el concepto que ellos tienen, ni con los intereses que les mueven; es por eso que Jesús les da la misión de proclamar el mensaje, pero el proyecto no lo deja en sus manos, no es de ellos, sino del Padre; a ellos solo les pide que estén disponibles para el Espíritu.
La disponibilidad al Espíritu los va a desestabilizar: los va a sacar de su tierra, como en otro tiempo hizo con Abraham y les va a cambiar su situación de comodidad: “¿Qué hacéis ahí mirando al cielo?” La misión urge, no es momento de perder el tiempo en contemplaciones.
El tema sigue siendo de una actualidad enorme, pues estamos en las mismas condiciones: queriendo manipular y condicionar el mensaje a un montón de situaciones para que responda al esquema que hemos preestablecido, pero sigue escapándosenos de nuestros cálculos.

Salmo responsorial Sal 46, 2‑3. 6‑7. 8‑9 (R.: 6)

R. Dios asciende entre aclamaciones; el Señor, al son de trompetas.
Pueblos todos batid palmas,
aclamad a Dios con gritos de júbilo;
porque el Señor es sublime y terrible,
emperador de toda la tierra. R.
R. Dios asciende entre aclamaciones; el Señor, al son de trompetas.
Dios asciende entre aclamaciones;
el Señor, al son de trompetas;
tocad para Dios, tocad,
tocad para nuestro Rey, tocad. R.
R. Dios asciende entre aclamaciones; el Señor, al son de trompetas.
Porque Dios es el rey del mundo;
tocad con maestría.
Dios reina sobre las naciones,
Dios se sienta en su trono sagrado. R.
R. Dios asciende entre aclamaciones; el Señor, al son de trompetas.


SEGUNDA LECTURA


Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios 1, 17‑23
Lo sentó a su derecha en el cielo

Hermanos:
Que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, os de espíritu de sabiduría y revelación para conocerlo. Ilumine los ojos de vuestro corazón, para que comprendáis cual es la esperanza a la que os llama, cual la riqueza de gloria que da en herencia a los santos, y cual la extraordinaria grandeza de su poder para nosotros, los que creemos, según la eficacia de su fuerza poderosa, que desplegó en Cristo, resucitándolo de entre los muertos y sentándolo a su derecha en el cielo, por encima de todo principado, potestad, fuerza y dominación, y por encima de todo nombre conocido, no sólo en este mundo, sino en el futuro.
Y todo lo puso bajo sus pies, y lo dio a la Iglesia como cabeza, sobre todo. Ella es su cuerpo, plenitud del que lo acaba todo en todos.
Palabra de Dios.

REFLEXIÓN

“EL CAMPO DE LUCHA”
El comienzo de la carta es una bendición a la comunidad, en la que pide que Dios conceda el Espíritu de sabiduría a cada uno, para que pueda conocer toda la grandeza que Dios nos ha regalado en Cristo.
Conocer todo lo que Cristo nos ha conseguido y nos ha regalado, la esperanza a la que nos ha abierto, la herencia de la que nos ha hecho partícipes, la grandeza a la que nos ha elevado, es uno de los regalos más grandes que nos ha podido hacer, por lo que, S. Pablo hace una alabanza a Dios y una acción de gracias por habernos hecho partícipes.
Tener conciencia plena de esta dimensión, es iluminar toda nuestra existencia, encontrarle sentido a toda nuestra vida, abrirnos a un horizonte de esperanza.
Tenemos la experiencia de aquellas personas que se abrieron al Espíritu y se dejaron iluminar por esta luz, cómo sus vidas cogieron una dimensión universal, que rompe las estructuras y las barreras del espacio y del tiempo.
Sin embargo, siempre nos movemos como entre dos campos magnéticos, que nos atraen con una gran fuerza: un campo nos atrae hacia si diciéndonos: “No sueñes, vive, goza, aprovéchate, pues de tejas para arriba nadie ha venido a contar cómo se vive” y nos hace que desemboquemos en una vida a ras de tierra.
La otra fuerza nos atrae hacia si invitándonos a levantarnos, a mirar al horizonte, a ir más allá de lo que vemos y tocamos, a fiarnos, a dejarnos en sus manos, aunque no entendamos muchas veces, no podamos controlar los resultados: es la fe, que nos abre a la confianza y a la esperanza.
Es el campo de lucha en el que nos movemos a diario y en el que nos jugamos el sentido de nuestra existencia.

Aleluya Mt 28, 19. 20
Id y haced discípulos de todos los pueblos —dice el Señor—
yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.


EVANGELIO
Conclusión del santo evangelio según san Lucas 24, 46‑53
Mientras los bendecía, iba subiendo al cielo

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
—«Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén.
Vosotros sois testigos de esto. Yo os enviaré lo que mi Padre ha prometido; vosotros quedaos en la ciudad, hasta que os revistáis de la fuerza de lo alto.»
Después los sacó hacia Betania y, levantando las manos, los bendijo.
Y mientras los bendecía se separó de ellos, subiendo hacia el cielo.
Ellos se postraron ante él y se volvieron a Jerusalén con gran alegría; y estaban siempre en el templo bendiciendo a Dios.
Palabra del Señor.


REFLEXIÓN

“VIVIR REGALÁNDOSE”

Como podemos observar, el relato que hace S. Lucas en el cap. 24 es la primera parte del que retoma después en el libro de los Hechos
Hay algunos detalles que vale la pena subrayar: el momento lo ubica inmediatamente después de la Pascua, con lo que nos está mostrando que se trata de un único acontecimiento que comienza con la vida y termina con la resurrección, es decir: la victoria de Cristo sobre la muerte coincide con su exaltación: “mientras los bendecía se separó de ellos, y fue llevado al cielo” (Jn. 24,51)
En este momento los discípulos entendieron que todo lo que Jesús había hecho y dijo, era parte de un mismo proyecto que ha terminado aquí y que, ahora, les toca continuar a ellos certificándoles que el mismo fin que ha tenido él, es el que les espera a ellos: el triunfo.
Es importante tener esto en cuenta: Jesús pasó haciendo el bien, bendiciendo, entregando su vida, gastándosela poco a poco, por eso al final, no hace sino completar lo que ha venido haciendo: entregar su vida, no es lo mismo morir entregando la vida que sentir que te la han robado: Su momento final no es un desastre, sino un triunfo.
El día de la “Entrada triunfal” suben a Jerusalén y Jesús les va anunciando su muerte, ahora han cambiado las cosas: les envía para que den testimonio de su resurrección; ellos vuelven llenos de alegría, no para esconderse, sino para dar un testimonio abierto. Aunque sepan que el camino que iniciaron con Él terminará en la resurrección, sin desechar la posibilidad de la cruz.
Nuestro gran problema actual, es el no aceptar que el camino hay que hacerlo, mantener la tensión de muerte (ir gastándose, regalándose, dándose, bendiciendo y no maldiciendo), como la forma más eficaz de construir un mundo nuevo.
Planteada la vida así, Jesús viene a mostrarnos cuál es el final de este camino. Ese es el sentido que celebramos en esta fiesta de la Ascensión del Señor.