jueves, 24 de abril de 2008

-VI- DOMINGO DE PASCUA -A-


PRIMERA LECTURA

Les imponían las manos y recibían el Espíritu Santo

Lectura de los Hechos de los Apóstoles 8, 5‑8. 14‑17
En aquellos días, Felipe bajó a la ciudad de Samaría y predicaba allí a Cristo. El gentío escuchaba con aprobación lo que decía Felipe, porque habían oído hablar de los signos que hacía y los estaban viendo: de muchos poseídos salían los espíritus inmundos lanzando gritos, y muchos paralíticos y lisiados se curaban. La ciudad se llenó de alegría.
Cuando los apóstoles, que estaban en Jerusalén, se enteraron de que Samaría había recibido la palabra de Dios, enviaron a Pedro y a Juan; ellos bajaron hasta allí y oraron por los fieles, para que recibieran el Espíritu Santo; aún no había bajado sobre ninguno, estaban solo bautizados en el nombre del Señor Jesús. Entonces les imponían las manos y recibían el Espíritu Santo.
Palabra de Dios.

REFLEXIÓN.

“LA ALEGRÍA, FRUTO DE LA POSESIÓN DEL ESPÍRITU”

El domingo pasado leíamos en el pasaje de los Hechos de los Apóstoles que nos traía la liturgia, que al presentarse una necesidad, la comunidad se reunió y eligieron siete diáconos para que realizaran el servicio de las mesas y pudieran los apóstoles dedicarse a lo suyo; uno de aquellos siete diáconos era Felipe a quien vemos hoy que ha sufrido las consecuencias de la persecución y ha tenido que marcharse a Samaría, tierra despreciada por los judíos, cosa que estaba en el programa de Jesús, pues les dijo que debían ir a Samaría para llevar el evangelio y hasta el último confín de la tierra.
Con la persecución comienza a cumplirse el encargo de Jesús y es Felipe, uno de estos diáconos, el que llega en la huida a Samaría y se encuentra con este pueblo despreciado por los judíos, pero ávido de la Palabra de Dios. Felipe empieza a dar testimonio y “la gente lo escuchaba con aprobación”. El texto termina diciendo que “la ciudad se llenó de alegría” y su gente aceptó a Jesucristo y su mensaje bautizándose. Pasaron a ser seguidores de Jesús, abrieron su corazón a su mensaje.
Al enterarse los apóstoles, que estaban en Jerusalén, enviaron a Pedro y a Juan para que les impusieran el Espíritu Santo, los confirmaran en la fe, ellos eran los garantes de esa fe que había dado Felipe, con lo que los samaritanos quedaban engarzados en la misma fe, en la misma familia, la iglesia, por el mismo Espíritu a través de los apóstoles.
Es la misma dinámica que ha seguido siempre la iglesia hasta nuestros días: las comunidades se extendieron por todo el mundo, pero la fe sigue siendo la misma y la unidad es perfecta, porque es el mismo Espíritu el que la sustenta.
El problema surge el momento en que la “voz del pastor” no se conoce, o el pastor no entra por “la puerta”, es decir: no es el Espíritu de Jesús el que mueve la iglesia, sino otros intereses de poder, de política, de prestigio, económicos o de trastorno de valores (asfixia de carismas por el excesivo protagonismo de los ministros o entender el ministerio como opción de poder y no de servicio) cuando esto ocurre, la división entra en el redil, las ovejas se desconciertan y los pastores ya no se rigen por lo que manda Jesús, cada uno se convierte en “Sumo Pastor” y nadie puede entrar o salir tranquilo porque no sabe a lo que se expone.
Lógicamente esta situación no da lugar a la alegría que caracteriza siempre a la recepción del mensaje y a la posesión del Espíritu. ¡Hace tanto tiempo que se perdió esta alegría en la iglesia!
Se necesita una fuerte revisión para poder recuperar algo que es nuestro y que probablemente esté obstaculizado por habernos apoderado de lo que no nos pertenece y habernos instalado en una situación que no es sostenible entre nosotros.

Salmo responsorial Sal 65, 1‑3a. 4‑5. 6‑7a. 16 y 20
V/. Aclamad al Señor, tierra entera. (o, Aleluya ).

R/. Aclamad al Señor, tierra entera.

V/. Aclamad al Señor, tierra entera;
tocad en honor de su nombre, cantad himnos a su gloria.
Decid a Dios: «Qué temibles son tus obras.»

R/. Aclamad al Señor, tierra entera.

V/. Que se postre ante ti la tierra entera, que toquen en tu honor,
que toquen para tu nombre.
Venid a ver las obras de Dios,
sus temibles proezas en favor de los hombres.

R/. Aclamad al Señor, tierra entera.

V/. Transformó el mar en tierra firme, a pie atravesaron el río.
Alegrémonos con Dios,
que con su poder gobierna eternamente.

R/. Aclamad al Señor, tierra entera.

V/. Fieles de Dios, venid a escuchar;
os contaré lo que ha hecho conmigo.
Bendito sea Dios que no rechazó mi súplica.

R/. Aclamad al Señor, tierra entera.

SEGUNDA LECTURA

Murió en la carne, pero volvió a la vida por el Espíritu

Lectura de la primera carta del Apóstol San Pedro 3, 15‑18

Hermanos:
Glorificad en vuestros corazones a Cristo Señor y estad siempre prontos para dar razón de vuestra esperanza a todo el que os la pidiere; pero con mansedumbre y respeto y en buena conciencia, para que en aquello mismo en que sois calumniados queden confundidos los que denigran vuestra buena conducta en Cristo; que mejor es padecer haciendo el bien, si tal es la voluntad de Dios, que padecer haciendo el mal.
Porque también Cristo murió una vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios. Murió en la carne, pero volvió a la vida por el Espíritu.
Palabra de Dios


REFLEXIÓN

“LIBERTAD vs. ESCLAVITUD”

Dice el principio filosófico: “Nadie da lo que no tiene”, eso es verdad. Pero también puede ocurrir –y en el momento en que vivimos se está convirtiendo en algo normal- el que revistamos de una apariencia las cosas y cuando nos acercamos a ellas nos llevamos el gran fracaso, ya que no se trata de SER sino de aparentar y así nos encontramos que hay quienes dan una apariencia concreta para aquello que se necesita en un momento y otra según convenga en otro, más aún en un sistema en el que la vida del individuo está seccionada y dividida en compartimentos estancos de tal forma que, cada uno es independiente y nada tiene que ver con el otro.
La llamada de Pedro a la comunidad tiene hoy una complicación especial: se trata de tener lleno el corazón de Dios para poder darle gloria y al mismo tiempo saber dar razón de lo que siento, de lo que llevo dentro, de mi experiencia y de lo que creo, pero cuando todo está tan diluido, tan seccionado, de forma que no hay una integridad de la persona, entonces la cosa se hace difícil, pues en una cosa podemos ser calumniados y en otra alabados y como ninguna sección tiene que ver con la otra, la postura se complica.
De todas formas, aunque esa sea la propuesta que el mundo presenta frente a la propuesta de integridad que da Cristo, no queda más remedio que apostar y definirse, pues no podemos estar “sirviendo a dos señores” aunque el servir a uno nos acarree el ser sacados de la cancha y no permitírsenos tocar la pelota para hacer nuestra jugada.
Entonces qué… ¿Estamos llamados a recluirnos, a callarnos, a dar por perdida la batalla? ¡De ninguna manera! Los cristianos primeros tuvieron la misma situación y la respuesta que dieron no fue dar por perdida la batalla, sino emprender ellos una nueva, plantear una propuesta frente a la del sistema y dar una razón clara de ella apoyada no solo con sus principios y convicciones, sino con su vida que se convertía en la razón más clara y convincente: la LIBERTAD frente a la ESCLAVITUD.
Se trata de plantear la batalla de la Libertad contra la Esclavitud y aquí no caben medias tintas: no se puede seguir llamando “diplomacia” a la mentira y aguantarse con que la camuflen con otras palabras vg. Al asesinato de un niño se le llama interrupción del embarazo.
Tampoco se puede tolerar y llegar a convencernos que es así la vida y entramos en el juego cambiándole el nombre a la “explotación” por el de negocio o llamarle “tolerancia” a la irresponsabilidad… y nos quedamos tranquilos viendo cómo se impone el disparate por encima de la verdad.
Un cristiano tiene que ser valiente y dar razón de su fe: no puede llamar “AMOR”, que es el principio de su identificación, a dar rienda suelta a la sensualidad que se ha convertido en un verdadero negocio.
Un cristiano tiene que imponerse y demostrar que ser libre no es hacer lo que le viene en gana y, menos aún, llamar sinceridad a la falta de respeto.
La propuesta es clara: mientras el mundo nos propone el vivir desde el TENER el APARENTAR y el PODER, y esto le permite hacer todos esos cambios no solo en el lenguaje, sino en la práctica de la realidad, el cristiano se “planta” a vivir desde el AMOR y desde el SER: su gloria y su orgullo no está en tener ni en aparentar mucho poder para imponerse sobre los demás, sino en SER hermano y solidario con los demás, compartiendo y siendo honrado, caminando de cara a la verdad.
Esta actitud de vida va dando una espontaneidad en la que el hombre se siente libre, y la verdad en la que vive, le da un estilo inconfundible de vida que lo enfrenta inmediatamente a la mentira y a la corrupción, a la que da lugar el sistema de la “esclavitud”.



Aleluya Jn 14, 23
Si no se canta, puede omitirse

Aleluya, aleluya.
Si alguno me ama guardará mi palabra
—Dice el Señor—, y mi Padre lo amará y vendremos a él.
Aleluya.


EVANGELIO

Yo le pediré al Padre que os dé otro Defensor

U Lectura del santo Evangelio según San Juan 14, 15‑21

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
—Si me amáis, guardaréis mis mandamientos. Yo le pediré al Padre que os dé otro Defensor que esté siempre con vosotros, el Espíritu de la verdad. El mundo no puede recibirlo porque no lo ve ni lo conoce; vosotros, en cambio, lo conocéis porque vive con vosotros y está con vosotros.
No os dejaré desamparados, volveré. Dentro de poco el mundo no me verá, pero vosotros me veréis, y viviréis, porque yo sigo viviendo. Entonces sabréis que yo estoy con mi Padre, vosotros conmigo y yo con vosotros. El que acepta mis mandamientos y los guarda, ese me ama; al que me ama, lo amará mi Padre, y yo también lo amaré y me revelaré a él.




REFLEXIÓN

NECISITAMOS EL ESPÍRITU”

Los apóstoles habían vivido una experiencia extraordinaria al lado de Jesús y esto los mantuvo y les siguió dando coraje para continuar caminando. Esta experiencia la fueron transmitiendo y mucha gente quiso vivirla y lo intentó viviendo momentos con mayor o menor fervor. Es lo que ocurre siempre, y cada uno empieza a darle forma a esa experiencia y a querer hacerla “absoluta”: como lo mejor, como lo más grande, lo único… y viene el proselitismo y la exclusión del que no entra por donde yo. Esto ocurre cuando nos olvidamos de Jesús y empezamos a interpretarlo más que a vivirlo.
También suele ocurrirnos una cosa: queremos hacer tan perfecta una cosa que cuando no nos sale como pensamos nos venimos abajo y llegamos al desaliento al ver que no alcanzamos el ideal que queremos; de la misma manera Jesús ha desaparecido del horizonte y nos hemos instalado queriendo hacer absoluta una experiencia, mientras que la experiencia del afecto, del cariño, del respeto y del amor no tiene normas ni complica las cosas, sencillamente vive y basta.
Para el cristiano no hay más maestro que Jesús, pero Él desapareció de nuestra vista, no es posible imitarlo, no queda más remedio que seguir sus pasos y en ese seguimiento nos vienen todas esas tentaciones o dificultades que en ciertos momentos hasta nos pueden desviar del sendero. Necesitamos, como necesidad vital, el que alguien nos vaya recordando que Cristo está vivo, que Él camina a nuestro lado, que tenemos que seguir mirándolo a Él y no a otra cosa o a otra idea que a mi se me antoja. Por eso tenía tanto interés en que se dieran cuenta que necesitaban un “Defensor” para que los cuidara y un “Consolador” para que no se vinieran abajo cuando las cosas no salieran como ellos pensaban.
El Espíritu de Jesús resucitado posibilita que nos mantengamos con el corazón y la mente abiertos para no estancarnos en nada, para no absolutizar en la tierra nada que nos pueda hacer excluyentes, intolerantes e incapaces de escuchar y descubrir por donde puede haber un rayo de luz de la verdad. Esto es imposible si es que no nos guía y nos sostiene su Espíritu.

jueves, 17 de abril de 2008

-V- DOMINGO DE PASCUA -A-

PRIMERA LECTURA
Escogieron a siete hombres llenos de Espíritu Santo

Lectura de los Hechos de los Apóstoles 6, 1‑7

En aquellos días, al crecer el número de los discípulos, los de lengua griega se quejaron contra los de lengua hebrea, diciendo que en el suministro diario no atendían a sus viudas. Los apóstoles convocaron al grupo de los discípulos y les dijeron:
No nos parece bien descuidar la Palabra de Dios para ocuparnos de la administración. Por tanto, hermanos, escoged a siete de vosotros, hombres de buena fama, llenos de espíritu de sabiduría, y los encargaremos de esta tarea; nosotros nos dedicaremos a la oración y al servicio de la palabra.
La propuesta les pareció bien a todos y eligieron a Esteban, hombre lleno de fe y de Espíritu Santo, a Felipe, Prócoro, Nicanor, Simón, Parmenas y Nicolás, prosélito de Antioquía. Se los presentaron a los apóstoles y ellos les impusieron las manos orando.
La Palabra de Dios iba cundiendo y en Jerusalén crecía mucho el número de discípulos; incluso muchos sacerdotes aceptaban la fe.
Palabra de Dios.

REFLEXIÓN

VOLVER A LA FUENTE”

La lección que nos deja hoy el texto de los Hechos de los Apóstoles es fantástica y de una actualidad enorme, no por su realización sino por su ausencia.
Los apóstoles, en un primer momento se convierten en el eje de las comunidades (de las ecclesias), son ellos los que han estado al lado del MAESTRO, los testigos directos, los mejores interpretes, todo el mundo desea oírlos, hablar con ellos, escuchar de sus labios el mensaje, pues son los que han estado directamente con Jesús. Es la misión principal que tienen: ser transmisores de la experiencia de vida con Jesús, pero a medida que va pasando el tiempo, van surgiendo nuevas necesidades que al ser muchas, van desplazando lo fundamental y cuando quieren acordar están en todo menos en lo que deben estar.
En cuanto existe la necesidad, automáticamente surge también el carisma que capacitará para el ministerio (servicio) que de respuesta a la necesidad. Así fue siempre y no tiene sentido que sea de otra manera.
Los apóstoles no se apoltronan en su autoridad y dejan paso a los carismas para que se puedan solucionar las necesidades de la comunidad y todos son atendidos. “escoged a siete de vosotros, hombres de buena fama, llenos de espíritu de sabiduría, y los encargaremos de esta tarea; nosotros nos dedicaremos a la oración y al servicio de la palabra”.
Pero las cosas las hemos cambiado: los carismas ya no responden a la necesidad, ni tampoco el ministerio mira a resolverla. La dinámica ya no es el servicio como expresión del amor que da respuesta a la necesidad de la comunidad.
Es que EL AMOR fue sustituido por la ley y, en consecuencia, la autoridad se convirtió en poder y el ministerio en servicio al poder. Al final, la comunidad, por desgracia, es la última de la fila que tiene que aguantar con lo que venga desde arriba sin que se la tome en cuenta para nada.
Ciertamente, esto se parece bien poco a lo que salió de las manos de Cristo y, en consecuencia es muy difícil que se repitan en estos nuevos esquemas aquello que pertenece a la base y origen de nuestra fe.



Salmo responsorial Sal 32, 1‑2. 4‑5. 18‑19

V/. Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti. (o, Aleluya).

R/. Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como esperamos de ti.

V/. Aclamad, justos, al Señor, que merece la alabanza de los buenos; dad gracias al Señor con la cítara, tocad en su honor el arpa de diez cuerdas.

R/. Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti.

V/. La palabra del Señor es sincera y todas sus acciones son leales; él ama la justicia y el derecho, y su misericordia llena la tierra.

R/. Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti.

V/. Los ojos del Señor están puestos en sus fieles, en los que esperan en su misericordia, para librar sus vidas de la muerte y reanimarlos en tiempo de hambre.

R/. Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti.

SEGUNDA LECTURA
Vosotros sois una raza elegida, un sacerdocio real

Lectura de la primera carta del Apóstol San Pedro 2, 4‑9

Queridos hermanos:
Acercándoos al Señor, la piedra viva desechada por los hombres, pero escogida y preciosa ante Dios, también vosotros, como piedras vivas, entráis en la construcción del templo del Espíritu, formando un sacerdocio sagrado para ofrecer sacrificios espirituales que Dios acepta por Jesucristo.
Dice la Escritura:
«Yo coloco en Sión una piedra angular, escogida y preciosa; el que crea en ella no quedará defraudado.»
Para vosotros, los creyentes, es de gran precio, pero para los incrédulos es la piedra que desecharon los constructores: ésta se ha convertido en piedra angular, en piedra de tropezar y en roca de estrellarse.
Y ellos tropiezan al no creer en la palabra: ése es su destino.
Vosotros, en cambio, sois, una raza elegida, un sacerdocio real, una nación consagrada, un pueblo adquirido por Dios para proclamar las hazañas del que nos llamó a salir de las tinieblas y a entrar en su luz maravillosa.
Palabra de Dios

REFLEXIÓN

“LA ÚNICA Y VERDADERA DIGNIDAD DEL SER HUMANO”

El apóstol Pedro presenta a la comunidad lo que Dios ha hecho: de ser el hombre “algo” que ha perdido todo su valor, lo ha convertido en “alguien” a quien le ha dado la categoría de ser "Hijo" suyo con todas las atribuciones de un hijo. A la comunidad, además, la ha hecho partícipe de algo tan grande como es el poder formar parte del proyecto de Dios de salvación del mundo y cada cristiano bautizado pasa a formar parte de ese templo que mantendrá viva la presencia de la salvación del mundo. De ser “algo” sin importancia, Dios ha constituido al hombre en “alguien” que se levanta por encima de todo lo creado.
Por más que el ser humano quisiera, jamás podría alcanzar a valorar esta dignidad de la que ha sido investido, dignidad que se le ha regalado por Jesucristo. Sin embargo, el hombre sigue queriendo ser el arquitecto de su propia felicidad y sigue despreciando a Dios, quitándolo y hasta considerándolo como el obstáculo que le impide ser feliz.
Al final, siempre le ha pasado lo mismo, desde los mismos comienzos de la humanidad: cuando el hombre desprecia a Dios, que es el único referente de su proyecto de hombre, se destruye a sí mismo y solo volviendo a Él recupera de nuevo su imagen y su dignidad.
Pero también, desgraciadamente, siempre ocurre lo mismo y cada generación repite la misma historia y necesita venirse abajo, morder tierra, para darse cuenta que lejos de Él tiene todos los horizontes perdidos y termina en la muerte y en su propia destrucción. Es justamente lo que Pedro quiere hacerle ver a la comunidad: los hombres por naturaleza tienden a despreciar a Dios porque lo creen su barrera para ser “dioses” y no se dan cuenta hasta que se han perdido que la clave o la piedra angular que sostiene la grandeza del hombre es justamente Dios.
Cuando miramos el momento actual que vivimos en el que vimos que en Europa estorbaba hasta el nombre de Dios en la constitución, ahora lo estamos viendo que se está dando el mismo proceso en todos los países latinoamericanos… como si es que ese fuera el gran problema que impide el respeto entre las culturas, como si el que es el Padre de todos fuera el que está impidiendo que los hombres se respeten y se establezca la justicia y se reconozca la dignidad de sus hijos y se respete la cultura de cada uno… y nadie atropelle lo que es sagrado en cada persona.
Pero como ha ocurrido en cada ciclo de hundimiento de la humanidad, cuando a los hombres les estorba DIOS , es porque la persona ha perdido todo su valor para ellos y se entró en un ciclo de muerte que ya es irreversible. Dios se quita porque estorba para atropellar y destruir la humanidad, pues DIOS es el único que frena al hombre para el mal, pero jamás para el bien.



Aleluya Jn 14, 5

Si no se canta, puede omitirse
Aleluya, aleluya.
Yo soy el camino y la verdad y la vida
—dice el Señor.
Nadie va al Padre, sino por mí.
Aleluya.

EVANGELIO
Yo soy el camino y la verdad y la vida

U Lectura del santo Evangelio según San Juan 14, 1‑12

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos:
—No perdáis la calma, creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas estancias si no, os lo habría dicho, y me voy a prepararos sitio. Cuando vaya y os prepare sitio volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo estéis también vosotros. Y adonde yo voy, ya sabéis el camino.
Tomás le dice:
—Señor, no sabemos adónde vas. ¿Cómo podemos saber el camino?
Jesús le responde:
—Yo soy el camino y la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mí. Si me conocierais a mí, conoceríais también a mi Padre. Ahora ya lo conocéis y lo habéis visto.
Felipe le dice:
—Señor, muéstranos al Padre y nos basta.
Jesús le replica:
—Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe? Quien me ha visto a mí ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: «Muéstranos al Padre?» ¿No crees que yo estoy en el Padre y el Padre en mí? Lo que yo os digo no lo hablo por cuenta propia. El Padre, que permanece en mí, él mismo hace las obras. Creedme: yo estoy en el Padre y el Padre en mí. Si no, creed a las obras. Os lo aseguro: el que cree en mí, también el hará las obras que yo hago, y aun mayores. Porque yo me voy al Padre.




REFLEXIÓN

“SER CRISTIANO ES SEGUIR EL CAMINO”

El diálogo de Jesús con el grupo de los apóstoles en un momento en el que se encuentran desconcertados cobrará pleno sentido años después cuando la comunidad se encuentra en dificultades.
Los apóstoles han estado viviendo a su lado poco más de dos años y han podido experimentar algo que estaba fuera del ambiente que había establecido: a su lado habían podido vivir sintiéndose hermanos y amigos, apoyándose unos a otros, sosteniéndose unos en otros, atentos a la vida de los otros… amándose y rompiendo un montón de prejuicios que había montados.
Pero no solo esta experiencia de vida, sino habían aprendido a encontrarle sentido a todo lo que hacían, a diferenciar el bien del mal, a tener un criterio, a descubrir la verdad… es decir, habían aprendido a ser libres, a ser personas. Jesús los había hecho hombres libres. Esta experiencia era irrefutable; a partir de aquí nada era igual.
Jesús no les había enseñado un sistema religioso ni filosófico, como hacían los maestros; les había enseñado un modo nuevo de vivir en libertad.
Cuando muere Jesús y ellos tienen que seguir viviendo, siguen asustados y desconcertados, pero tienen muy claro que no es posible vivir como antes lo hacían y casi por inercia siguen reuniéndose, apoyándose, y viviendo bajo la influencia de Jesús.
Las dos o tres primeras generaciones de cristianos, no tienen conciencia de haber comenzado una religión ni un sistema de nada. Ellos viven de una manera determinada en un ambiente hostil, contrario, y beligerante a todo aquello que pueda suponer el desestabilizar lo establecido por el imperio: no se tolera el que un pobre se declare libre. Ellos se reúnen y a su reunión le llaman “iglesia” que era lo que significaba en griego la palabra (“reunión= ecclesia”)
Cuando ellos tienen que definirse en la vida se dan cuenta que no hay otra forma de vivir en libertad que la que ha dejado Jesús y es ahí donde se entiende aquello que les decía: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”, es la única y gran verdad, todo lo demás que aparece en la vida son atajos que no llevan a ningún sitio, son mentiras o verdades a medias que no aclaran nada.
Frente a esto no queda más alternativa que: organizo mi vida en la onda de Jesús y cuentan los demás en mi vida haciéndome solidario, compartiendo alegrías y tristezas, sintiéndome hermano de los hombres y no enemigo, luchando por hacer un mundo más humano en el que quepamos todos y tengamos lo suficiente para vivir, teniendo una actitud abierta y acogedora o me olvido de Dios Padre y me convierto en un individuo excluyente e intolerante que no acepto sino aquellos que son de los míos y entro en la onda del “bienestar y la competición en el tener” buscando mis intereses por encima de la vida de los demás y convierto la existencia en un anticipo del infierno condenado al fatalismo.
Dando un salto de dos mil años hacia delante vemos cuánto han cambiado las cosas: ya no es una experiencia vital la que nos reúne, sino un mandato, ya no es la necesidad vital la que nos empuja a encontrarnos para celebrar, sino una religión que establece unas normas y en la que nos podemos sentir extraños los unos a los otros, pero podemos ser religiosos y hasta se nos permite sentirnos buenos.

viernes, 11 de abril de 2008

IV DOMINGO DE PASCUA -A-

PRIMERA LECTURA
Dios lo ha constituido Señor y Mesías

Lectura de los Hechos de los Apóstoles 2, 14a. 36‑41

El día de Pentecostés se presentó Pedro con los once, levantó la voz y dirigió la palabra:
—Todo Israel esté cierto de que al mismo Jesús, a quien vosotros crucificasteis, Dios lo ha constituido Señor y Mesías.
Estas palabras les traspasaron el corazón, y preguntaron a Pedro y a los demás apóstoles:
— ¿Qué tenemos que hacer, hermanos?
Pedro les contestó:
—Convertíos y bautizaos todos en nombre de Jesucristo para que se os perdonen los pecados, y recibiréis el Espíritu Santo. Porque la promesa vale para vosotros y para vuestros hijos y, además, para todos los que llame el Señor Dios nuestro, aunque estén lejos.
Con éstas y otras muchas razones les urgía y los exhortaba diciendo:
—Escapad de esta generación perversa.
Los que aceptaron sus palabras se bautizaron, y aquel día se les agregaron unos tres mil.
Palabra de Dios.


REFLEXIÓN

“OFERTA GRATIS DE LA FELICIDAD”

Pedro se da cuenta del error tan grave que el pueblo ha cometido y en el que está instalado, hasta el punto de considerar la verdad como una blasfemia y en cambio, acepta el error y la muerte como una posibilidad de salvación.
Lo que ha acontecido con Jesús es la prueba más fuerte de la equivocación en la que están y lo que Dios ha hecho con Jesús es la prueba más evidente de la condenación que merecen. Es una generación perversa, que ha pervertido todos los valores, hasta el punto de no reconocer la verdad Pero cualquier instante de la vida es un momento bueno para reconocer y rectificar volviendo a la luz y a la verdad, pues Cristo no ha venido a condenar, sino a recuperar lo que estaba perdido y a salvar.
De todas formas, esto no es una imposición que se establece contra la voluntad de alguien, sino una oferta de salvación que Dios hace, la acogida es completamente libre por parte de cada uno.
Dando un salto hacia adelante y aterrizando en 2008 podríamos actualizar el discurso de Pedro y las denuncias que hace por la realidad que está viviendo: Cristo ha venido a establecer la verdad, la paz, el respeto a la persona, la acogida a los débiles, la dignidad de la persona por encima de cualquier otro valor o interés personal, la libertad basada en la verdad como marco de referencia desde el que se pueden establecer unas relaciones de amistad y fraternidad entre los hombres... y las autoridades, junto con el pueblo, han preferido a un asesino, en lugar de Cristo que ha pasado haciendo el bien; al Cesar que les saca el jugo de sus vidas, la sumisión y la esclavitud antes que la libertad.
Cuando miramos esto, da la sensación que no hubieran pasado dos mil años, pues vuelven a repetirse los mismos esquemas y se siguen teniendo las mismas posturas y se sigue dando la misma perversión de valores hasta el punto de preferir la muerte a la vida.
No obstante, de la misma manera que en el tiempo de Jesús, la oferta está en pie, la acogida es cosa de cada uno.

Salmo responsorial Sal 22, 1‑3a. 3b‑4. 5. 6

V/. El Señor es mi pastor, nada me falta. (o, Aleluya).

R/. El Señor es mi pastor, nada me falta.

V/. El Señor es mi pastor, nada me falta: en verdes praderas me hace recostar, me conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas.

R/. El Señor es mi pastor, nada me falta.

V/. Me guía por el sendero justo, por el honor de su nombre.
Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo: tu vara y tu cayado me sosiegan.

R/. El Señor es mi pastor, nada me falta.

V/. Preparas una mesa ante mí enfrente de mis enemigos; me unges la cabeza con perfume, y mi copa rebosa.

R/. El Señor es mi pastor, nada me falta.

V/. Tu bondad y tu misericordia me acompañan todos los días de mi vida, y habitaré en la casa del Señor por años sin término.

R/. El Señor es mi pastor, nada me falta.

SEGUNDA LECTURA
Habéis vuelto al pastor y guardián de vuestras vidas

Lectura de la primera carta del Apóstol San Pedro 2, 20b‑25

Queridos hermanos:
Si obrando el bien soportáis el sufrimiento, hacéis una cosa hermosa ante Dios, pues para esto habéis sido llamados, ya que también Cristo padeció su pasión por vosotros, dejándoos un ejemplo para que sigáis sus huellas.
El no cometió pecado ni encontraron engaño en su boca; cuando lo insultaban, no devolvía el insulto; en su pasión no profería amenazas; al contrario, se ponía en manos del que juzga justamente.
Cargado con nuestros pecados subió al leño, para que, muertos al pecado, vivamos para la justicia. Sus heridas os han curado.
Andabais descarriados como ovejas, pero ahora habéis vuelto al pastor y guardián de vuestras vidas.
Palabra de Dios

REFLEXIÓN

"CON LA CABEZA BIEN ALTA"

Sufrir un castigo por haber cometido un daño es comprensible y normal, puesto que eso es para lo que hemos hecho méritos. Eso se trata de un tema de pura justicia retributiva: "El que la hace, la paga".
Pero se trata de cambiar las cosas, de tener una mentalidad distinta: tú haces un bien y merecías un premio pero en cambio recibes el castigo, y entonces, rompiendo la lógica, en lugar de revolverte contra el que te lo impone lo asumes como la prueba evidente de la fuerza que tienes frente a su sin razón, que queriéndote doblar por la fuerza no consigue quitarte la dignidad, con lo que es en la adversidad donde con más fuerza brilla la libertad y la fuerza del hombre de Dios que a semejanza de Cristo, ni la misma muerte en cruz, que injustamente le impusieron, lograron que Él diera marcha atrás o que se defendiera, con lo que la misma muerte que le dieron se convirtió en la peor de las denuncias que se ha podido hacer a un pueblo y que ha quedado evidenciada a través de todos los siglos como signo de la derrota del que apuesta por el mal y la sin razón.
Pedro coge el ejemplo de Cristo, no como el modelo de aguante, sino como el signo de la victoria que va más allá de la muerte, es la victoria de la verdad y de la justicia que ni la muerte la pueden destruir y es en esa victoria en la que Cristo nos ha vinculado y nos ha dado la libertad suprema.
Por eso sigue manteniendo la misma propuesta: hemos de tomarnos en serio lo que somos y lo que confesamos, hemos de levantar la cabeza y proclamar con orgullo que somos libres, que ni la muerte nos detiene.
Sin embargo, cuando miramos a la realidad que vivimos, observamos con tristeza cómo se ha borrado esta actitud del rostro de la cistiandad y lo que ha quedado es otra cosa: una imagen de derrota, de inutilidad, de beatos, de reaccionarios… algo de lo que nos da vergüenza declarar y confesar públicamente. Y cuando nos acercamos a la práctica, podemos observar que, con frecuencia hay cristianos que no solo no se distinguen de los que no tienen fe, sino que son bastante peores, convirtiéndose en verdadero escándalo para la humanidad.


Aleluya Jn 10, 14

Si no se canta, puede omitirse


Aleluya, aleluya.
Yo soy el buen Pastor dice el Señor,
conozco a mis ovejas
y las mías me conocen.
Aleluya.

EVANGELIO
Yo soy la puerta de las ovejas

Lectura del santo Evangelio según San Juan 10, 1‑10

En aquel tiempo, dijo Jesús a los fariseos:
—Os aseguro que el que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que salta por otra parte, ése es ladrón y bandido; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. A éste le abre el guarda y las ovejas atienden a su voz, y él va llamando por el nombre a sus ovejas y las saca fuera. Cuando ha sacado todas las suyas camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz: a un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños.
Jesús les puso esta comparación, pero ellos no entendieron de qué les hablaba. Por eso añadió Jesús: Os aseguro que yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido antes de mí son ladrones y bandidos; pero las ovejas no los escucharon.
Yo soy la puerta: quien entre por mí sé salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos.
El ladrón no entra sino para robar y matar y hacer estrago; yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante.
Palabra del Señor


REFLEXIÓN

“ANDAR A DOS AGUAS”
El mensaje de Jesús fue claro y tajante, no admite ambigüedades, su radicalidad echó siempre a mucha gente para atrás: “O conmigo o en contra mía”, “El que no siembra conmigo desparrama”, “El que pone las manos en el arado y echa la vista atrás no sirve para el reino”, “El que ama a su padre… mas que a mi no es digno del reino...” etc. Y cuando los mismos apóstoles le dijeron que tenía un lenguaje fuerte, que costaba asumirlo, no dulcificó las cosas y les dijo: “¿También vosotros queréis dejarme? Es que no había vuelta de hoja, las cosas son como son y la verdad no se puede disfrazar.
Sus ovejas son de Él y lo siguen a Él y no a otro pastor; sus ovejas reconocen su voz y no la confunden con la de otro pastor. Sus ovejas no funcionan a dos caras, ni se sienten de dos dueños dependiendo de las conveniencias.
De la misma manera los pastores que quieren pastorear con Él, siguen sus mandatos y sus directrices, van caminando bajo su guía y llevan sus ovejas a dónde Él establece que vayan y no a otro sitio.
Sin embargo, la tentación está acechando constantemente a todos: a pastores y a ovejas: a los pastores porque con frecuencia no son servidores que aman a las ovejas, que hacen del servicio su vida y disfrutan y son felices realizando esa misión, sino que por el contrario, son asalariados que se sirven de las ovejas para sus intereses y, -como decía el profeta Isaías – “se engordan a costillas de las ovejas” Estos pastores, como no les interesa la vida de las ovejas hacen estragos en el redil (estos pastores pueden ser: padres, sacerdotes, políticos, maestros, gobernantes, líderes sindicales o de cualquier otra función) Cuando un pastor llega y no piensa en las ovejas, sino en sus intereses, en su situación, se convierte en el peor de los lobos, es más, en momentos concretos es capaz, incluso de pactar con el lobo para comerse las ovejas a medias. Esto lo estamos viendo con una frecuencia lamentablemente grande.
Pero también está la otra parte: las ovejas, que en lugar de tener una postura coherente prefieren coger el camino de en medio y andan a dos aguas: cuando conviene van de una manera y cuando no, van de otra; en un momento parece que oyen la voz de Jesús y, a la vuelta de la esquina, resulta que se van con otro pastor que les ha ofrecido otro pasto. O lo que es más común: estar confesándose de un pastor y en la realidad estar “haciéndole el agosto al otro” Esta postura es mucho más peligrosa todavía. Si queremos un ejemplo concreto queda perfectamente retratado en Judas: mientras está comulgando en la mesa del Maestro, está pactando con los enemigos para entregarlo.

jueves, 3 de abril de 2008

DOMINGO TERCERO DE PASCUA -A-


PRIMERA LECTURA
No era posible que la muerte lo retuviera bajo su dominio

Lectura de los Hechos de los Apóstoles 2, 14. 22‑28

El día de Pentecostés, se presentó Pedro con los once, levantó la voz y dirigió la palabra:
Escuchadme, israelitas: Os hablo de Jesús Nazareno, el hombre que Dios acreditó ante vosotros realizando por su medio los milagros, signos y prodigios que conocéis. Conforme al plan previsto y sancionado por Dios, os lo entregaron, y vosotros, por mano de paganos, lo matasteis en una cruz. Pero Dios lo resucitó rompiendo las ataduras de la muerte; no era posible que la muerte lo retuviera bajo su dominio, pues David dice:
Tengo siempre presente al Señor, con él a mi derecha no vacilaré.
Por eso se me alegra el corazón, exulta mi lengua y mi carne descansa esperanzada.
Porque no me entregarás a la muerte ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción.
Me has enseñado el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia.

Palabra de Dios.

REFLEXIÓN
A parte de toda la estructura del discurso de Pedro y de su composición literaria, hay algo que resalta a primera vista: Pedro, con los demás compañeros ha vivido una experiencia que le ha dejado marcado: al lado de Jesús él ha visto cómo ha pasado haciendo el bien, curando a los enfermos, acogiendo a todo el mundo, apoyando a los caídos… ha visto y ha estado al lado de Jesús cuando se las ha jugado por la gente que estaba acorralada y ha salido al frente de los que no podían defenderse. Todas esas cosas están fuera de cualquier contemplación o interpretación política y ellos, como respuesta, le han dado la cru; ni siquiera han sido capaces de enfrentarse cara a cara y lo han puesto en manos de paganos, pues no han sido capaces de enfrentarse a la verdad y han actuado no solo de forma criminal, sino como auténticos cobardes.
Esta experiencia vivida a dos niveles: el que ha experimentado con Jesús y el que ha visto en la gente, del que él mismo ha participado negándolo. Esto le ha golpeado tan fuerte que es lo primero que suelta; no se mete en contemplaciones teológicas ni filosóficas, ve como en un cara-cruz la actuación de Cristo y la del pueblo, que también ha sido la suya, lógicamente Dios se ha puesto del lado de Jesús, no podía ser menos, ellos merecen el desprecio de Dios y de los hombres.
Ante esta realidad que grita, no caben excusas ni justificaciones ni pretextos de ningún tipo, lo valiente, lo honrado, lo correcto es reconocer la verdad, que nos hemos equivocado y alegrarnos de que la verdad se imponga por encima de nuestras equivocaciones e intereses.
Pedro no se lanza a hacer demostraciones de ningún tipo, sino a exponer realidades patentes, eso que todos han estado viendo y experimentando y, a pesar de todo, fueron capaces de negarlo y optar por la muerte.
Quizás el grave problema que tenemos la iglesia y los cristianos en general, es la gran preocupación por demostrar la teoría que nos identifica, mientras que Jesús no dejó ningún sistema de ideas ni principios, sino la vida vivida en la entrega del amor y eso no tiene teorías de ningún tipo. Y es por eso que mientras buscamos argumentos y justificaciones, seguimos matando, atropellando y desconociendo a Jesús.

Salmo responsorial Sal 15, 1‑2a y 5. 7‑8. 9‑10. 11

V/. Señor, me enseñarás el sendero de la vida.
(o, Aleluya).

R/. Señor, me enseñarás el sendero de la vida.

V/. Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti; yo digo al Señor: «Tú eres mi bien.»
El Señor es el lote de mi heredad y mi copa, mi suerte está en tu mano.

R/. Señor, me enseñarás el sendero de la vida.

V/. Bendeciré al Señor que me aconseja; hasta de noche me instruye internamente.
Tengo siempre presente al Señor, con él a mi derecha no vacilaré.

R/. Señor, me enseñarás el sendero de la vida.

V/. Por eso se me alegra el corazón, se gozan mis entrañas,
y mi carne descansa serena:
porque no me entregarás a la muerte
ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción.

R/. Señor, me enseñarás el sendero de la vida.

V/. Me enseñarás el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia,
de alegría perpetua a tu derecha.

R/. Señor, me enseñarás el sendero de la vida.

SEGUNDA LECTURA
Habéis sido redimidos con la sangre de Cristo, el cordero sin defecto

Lectura de la primera carta del Apóstol San Pedro 1, 17‑21

Queridos hermanos:
Si llamáis Padre al que juzga a cada uno, según sus obras, sin parcialidad, tomad en serio vuestro proceder en esta vida.
Ya sabéis con qué os rescataron de ese proceder inútil recibido de vuestros padres: no con bienes efímeros, con oro o plata, sino a precio de la sangre de Cristo, el cordero sin defecto ni mancha, previsto antes de la creación del mundo y manifestado al final de los tiempos por nuestro bien.
Por Cristo vosotros creéis en Dios, que lo resucitó y le dio gloria, y así habéis puesto en Dios vuestra fe y vuestra esperanza.

Palabra de Dios

REFLEXIÓN
S. Pedro comienza su carta de exhortación a los cristianos recordando algo que debe estar en la mente de todos como punto de partida: estábamos bajo el dominio del rey de las tinieblas, éramos su patrimonio, le pertenecíamos.
Dios Padre ha querido rescatarnos y arrancarnos de su dominio, ha tenido que pagar un precio y mediante ese pago hemos pasado a ser propiedad suya, dominio suyo, y no pertenecemos al rey de las tiniebla sino a Dios Padre.
El precio que ha tenido que pagar por nosotros ha sido la sangre de su Hijo Jesucristo. Con su muerte ha rescatado al hombre y al mundo del dominio del mal. No puede entenderse que vivamos como si estuviéramos bajo el poder de enemigo, sometidos al mal y a la violencia.
No obstante la experiencia nos muestra que el ser humano prefiere vivir en la oscuridad de la muerte antes que en la paz de la luz y de la vida: los hombres prefieren un sistema de explotación en el que uno aplaste y atropelle a mil, en el que se viva la insolidaridad, el odio, el chantaje, la mentira, la corrupción… y si a alguien se le ocurre decir la verdad o gritar contra ese sistema de muerte, los mismos que lo sufren se revelan, de la misma forma que hicieron con Jesús; es una de las grandes contradicciones del ser humano.
Pedro ve que esta es una especie de fuerza innata en el ser humano e invita a la comunidad a estar alerta frente a esta presión interna que llevamos dentro, pues cuando esto no se controla y no se está muy alerta, con facilidad divide y destruye la comunidad



Aleluya Lc 24, 32

Si no se canta, puede omitirse

Aleluya, aleluya.
Señor Jesús, explícanos las Escrituras.
Enciende nuestro corazón mientras nos hablas. Aleluya.

EVANGELIO
Le reconocieron al partir el pan

Lectura del santo Evangelio según San Lucas 24, 13‑35

Dos discípulos de Jesús iban andando aquel mismo día, el primero de la semana, a una aldea llamada Emaús, distante unas dos leguas de Jerusalén; iban comentando todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo.
El les dijo:
— ¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino?
Ellos se detuvieron preocupados. Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le replicó:
— ¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no sabes lo que ha pasado allí estos días?
El les preguntó:
— ¿Qué?
Ellos le contestaron:
—Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras ante Dios y todo el pueblo; cómo lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él fuera el futuro liberador de Israel. Y ya ves, hace dos días que sucedió esto. Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado, pues fueron muy de mañana al sepulcro, no encontraron su cuerpo, e incluso vinieron diciendo que habían visto una aparición de ángeles, que les habían dicho que estaba vivo. Algunos de los nuestros fueron también al sepulcro y lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a él no le vieron.
Entonces Jesús les dijo:
—¡Qué necios y torpes sois para creer lo que anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su gloria?
Y comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas les explicó lo que se refería a él en toda la Escritura.
Ya cerca de la aldea donde iban, él hizo ademán de seguir adelante, pero ellos le apremiaron diciendo:
—Quédate con nosotros porque atardece y el día va de caída.
Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció.
Ellos comentaron:
—¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?
Y levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los once con sus compañeros, que estaban diciendo: Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón. Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.
Palabra del Señor


REFLEXIÓN
Constantemente nos encontramos a gente que está preocupada en explicar cómo fue eso de las apariciones de Jesús: ¿se presentó?, ¿no se presentó?, ¿comió?, ¿no comió?, ¿podía comer?, ¿si comía era material?, ¿si lo pudieron tocar?, ¿se podía ver?... y nos empeñamos en establecer un marco demostrativo lo mismo que hacemos con los elementos químicos o con los experimentos de física en el laboratorio, y es que nos cuesta ir un poco más allá.
Cristo no está encerrado en el esquema de un laboratorio de experimentación, de forma que, dándose los mismos elementos, en una persona se produce una reacción y en otra se produce otra bien distinta. El encuentro con Jesús en la fe es algo completamente incodificable e inexplicable, de la misma manera que es inexplicable el que una persona siga amando con locura a otra que la está explotando y haciéndole la vida imposible.
El texto de S. Lucas expresa con toda claridad lo que decimos: los dos discípulos anduvieron todo el camino con Jesús, les fue explicando las escrituras, estuvieron a su lado toda la tarde y fue en un momento cuando se les abrieron los ojos, se dieron cuenta y les desapareció.
Todo siguió exactamente igual: el camino, la aldea, la gente, la mesa, el pan, el trabajo… sin embargo ya nada se veía igual, todo había cambiado de luminosidad, la vida tenía otro sentido, las cosas tenían otro valor, la historia se leía desde otra perspectiva. ¿Qué ha pasado? Es algo que no se puede explicar. Y cada uno le dará la forma que se le ocurre, pero ninguna explicación es capaz de ajustarse a la realidad.
¿Qué es lo que puede ocurrir en la persona que en un momento ve con claridad algo que le hace orientar su vida en una dimensión y jugarse su existencia sin titubear?
¿Qué sentiría y experimentaría Teresa de Calcuta para ver con tanta claridad el rostro de Jesús en cada hambriento que se muere en las calles de Delhi?
¿Qué experimentaría Francisco de Asís que vive una vida placentera y tiene en sus manos todas las posibilidades para vivir a todo tren y lo abandona todo y se dedica a vivir en las más absoluta pobreza?
¿Qué sintieron tantos millones de hombres y mujeres que fueron capaces de dejarlo todo, incluso las cosas más intimas y entregaron sus vidas fascinados por la causa del reino? ¿Es posible que haya tantos locos en el mundo y que a todos les de por lo mismo?
Y los que se llaman cuerdos… ¿Es que son más felices y construyen un mundo en paz y en solidaridad? Porque lo que se ve con mucha tristeza es que resulta una cordura aquella forma que tenemos de ser, actuar y pensar orientadas para el mal y para la infelicidad.